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JUZGUE USTED "LAS TINIEBLAS" Francisco Castro Trenti

En la clausura del foro “Víctimas del Secuestro” celebrado el pasado miércoles en la ciudad de México, el presidente Calderón externó un enjundioso discurso (http://www.presidencia.gob.mx/prensa/presidencia/?contenido=48951), del que llamaron la atención algunas de sus expresiones.

Refiriéndose -obviamente- al secuestro, dijo “tenemos un enorme rezago que ha impedido que las autoridades estemos en el cumplimiento de una obligación elemental, que es el de saber cómo manejar estos casos en el país.”

Refiriéndose a las autoridades, dijo: “necesitamos una reconstrucción institucional en el país, empezando por las policías, por los Ministerios Públicos, por los jueces. En pocas palabras, necesitamos reconstruir la autoridad. Y no puede reconstruirse la autoridad si no hay una exigencia y un ímpetu ciudadano que pueda impulsar y reconstruir esa autoridad”.

Refiriéndose a las víctimas del secuestro, hizo propia la propuesta de Olga Wallace para elevar a nivel constitucional los derechos de éstas, en un plano igual a las que tienen los procesados, y abundó, en la parte más vibrante del discurso: “el careo corresponde a un paradigma de una realidad que no es ésta, porque hoy lo que debe pensar la Constitución y la ley, no es solo en el derecho del delincuente, sino en el de la víctima, que tiene derecho a no ver a quien lo secuestró, a que no sea reconocida por a quien está acusando, y a mantener su seguridad y su identidad hasta donde el Estado mismo sea capaz de garantizarla, y eso es algo que aun no existe en la ley”.

Concluyó el Presidente: “Creo que es tiempo de abrir un debate a fondo y en serio, sobre nuevos paradigmas, de lo que es el derecho de las víctimas en México, que aun no existe y debe existir, porque ya basta de carecer de derechos quienes sufren, y de tenerlos quienes cometen los delitos que más agravian a nuestra sociedad…que por estar indefensos ni denuncian ni quieren ir a un proceso tramposo a enfrentarse a alguien que además de tener las armas y dinero, tiene, además, muchas veces, la justicia de su lado, y a la ley protectora y garante, también de su lado. Es hora de que la ley se equilibre en favor de las víctimas en nuestro país.”

Y remató: “convoco a la sociedad a seguir denunciando, a seguir arrojando luz sobre las tinieblas del crimen, y esa luz es precisamente la denuncia.”

Fue, sin duda alguna, un muy emotivo discurso, que merecería un aplauso sonoro, que en términos beisbolísticos sería ‘standing ovation’…si estuviera en campaña.

¿Cómo puede el Presidente decir, iniciando su cuarto año de gobierno, que ‘el enorme rezago ha impedido el cumplimiento de la obligación de saber cómo manejar éstos casos -secuestro- en el país’? Con razón sobrada dijo Nelson Vargas al final de dicho Foro, “las autoridades se encuentran envueltas en la burocracia, la corrupción y la impunidad, pero principalmente se encuentran envueltas en el valemadrismo”.

¿Cómo decir, en el cuarto año de gobierno, que se requiere ‘una reconstrucción institucional’ de la autoridad? Por eso dijo allí mismo Alejandro Martí que es urgente modificar “las leyes oscuras y tramposas por otras transparentes y claras, y corregir los procedimientos penales y judiciales”, presentando, a la vez, una serie de propuestas -ante la evidente inactividad de la autoridad- que deben ser materia de análisis y discusión, cada una, por separado. Pero, ¿que, acaso, no había instruido el Presidente esa reconstrucción institucional al pronunciar el discurso inaugural el primero de diciembre de dos mil seis? En esa ocasión dijo, en el Auditorio Nacional (comentado en ésta columna, “Nueva esperanza”, Frontera, 8-12-6) que “las instituciones responsables de la seguridad pública requieren transformaciones profundas para incrementar sustancialmente su eficacia…instruyo que en un plazo no mayor de noventa días -PGR y SSPF- presenten un programa de seguridad para renovar los mecanismos de procuración e impartición de justicia…”… Entonces, ¿no funcionó la ‘reingeniería’ instruida, o no se hizo?

Además, ¿cómo que abrir el debate en su cuarto año de gobierno -claro, mejor tarde que nunca- sobre nuevos ‘paradigmas’, entre ellos el careo, para evitarle ésta pena a las víctimas? ¿Porqué hasta ahora? ¿Quién no pensó en las necesidades inaplazables, de alta sensibilidad social, a tiempo? Hace casi un año, -el 13 de octubre de 2008- entregué sugerencias al proyecto de Ley Federal Contra el Secuestro, que me fueron solicitadas; entre otros puntos señalé “paralelamente a las reformas colaterales, debe reformarse el artículo 20 constitucional en relación con las garantías del inculpado, para establecer, por lo que se refiere al careo con quienes depongan en su contra, que éste se practicará, solamente, si a criterio del juez resulta necesario, siempre y cuando no haya oposición del Ministerio Público; al respecto, debe reformarse el Código Federal de Procedimientos Penales para que, cuando se considere necesario el careo y así se autorice, se celebre con todas las garantías para la víctima en cuanto a no ser de ninguna forma identificado por su careado.”

Dicha ley, como tal, aun no está vigente, pero ¡cómo ha servido para discursos!. Por eso, caben bien las frases pronunciadas por Nelson Vargas refiriéndose a las autoridades; primero, aquella de ‘no tienen madre’ y, ahora, la de ‘valemadristas’.

No cabe duda de la espectacularidad de la frase presidencial “arrojando luz sobre las tinieblas del crimen”, convocando a la sociedad a ello a través de la denuncia, pero, está claro -también- que se ignoran los planteamientos oportunos, precisos y concisos, de la sociedad.

Toda reingeniería reconstructiva de instituciones y dependencias resulta inaplazable y urgente ante la ineficacia y la incompetencia manifiesta, de la que se tiene conocimiento, sin duda, al inicio de cada gestión gubernamental; en consecuencia, esas ‘profundas transformaciones’ deben ser prácticamente inmediatas, en los albores del ejercicio. Salvo que no se conozca del tema.

Cuando las reingenierías se dan con el paso del tiempo es porque se llega a aprender, y así, el tiempo pasa y se acaba, para que llegue otro igual, a aprender. Pero así como las hay reconstructivas, también las hay destructivas, pulverizando las dependencias e instituciones por inexperiencia pero, sobretodo, por incompetencia. A ésta clase de inservidores no solo se les habría de despedir, sino fincar responsabilidad penal, al devengar sueldos y canonjías inmerecidas, en detrimento del patrimonio del Estado pero, sobretodo, en agravio de una sociedad que reclama resultados.