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En comunidades triquis una niña cuesta $40 mil; “cuando se cierra bien el negocio”, hasta $150 mil

Por:  / 22 agosto, 2015
niñosvendidos
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(22 de agosto, 2015. Revolución TRESPUNTOCERO).- Dentro de los usos y costumbres pertenecientes a la comunidad triqui, existen algunos actos calificados, por defensores de los Derechos Humanos de la Infancia como ‘nocivos’, uno de ellos es aquel que versa que para que un hombre pueda tener a la mujer o niña que quiera debe dar a los padres la cantidad que ellos determinen, esto determinado por el estado físico y de salud de las mujeres, entre más jóvenes y “llenitas” son más caras.
Según investigaciones realizadas por algunas organizaciones defensoras de los derechos humanos, se ha descubierto que en los campos agrícolas de Sinaloa y de Sonora los triquis ofrecen a sus hijas con los jornaleros, para que las familias tengan dinero y puedan subsistir, además con ello contar con algunos recursos para poder comprar terrenos y ganado.
De acuerdo al Instituto Nacional de las Mujeres las niñas son vendidas desde los 10 años, cuando las menores tienen su primera menstruación son ofertadas, en ocasiones son los hombres quienes buscan a los padres, otras más los padres buscan a los novios para ofrecerlas.
En las comunidades triquis una niña entre los 10 y 14 años cuesta un cartón de 24 cervezas (o los que determine el padre) y 40 mil pesos o en otras ocasiones ‘cuando se cierra bien el negocio’, hasta 100 o 150 mil pesos, las familias aseguran que lejos de representarles un delito, es una tradición.
Diversos informes de organismos defensores de Derechos Humanos, han calificado a la violencia que viven las mujeres indígenas, como “horrorosamente apabullante”, y las circunstancias se complican cuando se trata de la padecida por la infancia femenina la cual es un “foco rojo”.
Las menores indígenas a muy temprana edad son obligadas a contraer matrimonio e iniciar una vida sexual, que incluye violencia física y psicológica por parte de quien la compra y se convierte en esposo.
Cotidianamente las niñas son víctimas de este delito, siendo los padres y padrastros los principales agresores, quienes golpean y amenazan a las madres que se encuentran en desacuerdo para evitar así la denuncia, aunque generalmente a ningún familiar le parece un delito, mucho menos un daño a la menor, pocos casos se logran denunciar y nunca lo hace un miembro de la familia.
Concretada la unión, por parte de los padres de la niña y el hombre que la pide,  ésta muchas veces es adelantada por los progenitores de la menor, con la intensión que exista mayor rapidez en la entrega de la dote (dinero y alcohol). En muchas regiones del estado de Oaxaca y principalmente en la zona Triqui se acostumbrado, lo que se ha calificado como ‘una mala práctica’, que surge desde la primer educación de las niñas, a quienes las madres les enseñan y preparan para las cuestiones del matrimonio a temprana edad, según explica a Revolución TRESPUNTOCERO el Visitador General de la Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca (DDHPO), Juan Rodríguez Ramos.
Rodríguez Ramos explica que en dichas regiones se entregan niñas, a hombres adultos, que incluso le triplican la edad, y asegura que el pago (además de productos como cervezas y refrescos), es una cantidad monetaria no establecida, que depende de ciertas características de la niña; según informes de la DDHPO se tiene conocimiento que entre más jóvenes sean, más alta es la cantidad que se paga por ellas y van desde los 40 mil hasta los 100 o 150 mil pesos.
Las comunidades en la que persiste esta tradición son: San Miguel Copala, Guadalupe Tilapa, Llano de Nopal, Llano Aguacate, Yutasani y La Ladera, Unión de los Ángeles, Coicoyán de las Flores, San Martin Peras, Duraznos, además de San Juan Copala, La Sabana Copala, Yosoyuxi y Rastrojo Copala, principalmente.
Aunque dicha ‘mala práctica’, también llamada ‘tradición’, es propia de la comunidad indígena triqui, se puede percibir en distintas partes de la República, esto debido a que muchos miembros se encuentran dispersos a lo largo del país, así es como se identifican casos de intercambio.
“Concretamente en la zona centro y norte del país se puede observar la acción de intercambio, ya que son migrantes triquis que han formado comunidades. Nosotros tenemos información de cómo el Instituto Oaxaqueño de la Mujer, ha realizado algunas acciones tendientes a concientizar sobre los derechos de los niños, niñas y adolescentes, esto debido a la urgente necesidad de promover el respeto a la niñez y eliminar toda discriminación contra la mujer, pero no ha sido suficiente, ya que la práctica sigue persistiendo”, sentencia Rodríguez Ramos.
