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“Ya valiste verga”; policías de Jalisco desesperados por no conseguir declaraciones torturan y dan toques en genitales a colombianos

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(03 de octubre, 2017. Revolución TRESPUNTOCERO).- Un sábado 12 de octubre de 2013, aproximadamente a las once horas, Rubén se reunió con Mario para ir a desayunar. Rubén iba en compañía de su esposa e hija y Mario iba solo, este último acababa de llegar de la Ciudad de México, a donde había arribado el 20 de junio de 2013 procedente de su país natal. Este dato es relevante debido a que las autoridades mexicanas lo acusan de haber cometido un robo el 13 de agosto del 2012; sin embargo, como se advierte, en esas fechas él ni siquiera se encontraba en el país.
Los cuatro se fueron a desayunar a un restaurante ubicado por la avenida Río Nilo en la colonia Jardines de la Paz (Guadalajara, Jalisco), sin imaginarse lo que estaba por acontecer. Cuando salieron del restaurante, Rubén refirió que iría con Mario por el vehículo para que su esposa e hija no caminaran y, mientras Rubén intentaba cruzar la avenida Río Nilo, Mario sintió que alguien lo jaló con tal fuerza que lo tiró al piso. Ahí tirado, fue puesto boca abajo por una persona que se había colocado encima de él y le ordenaba que pusiera las manos hacia atrás.
Rubén no pudo cruzar la avenida, pues de inmediato llegó otra persona y le apuntó con una pistola, por lo que éste levantó las manos y refirió “no estamos haciendo nada”. Cuando las personas que los interceptaron escucharon su acento dijeron: “bingo” “ya valiste verga” y comenzaron con más insultos hacia ellos, Rubén y Mario manifestaron que acababan de salir de desayunar con la familia, pero estas personas (policías) respondieron que si querían que los ayudaran tenía que ser “en caliente”, es decir, rápido y antes de que llegaran más policías. Como no aceptaron caer en esta extorsión, efectivamente al lugar llegaron más patrullas llevándoselos detenidos, sólo por el hecho de tener acento colombiano, describe un testimonio retomado por Revolución TRESPUNTOCERO, de la investigación realizada por el Centro de Justicia para la Paz y el Desarrollo (Cepad).
Organización para la cual, la tortura sigue siendo un tema toral, “por ser su práctica un lacerante y profundo agravio para la víctima, pero también para la comunidad humana en general”, explica. Cepad, ofrece una ampliación y profundización del entendimiento sobre la tortura en Jalisco, a través de dicho caso, “que evidencia que se siguen utilizando algunos métodos cuyo origen deviene de siglos atrás, así como una aparente complicidad que existe entre las distintas instituciones de los diferentes poderes del gobierno para tolerar la comisión”, indica. Aseverando que, en Jalisco, la tortura es sistemática, generalizada y estructural.
Los policías llevaron a los extranjeros a las instalaciones de la Fiscalía General de Jalisco; cabe señalar que el trayecto en vehículo debió haber durado aproximadamente 18 minutos; sin embargo, el trayecto duró 5 horas con 55 minutos. “Por ende, se violó el principio de inmediatez de la puesta a disposición de un detenido, que consiste en que toda persona detenida en el momento de la comisión de un delito debe ser puesta inmediatamente ante la autoridad correspondiente que se encuentre más cercana”, señala Cepad.
Respecto a lo anterior, el Juez de Primera Instancia señaló en la sentencia que emitió, que “esta acción fue responsabilidad de los policías que llevaron a cabo la detención, es decir, de José Lucio Campos Gómez y Javier Alejandre Blancas, quienes entonces eran policías municipales de Guadalajara, que se encontraban a cargo de la unidad G-6039”. En la recomendación que emitió la CEDHJ no se señaló como responsables a estos dos policías, ni tampoco son señalados por ellos y, por otra parte, Rubén y Mario refieren que su detención fue por varios policías y no por dos.
Desde su detención, Rubén y Mario estuvieron expuestos a tortura, pues al momento en que fueron detenidos, sufrieron golpes, patadas, aventones, empujones, insultos, colocación de aros aprehensores, entre otros.  Durante el trayecto de más de cinco horas, los policías golpeaban a Mario con un palo en las rodillas, de igual forma, el hecho de que haya durado tanto tiempo el traslado sin ninguna causa que lo justificara, constituye un acto de tortura psicológica, ya que genera incertidumbre, angustia y miedo, menciona Cepad.
