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#Marina y el #Ejército han adoptado fielmente #métodos de #tortura provenientes de #Guantánamo: #experto

Por:  / 19 marzo, 2015
En este sexenio, Marina y el Ejército han adoptado métodos de tortura de Guantánamo, para crear falsos positivos
(19 de marzo, 2015. Revolución TRESPUNTOCERO).- “Andaba jugando con mi balón cuando de repente se me atravesó una camioneta de la que se bajaron policías que me persiguieron hasta la casa de mi abuelita. Me llevaron al parque, donde hay lagartos, y ahí me preguntaban a gritos que dónde estaba mi papá, me siguieron golpeando y después me soltaron toques eléctricos, me dijeron que si no declaraba que mi papá había asaltado un supermercado, aunque no era cierto, me aventarían con los lagartos. Eran 5 hombres de la Policía Federal”. Ignacio de 13 años.
“Llegaron a mi casa unos militares y me dijeron que mi hijo había querido asesinarlos y en que intentando defenderse, él se había salido de control, porque era drogadicto y delincuente y fue así por lo que lo lastimaron, murió desangrado y dijeron que era un presunto homicida, solamente tenía 17 años y era estudiante”. Rosalía de 55 años.
“Vimos a la policía atacar a un vagabundo, pretendían asfixiarlo y gritaban que si no se declaraba culpable lo matarían. El hombre no podía hablar”. testigo.
José Gerardo Ortega Maya fue secuestrado de su domicilio por elementos del Ejército Mexicano y de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO) y torturado brutalmente por elementos del ejército. Fue enviado a una Cárcel de Máxima Seguridad en Matamoros, Tamaulipas, el 28 de Junio de 2012, por no haber aceptado incriminar al General de División Tomás Ángeles Dauahare de tener nexos con el narcotráfico, quien fuera amigo suyo desde hacía varios años y saberlo inocente.
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Según un informe de Amnistía Internacional (AI), la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes desempeñan un papel central en las actuaciones policiales y las operaciones de seguridad pública de las fuerzas militares y policiales en México. Estas prácticas son generalizadas y es habitual que otros funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, superiores, miembros del ministerio público, jueces y algunas comisiones de derechos humanos las justifiquen, las toleren o hagan caso omiso de ellas.
Al mismo tiempo se explica que el resultado es una impunidad casi total para los autores de los abusos y un auténtico temor entre la población a que cualquier detención pueda desembocar en torturas. En una encuesta encargada recientemente por Amnistía Internacional sobre actitudes hacia la tortura, el 64% de mexicanos declararon tener miedo de sufrir tortura en caso de ser puestos bajo custodia.
Para la antropóloga social, Angélica Duarte, “la ausencia de un liderazgo político claro y de una auténtica voluntad política del panista Calderón y sucediéndole la incompetencia y falta de compromiso de Peña Nieto, construyeron la irresponsabilidad de funcionarios e instituciones, dejándoles abierta la posibilidad de que la tortura y otros malos tratos fueran quienes emitieran condenas”.
Duarte explica que, el despliegue en gran escala del Ejército y de miembros de la Marina en los últimos años para combatir la delincuencia organizada, es un factor clave en el aumento del uso de la tortura. A partir de 2006, ésta y los malos tratos aumentaron vertiginosamente, y para 2014 hubo un 600% más de denuncias respecto de 2003. “La gravedad alcanza niveles inimaginables, pues este tipo de actos inhumanos, en los dos últimos sexenios, han llegado al grado de asemejar a las torturas de Guantánamo, no con la necesidad de saber verdades, sino de imponer falsos positivos (inocentes culpables), que puedan presentar a la sociedad, haciéndoles creer que el gobierno combate la inseguridad, cuando lo que hace es violar los derechos humanos, como estrategia de publicidad, en una búsqueda desesperada de aceptación”.
Jesús Robles Maloof, defensor de derechos humanos, afirma “estamos imputando el modelo de los ‘falsos positivos’ de Colombia. Los métodos para torturar en México se han ido sofisticando de manera salvaje con casos de simulación de ejecución, picana -que consiste en sumergir la cara de una persona en un excusado-, privación de la sombra, manos y bocas amarradas, permanecer hincado durante días enteros, técnicas de tortura utilizadas en lugares como Guantánamo que dejan huellas físicas y psicológicas imborrables”.