Explica que se necesita mayor interés en el tema por parte de gobierno estatal, federal y de los medios de comunicación, ya que a su parecen no han tenido la voluntad de hacer pública esta grave problemática, esperando que de hacerlo se pueda influir en la disminución, con miras a la erradicación “de este delito, incluyendo como estrategia la educación en las escuelas, como mecanismo para concientizar a padres y alumnos, que se den cuenta que por más arraigada, dicha acción afecta fuertemente a una población sumamente vulnerable, como lo es la niñez femenina”, comenta el Visitador General.
En caso que las autoridades descubran por medio de una denuncia que una niña fue intercambiada, existe la posibilidad que no se le devuelva sus padres, porque se da un delito de tipo sexual que afecta el desarrollo armónico de la libertad sexual de los menores y si se puede intervenir jurídicamente.
Aunque no es común que se realicen denuncias sobre dichos casos, las hay. El caso más reciente a cargo de la DDHPO fue el de una menor que al conocer que sus padres habían cerrado el pacto para entregársela a un hombre mayor, como pago de una deuda que no pudo saldar su madre, escapó a casa de amigos de la misma comunidad, quienes sí denunciaron el hecho.
Después de una serie de acciones por parte del organismo, la niña fue protegida y actualmente se encuentra en el DIF recibiendo acompañamiento, terapia psicológica, educación y alimentación, así cuando sea mayor de edad dejará el albergue y decidirá si regresa a su comunidad o se muda a otra región.
Rodríguez Ramos explica que después de una denuncia ante Ministerio Público y Organismos Civiles de Derechos Humanos, es probable que si una niña quiere regresar con sus padres, ellos la rechacen, e incluso la maltraten físicamente como se ha demostrado en algunos casos, es por ello que es preferible que sean ONG’s quienes se hagan cargo de su educación, alimentación, atención psicológica y un techo por medio de un albergue.
Las principales consecuencias que padecen las niñas que son intercambiadas, a decir por el Visitador General de la DDHPO, es en un primer momento la interrupción de un proyecto de vida que como niñas y mujeres tienen que disfrutar según sus etapas de desarrollo, se evita a temprana edad su educación, ya que están destinadas a ser esposas que laboren en los quehaceres del hogar y por lo tanto ‘no tiene caso que estudien’; en un panorama social no se desarrollan en igualdad de circunstancias que los hombres, además de ver quebrantado su desarrollo psicoemocional, ya que ha muy temprana edad se les impone obligaciones que como niñas no les corresponde, como lo es practicar su sexualidad, sin dejar de mencionar la nula libertad de desplazarse libremente.
“No tienen permiso de desarrollar algún tipo de actividad que sea de su interés y son condenadas a una vida precaria, donde estén generalmente se encuentran sometidas a una cotidianidad de violencia física y emocional, es así como muchos de sus derechos son vulnerados y destruidos. Es por ello que al Estado Mexicano le hace falta adecuar nuestra legislación local y nuestra legislación nacional a los tratados internacionales para evitar determinadas formas de humillación contra la mujer, es necesario empatar nuestra legislación a la Convención de los derechos de los niños niñas y adolescentes”, asegura Rodríguez Ramos.
Sobre la venta de menores de edad, miembros de una comunidad triqui consultados porRevolución TRESPUNTOCERO, aseguran que hay familias que deciden no tomar en cuenta dicha ‘tradición’, asegurando que para ellos el matrimonio es un ritual importante, pero también lo son las jóvenes, quienes después de los 18 años son libres de casarse con quien deseen, siempre y cuando “el joven sea quien pague la boda en los términos que los progenitores de su prometida lo pidan”.
Asimismo dan a conocer que aunque son pocos los que se atreven ayudar a las niñas que deciden huir, lo hacen porque saben que ellas terminarán siendo golpeadas y humilladas, pero si los descubren las autoridades de su comunidad puede castigarlos. En el caso de algunas familias desplazadas, aceptan que sean las jóvenes quienes opten por decidir el momento del matrimonio, asegurando que no por ello la práctica de intercambio de niñas y adolescentes se detenga, porque continua gracias a que comunidades enteras siguen haciéndolo año con año.
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