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“Voy a tener que regresar pero a robarlos”; intimidación te hace ceder a extorsiones en transporte público: ciudadanos

INSEGURIDAD TRANSPORTE PÚBLICO
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(18 de agosto, 2016. Revolución TRESPUNTOCERO).- Gustavo dice que le ha bajado a eso de “pegarle a los micros”, afirma que desde la última vez que salió del Reclusorio Norte decidió tratar de “llevársela por la derecha” principalmente porque su pareja amenazó con abandonarlo si volvía a caer en la cárcel.
Su zona de “trabajo” es por Tacubaya, lleva una bolsa de paletas desgastada, algo sucia por el sudor de las manos tatuadas con imágenes de San Judas Tadeo y la Virgen de Guadalupe.
Sube a las diferentes rutas que salen del paradero de Tacubaya desde hace tres años a vender paletas por cooperación voluntaria de forma intermitente, a ratos lo deja cuando “sale algo chido” sin especificar qué es “algo chido”, cuando regresan las vacas flacas vuelve al paradero, como estrategia comercial usa la extorsión verbal, aunque Gustavo no lo ve así.
“Pues no es que uno los amenace, solo es para que te hagan caso, te pongan atención. Si me dan una cooperación les doy su paleta, aunque muchos no la agarran, pero si fuera así pues no les daría la paleta, sólo les diría “dame tanto o mínimo es de a diez varos, de a cinco varos”, pero al final cada quien aporta lo que quiere y si no me dan pues no pasa nada.
“La neta no sé dónde comenzó esto de hablarles al chile, en mi caso sí he estado en el reclu no es choro, bueno lo que si no es cierto es que vengo saliendo pero hay otros que se suben y nunca han estado en el reclu. Yo antes venía con otro valedor que ya regresó al tambo por robo, pero él me enseñó el choro ya después le fui agregando; al principio me daba algo de pena pero ya no porque sí sale.
“La neta mi choro está leve, yo nada mas les digo que me regalen su atención, una cooperación voluntaria y que si no quieren pues no, pero que al rato voy a tener que regresar pero a robarlos porque no me sale para mantener a mi familia. La neta no sé si regresaré a robar, es decir, no miento, pero tampoco les saco una punta, una fusca para que saquen a fuerza aunque sí me da coraje que no te pelan; creo que en mi caso la apariencia ayuda: los tatuajes, la ropa, cómo les hablas.
“A veces me da risa porque si hay gente que te quiere dar el celular, la cartera se espantan las señoras pero ya les dices que no es robo, que no estás robando, la neta la gente anda bien paniqueada con eso de la rata pero también es contraproducente, mucha gente siente que la estás robando y hay unos que se ponen bien al pedo, bien pendejos te retan o te dicen de cosas: “¡ponte a trabajar!” y así ¿pero si traigo los dulces? ¡al chile no es robo, es cooperación voluntaria!: ¿no?”, detalló Gustavo a Revolución TRESPUNTOCERO a cambio de una cooperación voluntaria.
El “vendedor de paletas” es un personaje recurrente en las rutas de microbuses y camiones de la Ciudad de México y los municipios conurbados como Ecatepec, Nezahualcóyotl, Tlalnepantla y Naucalpan por mencionar algunos, por lo general son más de dos los que forman el grupo, en el caso de Gustavo su compañero es “El Cali” quien prefirió mantenerse alejado y no opinar en la entrevista.
En un sondeo simple a través de redes sociales, algunas víctimas de este tipo de extorsión comentaron que el principal motivo por el cual acceden a comprar los productos que venden u obsequiar unas monedas son los sentimientos de inseguridad e intimidación que despiertan los sujetos.
“Hace unos años, unos compas desalineados, altos y de facciones agresivas, se subieron al camión que va hacia la Villa por Reforma con paletas en la mano, empezaron a gritar: ¡vendemos paletas, compren paletas!
El segundo individuo gritaba: ¡para no robar vendemos paletas! se acercaron a mí y me dijeron: “cómprale una paleta a la chica, ¡cómprale!” me negué con sonrisa nerviosa y replicó: ‘por eso los roban pinche marro’, segundos después se bajaron”, narró Andrés Landeros vía redes sociales.
En el mismo tenor detalla su experiencia Verónica Macías, “sobre República de Chile y el Eje 1 se subieron dos tipos mal encarados y con voz amenazante empezaron a decir que acababan de salir del reclusorio, pero ya no quieren volver a estar presos y por eso venden dulces. Que si les comprabas evitas asaltos y que te quiten tus cosas. Muchas personas sí les compraron, a mí me dio mucho coraje porque casi casi te lo venden a fuerza para hacerte ‘un favor’. Casi llegando a Reforma se bajaron y la gente no se comía sus dulces”.
Psicología de la extorsión
El artículo 236 del Código Penal de la Ciudad de México define el delito de extorsión así, “al que obligue a otro a dar, hacer, dejar de hacer o tolerar algo, obteniendo un lucro para sí o para otro causando a alguien un perjuicio patrimonial, se le impondrán de dos a ocho años de prisión y de cien a ochocientos días multa (…) además de las penas señaladas en el primer párrafo, se impondrá de dos a seis años de prisión, cuando en la comisión del delito: I. Intervenga una o más personas armadas, o portando instrumentos peligrosos; o II. Se emplee violencia física. Asimismo, las penas se incrementarán en una mitad cuando se utilice como medio comisivo la vía telefónica, el correo electrónico o cualquier otro medio de comunicación electrónica”, en este sentido la actividad de Gustavo se realiza en una delgada frontera entre la extorsión y el comercio.
Amanda Bonner, especialista en psicología criminal y asesora de una agencia de investigación especializada en seguridad patrimonial, análisis de riesgos y estudios de confiabilidad detalla a Revolución TRESPUNTOCERO que para lograr un entorno propicio para este tipo de extorsiones es necesario ser  “un hábil manipulador”.
“La extorsión es un diálogo donde el extorsionador toma el monopolio de la conversación. Por medio de la humillación y la amenaza doblega a su interlocutor. El discurso es, y debe ser, de una sola vez, cerrado, sin cortes.
“Es la misma lógica de un comediante, quien para poder generar risas en su público, no debe de ser interrumpido. Ambos discursos, el del extorsionador y el del comediante son discursos que no deben de ser interrumpidos, pues pierden aquello que desean suscitar en quienes escuchan.
“En este caso con amenazas se incrementa la percepción de inseguridad social en gran medida gracias al contexto mediático de la delincuencia que priva en la comunidad te hace creer en la amenaza proferida. Por ejemplo hace unas semanas hubo varios robos en el transporte público donde se supo que mataron a los ladrones y a varios pasajeros eso te remite a pensar que si no accedes puede suceder lo mismo, así para evitarlo entregas lo que te piden”, detalla Amanda Bonner.
La especialista agregó que en el caso de estos supuestos vendedores, al tenerlos cerca se incrementa la percepción de una amenaza presencial, “esto permite facilitar el sometimiento psicológico de la víctima a partir del miedo y mediante la evidencia de que no puede recurrir a ninguna instancia o estrategia de defensa”.
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