Enrique Rasool, doctor en historia del combate y tortura, explica que el aislamiento (no existe apoyo social para el acusado y está a merced de quien lo interroga); waterboarding (técnica de ahogamiento. Inmovilización de la víctima y verter agua en su cara o en sus vías respiratorias. La angustia obliga al detenido a confesar); agotamiento físico (privación del sueño); humillación sexual; posiciones de estrés (fuerzan al individuo a una postura en la que la mayoría de su peso recae sobre uno o dos de sus músculos lo que le aumenta su dolor físico); submarino (al detenido se le impide la respiración hasta la asfixia), son las torturas base en Guantánamo, no las únicas, pero sí las adoptadas por México, “los testimonios de las víctimas y los clínicos lo demuestran, los tiene AI, Human Right Watch (HRW), la sociedad que pretenden acallar y las propias instituciones sordas y ciegas ante la justicia”, afirma.
“Ejemplos abundan. 35 jóvenes aparecieron tirados cerca de los ‘voladores de Papantla’, en Veracruz, victimados con material exclusivo de la Marina y el Ejército. Maniatados con pulseras especiales, los narcotraficantes no usan esos accesorios, lo hace con cinta canela. Cuando estas dos instituciones están dispuestas a la tortura, lo hacen de la misma manera con un estudiante, un empresario, o un activista social, al final su fin es convertirlos en delincuentes, que no denuncien o se retracten, lo que ha transformado al mexicano en un ser desprotegido”, agrega Rasool.  
Miembros de la Marina irrumpieron en casa de Claudia Medina Tamariz, le ataron las manos y le vendaron los ojos antes de llevarla en una camioneta a la base naval local, en Veracruz. Allí la torturaron mediante descargas eléctricas, la agredieron sexualmente, le propinaron golpes y patadas y la dejaron atada a una silla bajo el calor abrasador del mediodía. Al día siguiente, le volvieron a vendar los ojos y la trasladaron a la PGR junto con otras personas detenidas. La interrogaron, y un miembro de la marina la presionó para que firmara una declaración sin permitirle leerla. Ese mismo día, las autoridades presentaron a Claudia y a los demás detenidos ante los medios de comunicación, afirmando que eran delincuentes peligrosos aprehendidos en un vehículo robado en posesión de armas y de drogas. Pese a las pruebas que confirmaban que Claudia fue detenida en su casa. Amnistía Internacional.
3 jóvenes entraron en una farmacia, a la salida los detuvieron y los consignaron por delito calificado. Los agravios fueron: nocturnidad, asociación delictuosa y robo. Coincidió que era de noche, eran amigos y un supuesto robó de un desodorante. Después de 6 meses un juez revisó el caso y lo calificó como “robo simple”, con libertad bajo fianza. Sin embargo el reporte de la Procuraduría General de Justicia del Estado de Jalisco lo calificó como “una banda desmembrada”.
Rasool, explica “Marina y el Ejército han adoptado fielmente métodos de tortura provenientes de Guantánamo, en un primer momento para que un inocente se inculpe de un crimen o delito no cometido o para ‘eliminarlo’, cuando están necesitados de falsos positivos, lo que se ha podido ver con frecuencia en este sexenio”.
Robles Maloof, sentencia “otro de los problemas que fomentan la tortura, son los premios y estímulos a los policías que detienen a un sospechoso donde al final, con tal de recibirlos, los uniformados utilizan tácticas de interrogatorio frecuentes en agencias de inteligencia, que no respetan los derechos humanos y dan por sentado que un detenido es culpable, aunque no se haya demostrado lo contrario”.
Aquel lunes, la Secretaria de la Defensa Nacional (SEDENA), dio a conocer que “durante un enfrentamiento en un pequeño municipio del Estado de México, nombrado Tlataya, habían muerto 22 criminales”, sin embargo, la escena demostraba que los supuestos criminales no tuvieron tiempo de defenderse de los uniformados, o que las balas disparadas por éstos no tuvieron el mismo impacto en los soldados.
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