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A 5 meses de la #barbarie: '#EPN no ha querido devolver a nuestros #hijos'

Por:  / 4 marzo, 2015 REVOLUCIÓN3.0
Ayotzinapa, corte de caja a 5 meses de la barbarie
(04 de marzo, 2015. Revolución TRESPUNTOCERO).- En la cancha principal de la escuela Raúl Isidro Burgos, 43 sillas aguardan la víspera, el ansiado regreso de sus antiguos inquilinos. A diferencia de los primeros días del movimiento, la normal luce prácticamente vacía. No sólo faltan las risas y los juegos de esos jóvenes que desaparecieron la noche y alba del 26 y 27 de septiembre. Ahora falta la ira que estalla, la consigna que revienta, la piedra y el choque; la pólvora y sobre todo la justicia.
El domingo 1 de marzo en Ayotzinapa, los jóvenes activistas y los padres que cargan en sus espaldas esa negra historia, dormitan en literas mientras unos más rondan en otros estados buscando solidaridad y ayuda. Han sido cinco meses de intensa actividad y asambleas que se prolongan durante muchas horas continuas. Días de movilizaciones sin descanso. De la solidaridad que va y viene. Del enojo ante la violencia de oficinas gubernamentales. De combatir la represión de la policía. Del cuerpo que cede apenas a unas horas de sueño.
En medio de la pesadumbre, sin embargo, hay lugar para reflexionar y charlar relajadamente:
‒Mañana va a ser un día muy importante, ya tocamos todas las puertas que teníamos que tocar. Ahora nuestra lucha tendrá que darse en el plano internacional, porque ya vimos que el gobierno de Peña Nieto no ha querido devolver a nuestros hijos –dice el padre del joven Jhosivani Guerrero Cruz, Margarito Guerrero, recargado sobre una silla acolchonada que se encuentra en medio de la cancha de basquetbol principal.
La esperanza alumbra como una conjetura, en medio de una tarde fresca. Falta poco para la visita de una instancia internacional. Integrantes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), harán arribo a la escuela que ha puesto los ojos del mundo sobre México.
Tratarán de abrir nuevas líneas de investigación para resolver el caso de los estudiantes desaparecidos y, en todo caso, despertar a las instituciones mexicanas del letargo en el que han caído en todos estos años, en lo que han desaparecido poco más de 23 mil personas. De ahí esperan que salga una luz a la justicia para sus hijos. Una respuesta a preguntas que han girado en su cabeza por varios meses pero no ha transformado su deseos en saciedad.
Para Omar García, el joven estudiante que sobrevivió a aquella noche trágica de Iguala,  los cinco meses en que ha participado en la demanda para que regresen sus 43 compañeros, puede resumirse en la siguiente frase: “ha sido un tiempo de fracasos, pérdidas y aprendizaje”. Pese a la frustración por las pocas respuestas del gobierno estatal, primero, y del gobierno federal, después, él y sus compañeros mantienen la convicción de seguir adelante ante las adversidades que se yerguen a la vuelta de la esquina. Su lucha va.
Lejos de los micrófonos, del habla multitudinaria y las conferencias de prensa, Omar descansa en una oficina de radio en donde, junto a otros compañeros, leen noticias en internet y revisan lo publicado en redes sociales. Del “ya me cansé” al “ya superen Ayotzinapa”, reflexiona la historia de un combate por la “verdad, la reparación y la justicia”, librado en estos cinco meses de agitación.
Lo perdido. “Bueno, de lo ganado, casi nada en un sentido estricto de encontrar a nuestros compañeros”, advierte el estudiante que ha logrado ser la cara más visible del movimiento. Cierto. En más de cinco meses, aunque se colapsó la administración municipal de José Luis Abarca, el gobierno estatal de Ángel Aguirre Rivero y la renuncia del ex procurador de la república Jesús Murillo Karam, la investigación del caso ha sido cerrada sin que los jóvenes hayan sido presentados vivos o muertos.
Con base al testimonio de 5 sicarios, la desarticulación de una red criminal y la detención de 99 personas, se ha construido una “versión histórica” sin sustento jurídico que relata: a los 43 estudiantes los secuestraron, asesinaron y quemaron en una pira de ramas. “Reducidos a cenizas”, según la Procuraduría General de la República (PGR), la desaparición ha querido hacerse pasar, pese a las dudas que rondan en la opinión pública, como un asesinato perfecto.
