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Las elecciones en Ecuador: una batalla geopolítica de las dimensiones de Pichincha

Las elecciones en Ecuador: una batalla geopolítica de las dimensiones de Pichincha
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Por : Miguel Angel Barrios
En las elecciones de la segunda vuelta en Ecuador, entre el gobernante Alianza País, contra CREO, liderado por el banquero Guillermo Lasso se ponen en disputa la No-Patria contra el legado de la Patria de Rafael Correa. Estas elecciones toman la dimensión de la batalla de Pichincha de la primera independencia entre el candidato Lenin Moreno y el balance del proyecto político de Rafael Correa y el banquero neoliberal Guillermo  Lasso. Aquí no dudamos en afirmar que sólo  con el triunfo de Lenin Moreno encontraríamos fundamentos a la continuidad y a la herencia de Correa, por un Ecuador inclusivo y constructor de la Patria Grande, en la batalla decisiva para nuestra independencia definitiva.
Es decir, no vemos al acto electoral como una simple alternancia, sino como el camino que decidirá  el destino de la Patria Grande en una etapa difícil de nuestra historia. La actualidad es únicamente  comprendida desde la actualidad histórica, no desde la actualidad en sí misma, porque la actualidad es un diálogo y una lucha pasado-presente-futuro y futuro-presente y pasado, y la política es la continuación de una lucha lejana.
Por eso, para entender qué se juega en Ecuador, realizaremos un itinerario de esa actualidad desde el Ecuador raíz al Ecuador futuro. O sea, comprender a Rafael Correa desde la historia misma de Ecuador, para no quedar enredados en las trampas comunicacionales de los medios de desinformación.
El 24 de mayo de 1822, el Mariscal José  Antonio Sucre derrota a los realistas en las faldas de Pichincha, Esta batalla definió  el rumbo definitivo  de las guerras libertadoras y el destino del Libertador Simón  Bolívar. Sin Pichincha, no hay Ayacucho.
Y de alguna manera, decidió  a San Martin a materializar la famosa entrevista de Guayaquil con Bolívar, donde no existe ningún  secreto, más que el acuerdo de los Libertadores para que prosiga Bolívar  hasta el final conduciendo el ejército  libertador, ya que San Martin no contaba con el apoyo de la ciudad puerto de Buenos Aires. Fue una auténtica batalla suramericana y geopolíticamente existe un antes y un después de Pichincha en la primera independencia.
Hablamos de primera independencia, porque el triunfo del Libertador Simón  Bolívar se tradujo en una independencia política pero no en una independencia integral. Una independencia integral sólo se hubiera dado si el resultado del Congreso de Panamá creaba una “Nación  de Repúblicas”. Sin embargo su fracaso trajo como consecuencia la muerte “del General en su laberinto” de Bolívar el 17 de diciembre de 1830 y en el exilio de San Martin el 17 de agosto de 1850. El resultado político fue la fragmentación. Nos transformamos en una Nación  inconclusa, con el nombre de “Estados nación”, con constituciones, códigos, “ejércitos”, “doctores”, pero en verdad y en esencia, iniciamos un “orden neocolonial”, como republiquetas agromineras exportadoras, es decir como periferias de los centros mundiales exportadores de materias primas.
Desde 1830 a 1880, América  Latina fue un suburbio del mercado mundial. Nada quedaba de Bolívar y de San Martin.
Signo de los nuevos tiempos fueron las creaciones de Estados débiles y sujetos a caudillos, que perdieron su visión  amplia al desaparecer el Libertador, para convertirse en caudillos de comarca, -ya no cabía otra posibilidad-, como el general venezolano Juan José  Flores, figura indiscutida del Ecuador que sobrevivió a Bolívar en la primera mitad del siglo XIX. El floreanismo es la transición  suramericana, desde nuestros espacios geopolíticos de la dependencia de España a la dependencia del mercado mundial y al caudillismo con fuerte clientelismo en una geopolítica de patria chica.
Sin embargo, Ecuador logró  una excepcionalidad rara, cuando en la siguiente etapa de la historia de nuestros países se enfrentaron los partidos conservadores y liberales. Los liberales representaban al puerto y era intermediarios comerciales de los imperios contra los conservadores, vestigios feudales, terratenientes, oscurantistas católicos  en muchos lugares de la España de la decadencia.
