Por abandono al campo, México se encamina a ser una economía que importará todos sus alimentos

Por: Lilia Arellano / 17 septiembre, 2015

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La dependencia alimentaria del país, que se ha ido agudizando desde la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y México se encamina a ser una economía que importará todos sus alimentos, como Taiwán o Hong Kong, pero sin la capacidad de crecimiento de esos países ni su ingreso per cápita, ni sus niveles de vida.

Esta dependencia alimentaria se deriva del abandono del campo, la insuficiente producción nacional, y la concentración del mercado en pocas grandes empresas, que desplazaron a las unidades familiares no rentables para la banca. En estas condiciones, el campo aporta una escasa generación de empleos al Producto Interno Bruto (PIB), se incrementa la pobreza en el medio rural y la dependencia de las remesas de los mexicanos en el extranjero.

A pesar de los recursos presupuestales destinados al campo en los últimos años, éste resiente la desarticulación de la agricultura con la industria, mala calidad y bajo rendimiento de la tierra, erosión y degradación de los suelos, baja productividad de algunos cultivos, bajos niveles de capitalización física y humana, caída drástica en la inversión pública, carencia de infraestructura y tecnología, y falta de créditos. A eso, hay que agregarle migración, incidencia del narcotráfico en los patrones de cultivo y posesión de las propiedades agropecuarias, así como la escalada de violencia e inseguridad, pobreza extrema, bajos niveles educativos, carencia de servicios públicos, mala nutrición, falta de oportunidades escolares y laborales para los jóvenes, y trato discriminatorio y violencia hacia las mujeres.

La dependencia alimentaria de México se comprueba al adquirir en el exterior más del 43 por ciento de los alimentos que consume, cuando la recomendación de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) es de 25 por ciento. Es grave el caso de la importación de alimentos básicos como el maíz, el frijol, el arroz y la soya. Cuando una familia se sienta a la mesa, 57 por ciento de los alimentos que consume tiene su origen en nuestro país y el resto viene de fuera a un alto costo. El abandono del campo también se refleja en la creciente pobreza de sus habitantes.

En México se invierten alrededor de 15 mil millones de dólares en compras al exterior para completar la canasta básica, una cifra muy cercana a los ingresos petroleros, lo que nos coloca en una posición vulnerable. No obstante que el país ocupa el decimocuarto lugar a escala mundial como productor agropecuario, también es uno de los grandes importadores de alimentos. México compra a otros países la tercera parte del maíz que comemos; la mitad del trigo, 80 por ciento del arroz y entre 30 y 50 por ciento del frijol, así como poco más del 30 por ciento de la leche en polvo que demanda la población.

Los subsidios fueron considerados inoperables, sin embargo y una vez que se ve el éxito que tienen en otros países incluyendo a los EU, no sobra que se revise ese renglón y el destino de los recursos de manera muy puntual. Todavía es tiempo, aunque tal vez el queretano responsable del área, al igual que su antecesor, poco o nada saben de este tan fundamental renglón para el país y sus ciudadanos.

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