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Crimen de Regina Martínez quedó impune; Duarte se burló de nuestra tragedia y de su triunfo al acallar una voz: familiar

Por:  / 11 agosto, 2015
reginaduarte
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(11 de agosto, 2015. Revolución TRESPUNTOCERO).- Durante la ceremonia luctuosa una mujer tomó el micrófono y dijo: “A Regina no le daba miedo. Marcó la historia del periodismo nacional”.
La muerte de un periodista es el silencio del periodismo o de una parte de éste, que también se produce por la tortura de un reportero, o su llegada a prisión sin un juicio justo, por su desaparición, su hostigamiento o persecución, por una ley mordaza, el despido de uno y su compañero con miedo de ser el siguiente. El periodista se juega la vida, aunque aún no sepa cómo ha de llegar la muerte.
Gran parte de la sociedad aún tienen la imagen ‘romántica’ del periodista que se decidió por un trabajo que lo mantiene viviendo ‘aventuras’ y al mismo tiempo le da la libertad de cubrir las historias que más le fascinan. Pero no, no son libres en absoluto, es justamente lo contrario. Decir la verdad, no es la mejor oportunidad de trabajo que tienen, no todos la toman, porque muchos quienes lo hacen, no viven para contar qué se siente optar por ella.
Y no, el periodista tampoco lo sabe todo, sabe menos que los sociólogos, antropólogos, científicos, abogados, empresarios, políticos, a los que entrevistan, sin embargo, son expertos en ese universo infinito, el de las cosas que no saben, pero que no por ello ignoran, porque hacerlo es darle la espalda al descubrimiento y al conocimiento.
Partiendo de la idea anterior, es posible que se asemejen a Sócrates, así como él, los reporteros saben que no saben, y a partir de ahí nace la necesidad de investigar, es así como consiguen bajar de cualquier pedestal a un político, un empresario o un asesino en serie; como al filosofo no les gusta borrar las huellas de su paso, por eso publican, para que lo que escriban no se olvide.
Como Sócrates, no se limitan en crear ideas, construir frases, descubrir personajes, Como Sócrates, hacen que la gente diga cosas que no quiere decir. Como a Sócrates, hoy, mañana o después, los conminan ‘gentilmente’ (el estilo de los políticos) a tomar por la labor periodística, alguna ‘cicuta’.
Hoy los periodistas veracruzanos sobrevivientes, que siguen optando por compartir verdad, son los faros que iluminan a quienes no habían volteado a ver la realidad de aquella entidad. Muchos terminan escribiendo sobre Veracruz porque vieron en un medio local una gran historia que narra cómo se han arraigado las luchas entre cárteles o ha leído la columna de opinión de quien se atrevió a denunciar un fraude en un organismo, o los nexos gobierno-delincuencia.
O incluso, tal vez vieron un fotoreportaje de una entidad convertida en un foco rojo, sumida en una crisis, donde los homicidios son parte de la vida cotidiana y las imágenes fueron una realidad aún más penetrante, o llamó su atención después que las muertes de los periodistas fueran cada vez más frecuentes y entonces ahí sí, después que casi nadie hablaba de lo que pasada en un lugar llamado Veracruz, se introdujo como un tornillo en la conciencia colectiva.
El periodista Álvaro Belin Andrade, director de la versión online del medio veracruzano Formato Siete, afirma en entrevista para Revolución TRESPUNTOCERO que, “mientras que durante la gubernatura de Fidel Herrera Beltrán se despilfarraron los recursos públicos en determinados medios de comunicación, a fin de alabar sus acciones, con Javier Duarte esto cambió. Una de las principales características  que vemos en el inicio de su mandato es el quebranto financiero, hubo recorte radical de los convenios con los periódicos y la publicidad…
Lo cual no benefició ni afectó a los reporteros de a pie, porque ellos siempre han vivido un periodo muy fuerte de empobrecimiento, dado a los salarios cada vez más paupérrimos, que se intensificó aún más con Duarte, ya que llevó a la quiebra a todo el estado y dio paso a la efervescencia intensa del crimen organizado”.
Ejemplificando la situación de Veracruz-Boca del Río, que vivió la batalla campal entre los originalmente instalados (los Zetas) y la incorporación de Jalisco Nueva Generación, lo que provocó una verdadera sangría en las ciudades, generando una situación bastante crítica.
Derivado de ello, “los primeros asesinatos de periodistas, se les relacionó con la violencia generalizada, pero no por ello dejaron de representar una problemática alarmante, porque nunca se había dado un hecho de esa magnitud en el estado. Lo que dio base a que con el tiempo se incrementaran, fue en un primer momento, la actitud verdaderamente hostil del gobierno del Estado, quien no hizo ningún reconocimiento que si estos periodistas fueron asesinados fue por su actividad periodística;  inmediatamente la Procuraduría señaló que habían habido en esos casos un ajuste de cuentas, un enfrentamiento entre distintas bandas y que los periodistas estaba siendo apoyados por un grupo delictivo, esto dio cuenta que existe impunidad, criminalización y negativa de reconocer la actividad periodística como móvil”, sentencia Berlin Andrade.
Esos tres factores, ha decir por Berlin Andrade, fueron los que han pesado demasiado en los siguientes años y en los siguientes casos de homicidio contra periodistas, ya que si el gobierno local hubiese ido hasta sus últimas consecuencias de investigación de los primeros crímenes, aunque no hubieran llegado al final, se hubiera dado una señal que los periodistas iban a ser protegidos, sus muertes investigadas y se iba a buscar la justicia en cualquier caso,  pero por el contrario se abandonó y dejó solos a los comunicadores y se les atribuyó nexos con el narcotráfico. Se cayó en la total impunidad e indiferencia.