Sin embargo, en Ecuador apareció una rara singularidad en la figura de Gabriel García  Moreno. Es inentendible García  Moreno sin la ferocidad de la época -lo mismo ocurre con la figura polémica en Argentina de Juan Manuel de Rosas o del Dr. Carlos  Antonio López  en Paraguay. Pero García  Moreno unió  lo nuevo con lo viejo, es la síntesis de la historia vieja y nueva, tan necesaria, como el  embarazo  para un parto. Con su disciplina y siendo un jesuita laico militante-de ahí su originalidad, sólo comparable en América  del sur con el Dr. Gaspar Rodríguez de Francia del Paraguay, otro jesuita laico y constructor del Paraguay-. García Moreno integró  y unificó la patria chica, afirmó  la personalidad internacional del Ecuador, en síntesis es el modernizador -endógeno- y el consolidador del poder estatal en Ecuador. Pero no podemos obviar también que encaró la batalla más importante que nos espera, la batalla por la educación a partir de la escolarización.
Pero el siglo XIX sería  incompleto sin la irrupción  de la más grande figura, nos referimos a la figura cumbre del General Eloy Alfaro. Por supuesto que la aparición de Eloy Alfaro se da en los marcos del modelo primario exportador, cuando la globalización tomaba un rostro liberal. Y ningún país latinoamericano podía dar un mal ejemplo. El último  bastión era exterminado durante 1865-1870 en la mal llamada guerra de la Triple Alianza, en verdad guerra de la triple infamia, contra el Paraguay industrial de los López (que culmina en Cerro Corá con el asesinato del Mariscal Francisco Solano López  el 1 de marzo de 1870).
El auge de la exportación  del cacao y paradójicamente como ocurre en la historia, el beneficio económico favorecía a un sector de la costa de comerciantes y banqueros que tenían la dirección  del partido liberal. No se puede desconocer que sectores del campesinado costeños y sectores medios empiezan a ser actores, dentro de un Estado que lentamente empieza a ser inclusivo y al que García Moreno le otorgó  el voto y a los que Eloy Alfaro incluye en un proyecto nacional. El General Eloy Alfaro es el definitivo constructor del Ecuador abierto al siglo XX.
Las primeras décadas del siglo XX son etapas donde un liberalismo político-económico plutocrático margina a los sectores populares. Ya nada quedaba de la Patria Grande.
Es importante señalar que en la transición  del siglo XIX al XX, aparecía en el Uruguay el “Ariel” de José  Enrique Rodó, un libro de literatura social de afirmación hispanoamericana de la “Magna Patria” en el sentido bolivariano. De alguna manera ésa era la respuesta por afuera de los partidos políticos del fraude de reponer a Bolívar  en el siglo XX y a su programa continental en el centenario de las independencias. El arielismo es la primera generación antiimperialista latinoamericana con la inclusión de Brasil. Bolívar y San Martin eran hispanoamericanos, no incluían  a Brasil en la Patria Grande, ya que estaban en la órbita  del imperio inglés. Su figura rutilante fue el argentino Manuel Ugarte quien plantea la Patria Grande, es decir los Estados Unidos del sur, cuyo antecedente había sido José Martí, el último Libertador.
Con el “Ariel” de Rodó se empezó  a ver desde las juventudes latinoamericanas a Estados Unidos como un país antagónico, plutocrático y materialista en la figura de Calibán. Una de las alarmas que apareció en Ecuador -1916- dentro del arielismo ecuatoriano, fue la obra: ¿Imperialismo o Panamericanismo?, escrita por Agustín Cueva.
La revolución juliana de 1925 expresa las limitaciones del modelo agroexportador, sus primeras fisuras como consecuencia de la crisis de la primera guerra mundial y las reformas que impulsan los militares cuestionando el modelo de viabilidad económica de Ecuador, a través  de la figura de Isidro Ayora, limitando con reformas fiscales el poder de la banca y fundando el Banco Central. Y la Constituyente de 1928 realizó  importantes reformas legales, entre las que se cuenta el voto de la mujer.
Luego, nuevamente la ofensiva liberal, -como ocurrió con la primera caída  de Ibañez en Chile, de Yrigoyen en Argentina, la crisis del Estado Novo en Brasil- y el surgimiento de los movimientos nacionales populares en América  Latina, cuyos protagonismos importantes fueron el peronismo y el varguismo. La figura de José  María  Velasco Ibarra en Ecuador y sus cinco presidencias, lo convierten en una figura política latinoamericana. Encontramos en la imagen de Velasco Ibarra similitud con la del caudillo uruguayo, Luis Alberto de Herrera. Doctor, de origen patricio, hispanoamericano y arquetipo de la figura del caudillo. El doctor Velasco Ibarra supo darle al Estado una acción  creadora, reflejada en puentes, edificios escolares, entidades de promoción, carreteras, la restauración  de las libertades del sufragio, la  promoción  de la enseñanza secundaria para la mujer, el fortalecimiento del sentido nacional, la fundación de escuelas. Su figura controvertida no le quita espacio al enorme lugar que ocupa en la historia de Ecuador.
