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En México se celebra Septiembre como el mes patrio, el mes por excelencia dedicado a la patria mexicana en el que tuvieron lugar hechos relevantes para su historia, algunos gloriosos y otros no tanto, que cambiaron el destino no sólo de México sino también de Estados Unidos y de España… “la guerra de Independencia, la invasión de Estados Unidos a México y el triunfo ante un intento de reconquista española“.
Pero la historia, como en todos los lugares
del mundo, ya sea porque no interesa, por los prejuicios o las plumas
tendenciosas hace que ciertos personajes queden sepultados en el olvido…
y México no iba a ser la excepción. Estos son algunos de esos
personajes que han quedado en el olvido.
El Conde Claudio Linati
Este genio italiano sólo vivió dos años en México, de 1825 a 1826, pero cambió la historia de México. Junto a Fiorenzo Galli y el poeta cubano José María de Heredia fundaron el diario “El Iris”. Además, con la ayuda de los litógrafos José Gracida y los italianos Carlo Satanino y Luigi Brotti de Scagnello, creó la primera litografía del México independiente, para bien o para mal.
A él se le debe la imagen del mexicano perezoso bajo un nopal, la mujer
tortillera (hace o vende tortillas), el hombre llevando cargas de
madera en su espalda, el oficial de los dragones (litografía del soldado
mexicano de 1825), al fraile Camilo, la dama elegante y las imágenes de
los padres de la patria
mexicana: Hidalgo, Morelos y Moctezuma.
El 4 de Febrero de 1826 el diario Iris publicaría la primera
litografía mexicana. Desafortunadamente el diario fue calificado muy
pronto, por amplios grupos sociales, como una publicación subversiva,
crítica y radical. Ante aquella situación, Claudio Linati decidió volver
a Bélgica, de donde había llegado cuando surgió la idea de invertir en
México. El periódico sólo publicó 40 números y la maquinaria pasó a
manos del ingeniero Carlos Serrano y la Academia de San Carlos. Cuando
regresó a Bélgica, publicó 48 litografías sobre la recién nacida
República Mexicana titulado “Costumes Civils Militaires et Réligieux de Mexique dessinés d’après Nature”
que captaba las esencias del arquetipo mexicano que aún perdura ante el
mundo. Aquí la litografía que hizo de Moctezuma, la primera en la historia.
En 1832 regresó a México pero sólo para morir de fiebre amarilla en
Tampico, Tamaulipas, donde tres años antes también padecieron de esa
fiebre los españoles que intentaban reconquistar México.
Manuel de la Peña y Peña
En México, puede que uno de los personajes más odiados sea Antonio López de Santa Ana,
que ha tenido siempre la fama de haber vendido medio país a Estados
Unidos después de la invasión estadounidense, concretamente más de
2.400.000 kilómetros cuadrados (los actuales California, Arizona, Nevada
y Nuevo México; Texas no entró en la compraventa porque ya era
independiente antes de la invasión).
Pero pocos saben o quizá la historia ha olvidado que quien realmente vendió dicho territorio fue Manuel de la Peña, presidente de México en 1848 -Santa Ana había renunciado meses antes a la presidencia-. Respecto a esta venta, firmada en el Tratado de Guadalupe-Hidalgo…
El que quiera calificar de deshonroso el Tratado de Guadalupe por la extensión del territorio cedido, no resolverá nunca cómo podrá terminarse una guerra desgraciada [...] Los territorios que se han cedido por el Tratado no se pierden por la suma de quince millones de pesos, sino por recobrar nuestros puertos, por la cesación definitiva de toda clase de males, de todo género de horrores, por consolar a multitud de familias [...] Demasiado sentimos ya la desorganización social, la inseguridad de las poblaciones y caminos, la paralización de todos los ramos de riqueza pública y la miseria general.