Fue así como la situación se radicalizó y comenzaron a darse asesinatos abiertamente relacionados con la política, y no tanto con el crimen organizado, en 2011 hubo  cuatro muertes, en 2012 hubo seis y dos desaparecidos. “Todo el mundo cuenta los muertos, pero se han olvidado de los desaparecidos, quienes deberían aparecer en las estadísticas y pedir justicia también para ellos…
El 2012 se abrió con un asesinato verdaderamente trágico, en el ámbito del periodismo, que es el asesinato de Regina Martínez, que aún cuando la Fiscalía y Procuraduría realizaron una investigación, que dio paso a la detención de los supuestos asesinos, nunca se le reconoció el nexo que existía entre su muerte y su actividad periodística. El periodismo de Regina Martínez siempre estuvo basado en la crítica fundamentada, tanto para su medio local, como para Proceso, por ello atribuir su muerte a una situación ‘pasional’ es un insulto y un verdadero absurdo”, argumenta Berlin Andrade.
“Yo conocí Regina Martínez, éramos muy buenos amigos, admiraba su trabajo periodístico, la última vez que la vi fue en un pasaje en Xalapa, nos detuvimos ahí a conversar en las escaleras, ella me comentó todas las amenazas que había recibido, los comentarios en torno a su forma de ejercer su oficio y como se intentó ocultar las investigaciones, en un primer momento al comprar en algunas ocasiones, todo el tiraje de revistas que llegaban al estado, donde se daban cuenta de diversas e intensas problemáticas…
Regina fue una profesionista realmente enfocada a su oficio, sin ninguna distracción por encima del trabajo de investigación periodística, pese a todas las amenazas y al miedo que como humanos sentimos, ella no solamente lo superó, sino que lo puso muy por debajo de la información que quería dar a conocer, siendo amigos, me platicó la manera en que estaba haciendo hostigada de forma constante…
Aunque ella trataba de narrarlo de una forma un poco desenfadada, se lograba percibir mucho más grave de lo que ella lo planteaba en su conversación. Su actitud ante lo que pasaba era crítica y analítica, pero a la vez muy tranquila y calmada ante las amenazas, aunque por desgracia los periodistas críticos no vivimos, sino sobrevivimos en el límite de la vida, a esto se le suma que cualquier medio, incluidos los nacionales pagan salarios de hambre y sobre todo a los corresponsales, entonces esa era una prueba más que, Regina realizaba un trabajo peligroso, prácticamente por amor a la profesión”, puntualiza Andrade.
El 28 de abril de 2012 la periodista Regina Martínez Pérez, apareció asesinada en su casa de Xalapa. Veracruz. Su última nota, publicada un día antes de morir, versó sobre el arresto de nueve policías corruptos en un municipio panista del Papaloapan, poco antes del asesinato habían entrado al domicilio de la periodista a llevarse su computadora. Pero ella decidió continuar su rutina.
Cuando el gobernador Javier Duarte le prometió a Julio Scherer investigar respondió tan solo: “No les creemos”. Se supo que el cadáver apareció en el baño con huellas de golpes y estrangulamiento. Las autoridades hablaron, claro, de un “crimen pasional”. Una activista por los derechos de las mujeres, comentó que era chiquita, “no era necesaria tanta crueldad”.
Un familiar de Regina, quien no autorizó publicar su nombre, asegura a Revolución TRESPUNTOCERO, que “a tres años de su muerte, el crimen quedó impune, las autoridades y el gobernador se burlaron de nosotros y nos abofeteó el rostro al decir que había sido de un problema pasional, como si ella se hubiera callado ante las injusticias del podrido mandato de Duarte”.
Asimismo recuerda los funerales de Regina, y asegura que los amigos y compañeros más cercanos a la periodista, tomaron las coronas y las flores, que envió Javier Duarte y las destrozaron, las alejaron del sepulcro y el féretro, “porque el gobernador continuaba burlándose de nuestra tragedia y de su triunfo, logró acallar una voz, pero la verdad sigue siendo difundida, ella investigaba la corrupción del gobierno de Duarte, por eso la mataron”.
El periodista Guillermo Manzano escribió: “después de sus exequias supe quiénes la habían matado: […] los editores y dueños de periódicos que confundieron convenios publicitarios con docilidades ante el poder […] los reporteros que extendieron la mano para recibir el chayote”.
Hoy el homicidio de Regina Martínez, a decir por analistas políticos, ha quedado impune, por haber sido olvidado, la sociedad se indignó y luego simplemente dejó de recordar, así fue como pasó a convertirse en una cifra más que es nombrada, cada vez que la muerte se convierte en el castigo de otro periodista que tiene como ley no transigir ante “la corrupción de un gobierno asesino”.
A un periodista le pueden hacer lo que sea, solamente se va hacer famoso cuando esté muerto o golpeado o exiliado,  pero nunca se le va a reconocer que fue producto de su trabajo periodístico, ese periodista nunca tendrá del imaginario colectivo el honor de haber sido crítico, sino la deshonra de haberse metido con grupos criminales, derivado de esto llegará la impunidad, una criminalización que mantiene liberados los asesinatos”, sentencia Andrade.
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