El 15 de enero  de 2007 se posesionó como presidente constitucional del Ecuador, el Dr. Rafael Correa Delgado. Ecuador venia de traspié  en traspié. Era un país que se había quedado sin rumbo e incluso los partidos políticos empezaron a implosionar. Y hasta un presidente fue depuesto, entre otras cosas, por “loco”; ese era el nivel de desorientación estratégica  del país. Ecuador se había dolarizado y su territorio era asiento en Manta de bases militares de Estados Unidos. Los presidentes cambiaban a la orden del día, mientras la oligarquía financiera era la que tenía el poder.
Una oleada latinoamericana recorría la Patria Grande, con el Comandante Hugo Chávez como geopolítico impulsor de la Unasur y de la CELAC, con base en el Mercosur, con el firme apoyo de Lula de Brasil y Néstor Kirchner de Argentina.
Ecuador se reencontraba nuevamente a partir de Rafael Correa con su origen latinoamericano. Porque en verdad Ecuador es hijo del fracaso de la Gran Colombia. Y Correa en plena oleada globalizadora imperialista encuentra en la integración  latinoamericana a la nación inconclusa, une nuevamente a Flores con Bolívar, ensambla a García Moreno con Eloy Alfaro, enlaza a la revolución juliana con Velasco Ibarra, para transformarse él en la síntesis superadora del Ecuador suramericano de la revolución ciudadana. Lo nuevo y lo viejo quedaban superados, por primera vez.
Estos logros son los que están en juego hoy en la segunda vuelta en Ecuador, para nosotros la Pichincha del siglo XXI, porque de ella depende el significado político e ideológico del destino  geopolítico de nuestra integración. Rafael Correa se transforma, por los rumbos de la historia, en  el “Ariel” político que nos convoca para decidir si seremos y somos o si no seremos.
Destacamos de sus logros sintetizadores y totalizadores lo siguiente:
  • Superó  los desafíos  y limitaciones que imponía  la geografía sobre la política. Un país donde la cordillera de los Andes pasa por el medio y separa la costa del interior. Entonces la sociedad se divide entre la costa, la sierra y la selva; entre los ricos, los pobres y los más pobres.
  • Recuperó  la autoridad y credibilidad de la política y de la conducción  del Estado en un país imposible de gobernar con autoridades débiles.
  • Realizó la revolución educativa y meritocrática más  importante de América del sur, fortaleciendo los estudios académicos y los concursos docentes de nivel primario.
  • Impulsó una política de seguridad ciudadana con indicadores de homicidios claramente en descenso cada cien mil habitantes. Era uno de los países de mayor tasa de homicidios al llegar a la presidencia.
  • En el aspecto geopolítico interno fue muy importante por primera vez en la historia de Ecuador la construcción de carreteras y autopistas de primer nivel, comunicando fluidamente ahora, cuatro regiones bien diferenciadas: Amazonia, centro, costas e islas.
  • La construcción  de un sistema de defensa ante fenómenos naturales como el del Niño, es un ejemplo a destacar, que hace que Ecuador no se inunde como Perú.
  • Una audaz política externa, asilando a Julián Assange en la embajada de Ecuador en Londres, apareciendo como actor político mundial y expulsando de la Base de Manta a los marines norteamericanos.
  • Una geopolítica de apuesta a la integración suramericana, a tal punto que la sede de Unasur se halla en Quito.
La revolución ciudadana fundó un Ecuador para todos y un Ecuador suramericano, que libra su batalla. Como aparente casualidad y en verdad la historia tiene su causalidad, un 2 de abril. Como cuándo la Argentina iniciaba la gesta de Malvinas en 1982. El 2 de abril de 2017 se juega la continuidad de la Patria Grande, y por eso Rafael Correa nos convoca como el “Ariel” de Rodó a esta batalla similar a la epopéyica de Pichincha.

PROF.DR MIGUEL ANGEL BARRIOS – ARGENTINA
DOCTOR EN EDUCACIÓN
DOCTOR EN CIENCIA POLÍTICA
AUTOR DE MÁS DE VEINTE OBRAS DE POLÍTICA LATINOAMERICANA Y CONSIDERADO POR LA CRÍTICA COMO UNO DE LOS REFERENTES DEL PENSAMIENTO LATINOAMERICANO

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