Los supuestos ejecutores, al destruir toda evidencia, borraron la prueba de su delito. Pero al no haber delito, por no existir evidencia alguna de los cuerpos, la PGR ha recurrido a la confesión de los agresores para cerrar todas las líneas de investigación que los normalistas han pedido se extienda a otras instituciones. Por ejemplo, que el Ejército pudo haber participado en la ejecución de éstos.
Lo ganado. “Sí, hemos ganado que la población simpatizara con nosotros en gran medida”, reconoce el también vocero. Cierto. Durante estos cinco meses, el problema de las desapariciones forzadas y, en especial, los añejos problemas de esta escuela por mantenerse con vida, ha logrado despertar la solidaridad nacional e internacional. Mediante cientos de videos, protestas, mensajes, actos públicos, mítines, indignación, huelgas y movilizaciones, personas de todo el planeta demandan justicia.
Dicha solidaridad ha puesto en jaque al gobierno de Enrique Peña Nieto que, ante una aguda crisis de legitimidad, ha recurrido a medidas extraordinarias para poder lidiar los problemas de inseguridad del país. Entre ellas, estabilizar el número de personas desaparecidas que, ahora, se ha estacionado en 23 mil 615 expedientes abiertos. También, a finales de noviembre, se vio obligado a plantear un decálogo para abatir la inseguridad.
Por último, ha evidenciado internacionalmente las fallas y omisiones en materia de seguridad, aunque la mayoría del discurso, en los primeros años de administración, versara más en función a un paquete de “reformas” económicas, que, por ejemplo, abatir los bajos índices de desarrollo, la violencia que azota a varias regiones del país, la precarización laboral, etcétera.
Lo aprendido. “Hemos aprendido muchas cosas; hemos aprendido que sí se puede hacer un movimiento por una causa justa en el tema de la desaparición forzada. Que sí se puede poner en tela de juicio a las autoridades mexicanas. Que sí se puede pedir el apoyo internacional. Que sí se puede resistir a los intentos de soborno como lo han demostrado los padres. Que sí se puede resistir a todos estos intentos de estigmatización y de criminalización que ha hecho el gobierno a través de medios de comunicación como Televisa y Tv Azteca”.
Cierto. El pasado 26 de febrero, el representante del gobierno alemán para la Política de los Derechos Humanos y la Ayuda Humanitaria, Christoph Strässer y el embajador de Alemania en México, Viktor Elbling, pidieron perdón al pueblo mexicano por la venta de armas a un gobierno que viola los derechos humanos. Se había comprobado que el día y la madrugada del ataque, los policías municipales de Iguala y los miembros del grupo delictivo Guerreros Unidos, accionaron armas provenientes de ese país en contra de civiles; 6 de ellos murieron.
Previamente, una comisión de familiares de los normalistas de Ayotzinapa, participaron en las audiencias del Comité de Naciones Unidas contra las Desapariciones Forzadas (CED, por sus siglas en inglés), en Ginebra, Suiza. Ahí, mediante el testimonio de los hechos ocurridos, obligaron al Estado a comprometerse a elaborar lo que apenas se ha esbozado como la Ley General de Víctimas de Desaparición Forzada.
Con su presencia en Europa, México ha tenido que enfrentar la presión internacional para reconocer que sistemáticamente, éste ha participado en prácticas abusivas y violación  de derechos humanos contra la población. Por otra parte, el 2 de marzo, el Grupo Interdisciplinario de Expertos y Expertas de la CIDH, tomará partido para investigar las inconsistencias que la PGR podría haber cometido para dar con el paradero de los jóvenes.
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Don Margarito sabe que el tiempo ha ido abriendo unos senderos y cerrando otros. Al preguntársele por el futuro, las respuestas se prolongan. Si bien sabe que el caso de Jhosivani y el de sus otros 42 compañeros, es más visible que los de miles de personas que han sufrido los mismos dolores, también sabe que la lucha porque regresen a casa no se ha perdido.
A cinco meses de esa fatídica noche en Iguala, la moneda sigue echada al aire…
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