Antes de llegar al domicilio de la Fiscalía General, Rubén y Mario fueron trasladados a un lugar al que los policías le denominaban zona 6. Ahí, sin haberles dicho el motivo por el que fueron detenidos, ni haberlos presentado ante un ministerio público, les tomaron sus huellas y sus datos personales.
Horas después, los llevaron al edificio en el cual se encuentran los separos de la policía investigadora de la Fiscalía General. En este lugar, les quitaron sus billeteras, celulares, relojes, cintos, identificaciones y el dinero que llevaban, para después encerrarlos en unos calabozos o celdas, esto sin saber todavía cuál era el motivo para permanecer ahí.
Por la noche, cuando no se veía movimiento de personas, llegaron dos policías vestidos de civil y le dijeron a Rubén que saliera de la celda donde se encontraba. Posteriormente y, sin salir del edificio, subieron unas escaleras y lo pasaron a una oficina pequeña con muchos libros ubicada en un segundo piso que tenía enfrente una cámara como de circuito cerrado cubierta con cinta canela.
Rubén escuchó que estos dos policías pertenecían al área denominada como Robo a Negocio, quienes le dijeron que le iban a mostrar unas fotos y que necesitaban que les señalara mínimo “veinte jales”, esto quiere decir, veinte participaciones en hechos delictivos como robos, homicidios, extorsiones, secuestros u otro tipo de delitos.
Rubén, molesto por todo lo que hasta ese momento estaba pasando, respondió en tono burlesco que en la Plaza de la Tecnología se aventaba hasta diez de estos denominados “jales”, lo que motivó que uno de los policías, a quien después identificó bajo el nombre de Ricardo Barajas Muñoz, le diera dos cachetadas.
Después a Rubén lo llevaron a otra oficina que parecía un archivo, le amarraron las manos atrás con cinta canela y le dijeron que se hincara, así lo hizo y fue cuando Ricardo Barajas Muñoz tomó un libró grande forrado con cinta canela y mientras el otro policía le sujetaba las manos y le ponía una rodilla en la espalda, Ricardo le dio un fuerte golpe en la cabeza.
Luego le ordenó que le dijera en dónde rentaban los carros, a lo que Rubén respondió que no sabía de qué le estaba hablando. En razón de esto, los policías le vendaron los ojos y le empezaron a dar golpes en la cabeza con las manos, luego sacaron una bolsa de plástico y se la pusieron y se la quitaron como cuatro o cinco ocasiones en la cabeza hasta que se desmayó; cuando volvió en sí, estos dos policías investigadores lo regresaron a la primera oficina.
Al revisar  el celular de Rubén, encontró  una fotografía con un amigo (Saúl), los dos policías los señalaron como una banda de ladrones y regresaron a Rubén a las celdas. Estos dos policías investigadores siguieron el mismo procedimiento con Mario, es decir, lo sacaron de la celda y lo subieron también a la oficina del segundo piso que tenía enfrente la cámara del tipo circuito cerrado cubierta con cinta canela. Ahí, Ricardo Barajas Muñoz y el otro policía le preguntaban quién lo había llevado a Guadalajara, dónde vivía y le preguntaban por personas que Mario no conocía.
Cuando él manifiesta que no sabe de lo que le están hablando, los policías le pegaron con la mano abierta en la nuca. Después de los golpes le volvían a preguntar a quién conocía, pero como la respuesta continuaba siendo negativa le pusieron una bolsa en la cabeza para provocarle asfixia, esto sin dejar de propiciarle golpes. Mario siguió sin conocer a las personas que estos dos policías investigadores mencionaban, de tal manera que fue devuelto a su celda.
Horas más tarde los dos policías investigadores regresaron y sacaron a Rubén y Mario de las celdas nuevamente, y los entregaron a cuatro policías que también estaban vestidos de civil y que escucharon eran de la Agencia 20 Operativa. Ellos fueron identificados como Miguel Ángel Arreaga Aréchiga, un sujeto al que escucharon que en todo momento le decían “Max Steel”, Moisés Cornelio Jiménez Briseño, Ulises Alejandro Díaz Macías y José Guadalupe Hernández Sánchez. Los cuatro subieron a Rubén en una camioneta Mitsubishi Sportero de doble cabina con caja atrás, le vendaron los ojos y comenzaron a circular a bordo de esa camioneta.