Se hizo creer que el Tratado se firmaba para terminar la guerra, la
realidad es que de esta forma consiguieron no perder más territorios,
Estados Unidos deseaba el istmo de Tehuantepec, Baja California y
Sonora. El expansionismo colonial estadounidense quedó claro en las
palabras del presidente Thomas Jefferson en 1786…
Nuestra confederación debe ser considerada como un nido desde el cual toda la América, la del Norte y la del Sur ha de poblarse. Así, tengamos buen cuidado, por el interés de este gran continente, de no expulsar a los españoles, pues aquellos países no pueden estar en mejores manos. Mi temor es que España sea demasiado débil para mantener su dominio sobre ellos hasta que nuestra población haya avanzado lo suficiente para ganarles el dominio palmo a palmo.
El aguador
Es de los personajes más pintorescos del México de los siglos XVIII y
XIX, un personaje que con una vestimenta muy particular -casi siempre
indígena- con recipientes de agua, iba de un lado a otro de las ciudades
y pueblos de México para limpiar fuentes, mitigar incendios y llevar
agua a las casas. Los novios le usaban de cartero para confiarle las
cartas de amor…
Según Jules Leclercq…
es un personaje que no he visto en otro sitio, ya que en cada ciudad mexicana los hay diferentes [...] Lleva unos pantalones de tela blancos y unas chaparreras de terciopelo o piel que no bajan más allá de la rodilla. Encima de la camisa se pone una chaqueta de cuero provista por detrás de un cojín destinado a sostener el chochocol, un cántaro de barro rojo que contiene la mercancía del aguador. Se cubre con una gorra de cuero y, con la ayuda de una correa que le pasa por la frente sostiene el voluminoso cántaro que le cuelga sobre la espalda, mientras que otra correa adaptada a la nuca sostiene el cántaro más pequeño que cuelga sobre el estómago; así los dos cántaros se equilibran. Imagino que el aguador llevaba su mercancía de la misma manera en tiempos de Moctezuma. Es uno de esos personajes que persisten a través de los siglos y evocan una antigua civilización.
El aguador tenía mucha confianza en la gente; para cobrar dejaba como
muestra de deuda una semilla de flor de boj en la casa donde dejaba
agua, para después, a la semana, contarlas y saber la cuenta en esa
casa. El avance de la tecnología lo dejó en el olvido… y sin trabajo.
Pedro de Ampudia
Quizá no sea tan relevante pero es la muestra de lo que fueron
algunos soldados y generales mexicanos durante la invasión de Estados
Unidos. Pedro de Ampudia lideró la defensa de la ciudad
de Monterrey, una batalla que comenzó el 21 de Septiembre de 1846, un
día después de que la ciudad celebrara 250 años de su fundación y que en
el último mes había tenido cuatro gobernadores debido a múltiples
problemas políticos -justo reflejo de cómo era México en aquella época-.
Pedro de Ampudia entregó la ciudad al ejército estadounidense liderado por el General Zachary Taylor
-el que luego sería el 12º presidente de Estados Unidos-. Cuando el
ejército estadounidense entró en Monterrey se encontró en cada casa una
trinchera, había fortines por toda la ciudad y la voluntad de sus gentes
para seguir luchando… sin los soldados, Monterrey sólo pudo aguantar
cuatro días. Pedro de Ampudia dijo más tarde que lo hizo para mantener
la dignidad de sus hombres, pues dejaron la ciudad rumbo a la vecina
Saltillo sin muchas bajas. En 1848 los estadounidenses se marcharon de
Monterrey cuando México les cedió los territorios actuales del sureste
estadounidense.
Hubo muchas batallas en esa guerra que se perdieron de esa forma,
incluso algunas del carismático general Santa Ana. En algunas batallas
parecía como si los generales desearan ser derrotados, algo que se
comprobó después: muchos generales mexicanos deseaban pertenecer a
Estados Unidos y la ayuda entre Estados dejó mucho que desear por el
centralismo del gobierno.
Colaboración de Edmundo Pérez (un mexicano de Monterrey)
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