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El profesor Monedero es, dentro del PODEMOS español, acaso el más
interesado en Latinoamérca, incluso es uno de los pocos europeos que conoce, menciona, se inquieta por lo que ocurre no solo en Venezuela sino en México y en otros países del área.(Alberto Sladogna)
Gente que odia también en Venezuela
por Juan Carlos Monedero
(
tomado de su blog: comiendo tierra)
Nunca escarmentamos en cabeza ajena. Quizá por eso los ricos cada
vez son más ricos y los pobres cada vez más pobres. Ya en el siglo XVI se
preguntó un joven francés por qué los pobres escogen a sus verdugos. Le echó la
culpa a la rutina. En Venezuela rompe la rutina un helicóptero robado y
pilotado por un golpista que dispara contra el Tribunal Supremo de Justicia,
unos opositores que prenden fuego vivo a un chavista, gente que odia tanto a
Maduro que disparan desde las ventanas de las urbanizaciones caras y matan a
los suyos, gente que incendia hospitales, escuelas, centros culturales y le
prende fuego a toneladas de comida y luego se manifiesta diciendo que faltan
alimentos. A ellos nunca.
Cuando Ulises y su tripulación llegaron a la isla de la hechicera
Calipso, el problema no fue la hermosura del paisaje o la suculencia de los
manjares, sino que la búsqueda de la patria había sido derrotada por la
desmemoria. La maldición del olvido detiene el viaje. Sin
memoria no hay proyecto y sin historia la nave se queda parada en un lugar sin
gloria. En Venezuela llevan más de diez años repitiendo un manual de
guerra escrito en las cancillerías imperiales. Y porque no entienden que les
falle, redoblan el odio.
Ocurrió en España en julio de 1936, cuando las potencias occidentales decidieron abandonar a la II República argumentando que se había escorado a la izquierda. Ocurrió en septiembre de 1973, cuando las democracias occidentales decidieron abandonar al Chile de Allende y el Frente Popular porque la guerra fría dictaba sus claves. Lleva pasando en Venezuela desde diciembre de 1998 cuando Hugo Chávez rompió la maldición que condenaba a la soledad a Venezuela y a América Latina y el “mundo libre” entendió que la libertad no se comparte con las mayorías.
Ocurrió en España en julio de 1936, cuando las potencias occidentales decidieron abandonar a la II República argumentando que se había escorado a la izquierda. Ocurrió en septiembre de 1973, cuando las democracias occidentales decidieron abandonar al Chile de Allende y el Frente Popular porque la guerra fría dictaba sus claves. Lleva pasando en Venezuela desde diciembre de 1998 cuando Hugo Chávez rompió la maldición que condenaba a la soledad a Venezuela y a América Latina y el “mundo libre” entendió que la libertad no se comparte con las mayorías.
El modelo neoliberal no aguanta. Por eso cada vez está más
violento. Y por eso las victorias cada vez son más luminosas.
Ahí está Lenin Moreno en Ecuador y Evo Morales en Bolivia. Ahí
está también Jeremy Corbyn en Gran Bretaña, Bernie Sanders en Estados Unidos,
Podemos en España, como señales que avanzan frente a la decadencia de Theresa May,
la insania de Donald Trump o la corrupción de Mariano Rajoy. Ahí están
igualmente los pueblos alzados de América Latina enfrentados al
corrupto Temer en Brasil, al envilecido Macri en Argentina, al peluche
Peña Nieto en México o al mentiroso de Santos en Colombia.
Y también están en
las calles de Santiago defendiendo el Frente Amplio o en las calles de
Caracas sosteniendo el gobierno de Nicolás Maduro porque saben que los
corsarios de la oposición vienen con cuchillo en la boca y pasaporte
norteamericano.
Claro que hay problemas en Venezuela. También en México, donde
asesinan a periodistas pero eso al PP no le importa. En Caracas hay un choque
de legitimidades: el Legislativo no reconoce al Ejecutivo, y el Ejecutivo busca
salidas constitucionales que todavía tiene que explicar mejor. También en
España hay un choque de legitimidades. El gobierno catalán no reconoce la
Constitución española ni las órdenes emanadas del gobierno. El gobierno de
Rajoy apela a la ley en España. Calla sin embargo cuando la oposición comete
actos de terrorismo en Venezuela. La oposición venezolana está buscando
un golpe de Estado como en España en el 36, en Chile en el 75, en Venezuela en
2002. ¿Por qué calla la OEA? ¿Por qué calla Estados Unidos? ¿Por
qué calla España? Solo hay una explicación: tienen una comunidad de
intereses con los terroristas venezolanos. Ni siquiera con la oposición, porque
no toda la oposición es golpista. Y por eso tienen que desmarcarse de la
violencia. Es impensable que en España alguien contrario al gobierno pudiera
impunemente, en nombre de la libertad, robar un helicóptero y lanzar granadas y
disparar contra instituciones del Estado. Sería señalado como un intento de
golpe de Estado y como un acto de terrorismo. La Unión Europea se pronunciaría.
Las policías se pondrían en alerta para detener a los terroristas. Pero Almagro
calla, Rajoy calla, Trump calla. Igual se han callado cuando criminales mandan
a muchachos a asaltar cuarteles militares en Venezuela. ¿Qué comparten los que
callan con los golpistas?
Primero se llevaron a los judíos, pero como yo no era judío no
dije nada… Así explicó el clérigo Martin Niemöller el nazismo. Cuando se dieron
cuenta era demasiado tarde. Cualquier demócrata que calle ante lo que está
sucediendo en Venezuela está comportándose como aquellos temerosos alemanes.
Sólo hay una solución en Venezuela: paz, diálogo y respeto a la
ley. Y las llamadas instancias internacionales debieran ser garajes del
diálogo. Para que los opositores que están anegando una salida democrática -que
no son todos los que se sienten contrarios al gobierno de Maduro-, tengan que
saber que en ningún lugar del mundo pueden tener favor ni apoyo. Cada vez que
un gobierno recibe a golpistas, cada vez que un gobierno silencia actos
terroristas, cada vez que una democracia mira para otro lado ante actos
contrarios a la democracia, cada vez que toleramos en Venezuela la quema de
instituciones, la violencia callejera, los asesinatos, el asaltos a
instalaciones militares, los actos de sabotaje, el desconocimiento de las
leyes, nos estamos haciendo un enorme daño a nosotros mismos. Porque esa gente
que odia terminará llevando su odio a todos lados.
Es legítima y necesaria la oposición a cualquier gobierno. Pero
cuesta demasiado levantar una democracia para no darnos cuenta de que hay en
marcha un intento claro de tumbarla en Venezuela. Y si cae Venezuela, los
autoritarios de siempre en América Latina creerán que les ha llegado la hora de
la venganza. Porque siempre han creído que el poder les pertenece.
Ha pasado en muchos otros lugares en otros muchos momentos de la
historia. Hay gente en Venezuela que quiere salir del gobierno de Nicolás
Maduro con un golpe de estado, con una guerra civil como en Libia o en Siria,
con un golpe parlamentario como en Brasil. Es momento de que cada demócrata del
mundo deje claro que eso no puede ocurrir con su silencio. Quien no abogue por
el diálogo en Venezuela está jaleando a terroristas. A gente que odia. Y en
España hemos sufrido suficiente como para no estar alertas contra ese odio que
no atiende a razones.
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