Tras revisar el celular, se dieron cuenta que un amigo de Rubén, de nombre Saúl lo buscaba, por lo que los policías le dijeron que Saúl le iba a llamar y le dieron la indicación de citarlo en un tiempo de entre quince y veinte minutos en el estacionamiento de la tienda departamental. Rubén estaba en la camioneta con estos policías, a Mario se lo llevaron otros policías investigadores a una celda en el mismo edificio en donde los tenían encerrados, le quitaron la ropa y le cubrieron el cuerpo con vendas elásticas, tapándole los ojos para que no pudiera identificar a quienes lo torturaban.
“En este lugar le preguntaron otra vez en donde vivía, quién lo había llevado a Guadalajara, con quién traba jaba y como no respondía algo que lo incriminara, le pegaban con el cuerpo vendado, lo que no significa que no le cause dolor, pero sí representa que le queden menos marcas en el cuerpo. Desesperados los policías al no obtener información que pudiera incriminar a Rubén y Mario, le colocaron nuevamente una bolsa en la cabeza y después le pusieron corriente eléctrica en los genitales. Esto naturalmente ocasionaba un dolor profundo y una reacción involuntaria en el cuerpo de Mario que ocasionaba las risas de los policías”.
En tanto, a aquel estacionamiento, llegó Saúl a la cita, cuando se bajó de una camioneta dos policías se acercaron a él e inmediatamente lo golpearon, al tiempo que le decían: “hijo de tu puta madre quédese callado y súbase a la camioneta otra vez”.
Saúl se percató que iban armados por lo tanto acató la orden y se subió entre empujones y más golpes. Una vez arriba de la camioneta estos dos policías le ordenaron que los llevara a su domicilio, por lo que éste encendió la marcha del vehículo y comenzó a circular rumbo a su casa.
Al llegar allá se bajaron y como la puerta estaba abierta, los policías se metieron con actitud prepotente, portando las armas de fuego, insultando a los que estaban adentro y evidentemente sin contar con ninguna orden judicial para meterse a la casa.
Al interior de la casa estaban la esposa de Saúl, sus hijos y amigos, pero a pesar de esto los policías se subieron al segundo piso y encontraron a otra persona que resulto que también era de nacionalidad colombiana. Dado el modus operandi que se ha venido mostrando, estos policías les colocaron cinta canela en las manos a ambos extranjeros y también los golpearon en la cara y en la cabeza durante cerca de diez minutos.
Después tomaron una maleta del tipo alpinismo y ahí metieron una computadora portátil, un Xbox 360, tres relojes, joyas (todos los objetos propiedad de Saúl y su esposa) y se los llevaron. Después de esto, los llamaron por radio para informarles que otros agentes ya habían llegado a la casa en donde estaban, por lo que los policías bajaron a Saúl y a su amigo con la cabeza tapada y los subieron a unas camionetas del tipo RAM en color gris.
Ahí le ordenaron a Saúl que los llevara al lugar en donde estaba su motocicleta, de la cual tenían conocimiento por el mensaje que había enviado al celular de Rubén. Así que se dirigieron a otro lugar en donde desafortunadamente, habitaba otro colombiano y quien, en cuanto abrió la puerta de su casa, los policías lo agarraron y lo tumbaron al piso.
En esta casa los tuvieron a los tres aproximadamente cuarenta minutos, los golpearon y también les decían que involucrarían a sus esposas en problemas graves, de tal forma que todos terminarían en la cárcel y sus hijos serían trasladados al DIF.
Nuevamente entró una llamada por radio para avisarles que había llegado otra camioneta, en esta subieron a las personas en la parte de atrás con la cabeza tapada. Ellos, asustados preguntaron que a dónde los llevaban y por qué motivo, sin embargo, los policías repitieron otra vez “hijos de su puta madre no pregunten” y de allí los trasladaron a la Fiscalía General ubicada en la calle 14 de la Zona Industrial a donde llegaron después de media hora.
Cuando Saúl y sus dos amigos llegaban a la calle 14, otros policías investigadores que refirieron ser de la Agencia 20 Operativa, sacaron de las celdas a Rubén y a Mario, para llevarlos a una oficina en el mismo edificio.
Cuando bajaron a Saúl y a los otros colombianos de la camioneta, les destaparon la cabeza al ingreso a la institución. Saúl se percató que ese lugar era del Gobierno por el tipo de estructura y mobiliario que había y porque había un gran número de personas armadas.
En ese trayecto les seguían dando golpes en la cabeza y los llevaban hacia el segundo piso para seguir golpeándolos y hacerles preguntas. Al llegar a una oficina Saúl y las otras dos personas, otros policías llevaban a Rubén y a Mario, cuando estuvieron más cerca y se lograron ver, un policía le dijo a Saúl: “éste te puso el dedo” al tiempo que señalaba a Rubén, cuando realmente los policías fueron quienes manipularon la situación.
Al estar en las oficinas, Rubén, Mario y Saúl escucharon una plática entre los servido- res públicos que ahí se encontraban, en la que ellos se trataban de acordar en cuales expedientes los harían firmar, pues con la llegada de sus otros connacionales, podían incriminarlos a todos por delincuencia organizada en un asunto de un día anterior.
Durante ese breve periodo, los amigos de Saúl fueron apartados por uno de los policías que se metieron a su casa, esto por un lapso aproximado de veinte minutos. Al regresar, iban acompañados de otro policía al que después identificaron como Ulises Alejandro Díaz Macías, quien llevaba en su poder un paquete de billetes de quinientos pesos, los cuales se estaba guardando en un bolsillo de su pantalón.
Cuando los amigos de Saúl se sentaron con él, manifestaron que le entregaron ese paquete de billetes para poderse ir en ese momento, así pues, los colombianos a los que nos hemos venido refiriendo como Rubén, Mario y Saúl, fueron llevados a las celdas mientras los otros dos colombianos se fueron de la institución por si solos.
Ya por la noche otro policía que refirió ser de antisecuestros, sacó a Rubén que permanecía en las celdas para llevarlo a un tipo de locutorios localizados en el mismo edificio. En ese lugar le hizo preguntas sobre un fusil, pero al escuchar las respuestas del sobre- viviente sobre el desconocimiento del tema, este agente refirió que no estaba tratando de sacar verdades con mentiras, así que sin propiciarle algún golpe lo regresó a su celda.
Luego llegaron otros agentes que decían ser de antiextorsión, antidrogas, robo a negocio y robo a automotores, quienes también hicieron varias preguntas sin golpearlo. Después, a la celda de Saúl llegaron dos personas, a las que identificó como Carlos Alberto Torres Blanco y Abraham Soto Damián.
El primero, Carlos Alberto, lo sacó de allí empujándolo bruscamente contra la pared, le colocó unas esposas al tiempo que le preguntaba que si iba a hablar como Rubén y Mario; lo subieron a una camioneta que estaba en el estacionamiento del edificio de los separos, es decir, el edificio de la Policía Investigadora y salieron de ahí “dando a la derecha y luego otra vez a la derecha” en una calle con vías (de ferrocarril), en donde ingresaron a un tipo de bodega en donde al fondo había una puerta y a un lado unas celdas a las que los agentes denominaban: “perreras”.
De esta forma, otros policías fueron por Rubén y Mario, los subieron también a una camioneta y los llevaron al mismo lugar en el cual ya estaba Saúl. Esta descripción detallada que hacen las víctimas, en este caso del lugar, es relevante pues de acuerdo con el referido por ellos, los datos coinciden con la ubicación de los edificios de la Fiscalía de Jalisco.
Lo que significa que Rubén, Mario y Saúl fueron trasladados del edificio de la Policía Investigadora (por la salida ubicada en calle 12) al edificio que antes era el correspondiente a las áreas especializadas y que hoy se les conoce como las áreas de litigio, mismo que anteriormente era una bodega y el cual tiene una entrada por la calle 16, en donde efectivamente hay unas vías de tren, en el interior de este lugar se construyeron unas celdas justo en la parte de atrás, las cuales nunca fueron habilitadas y por ende están abandonadas.

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