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El periodismo se vive como un rompecabezas de sangre, de dolor y de tristeza; hay que evadir las balas, al pinche político que también es narco: Javier Valdez

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(16 de mayo, 2017. Revolución TRESPUNTOCERO).- Este lunes las balas del narcotráfico y la impunidad del gobierno nos quitaron a un grande.
“No te quedas contando muertos. No guardas silencio, vas más allá. Tratas de contar historias de vida en medio de la muerte, pero hay una parte que tú rasuras, te autocensuras, como una forma de sobrevivencia, de resistencia, para seguir vivo”, aseguró Javier Valdez Cárdenas durante una entrevista en exclusiva para Revolución TRESPUNTOCERO, en octubre de 2016.
A Javier Valdez lo asesinó la violencia, la corrupción, la delincuencia, la impunidad de el Estado. El también escritor afirmaba que “ser periodista es como formar parte de una lista negra. Ellos van a decidir, aunque tú tengas blindaje y escoltas, el día en que van a matar. Si lo deciden lo van a hacer, no importa si tienes o no protección. No hay condiciones para hacer periodismo en México, las balas pasan demasiado cerca”.
De acuerdo a la información aportada por RíoDoce, medio del cual era cofundador, el periodista fue asesinado en la colonia Jorge Almada sobre la calle Vicente Riva Palacio, en donde testigos señalan que sujetos encapuchados lo bajaron del vehículo Toyota Camry color rojo, modelo 2012 para después emprender la huida a bordo del mismo.
“La última vez que fue visto con vida, el periodista salió de las oficinas de la casa editorial portando su computadora y su teléfono celular, los cuales no fueron encontrados en el interior del vehículo. El cuerpo sin vida de Javier Valdez quedó en la calle, sin sus pertenencias a la vista”. Valdez Cárdenas fue interceptado, despojado de su automóvil, para después dispararle en repetidas ocasiones.       
Aproximadamente a las 12:35 horas, justo a un costado de una escuela primaria en el primer cuadro de la ciudad, se encontró su vehículo, al momento del hallazgo tenía aun encendido el motor y la marcha puesta.
Valdez quien era especialista en investigaciones sobre narcotráfico y centró su carrera como autor en el mismo tema, afirmó que “el narcotráfico no permite realizar un trabajo libre, porque se sabe que van a reaccionar de manera violenta, sin embargo, también están aquellos periodistas que son orejas de los narcos”. 
Y afirmó que son distintos los niveles de penetración del narco, “en general podemos decir que el narcotráfico manda en las redacciones en este país, por ello no existe una libertad de expresión, además quien gobierna no es la autoridad, si no el delincuente, y es quien impone. Tamaulipas por ejemplo, vive una condición de periodismo del silencio, de reportear la nada, reportear el baldío, la oquedad y lo que se publica no tiene nada que ver con lo que está pasando en las calles”. 
Para Javier, lo anterior, era hablar de la rendición del periodismo, el periodismo como un oficio en peligro de extinción o en estado de coma, que aseguró, es una realidad generalizada, donde el narcotráfico está colocando un suelo lleno de cuchillos filosos, de arenas movedizas, donde si te mueves para un lado equivocado te hundes, si eres imprudente en tus coberturas te puedes cortar, te puede pasar algo o te pueden asesinar, “es una condición muy complicada”. 
En su última obra Narcoperiodismo, Javier Valdez, narra de manera cruda y directa historias que no solamente tienen que ver con el periodismo, sino con la política, el ser humano débil, ante la brutalidad de un emporio criminal que lo supedita a sus necesidades.  
En la obra describe pasajes de mujeres y hombres periodistas que en Tamaulipas, Torreón, Durango, Sinaloa, Veracruz, la Ciudad de México y Jalisco, hacen del duro oficio del periodismo, una lucha incansable por crear conciencia en un país devastado.  
En octubre pasado, Javier Valdez señaló a Revolución TRESPUNTOCERO que en su contra existía una acechanza implícita del cártel de Sinaloa, “no necesito que me llame y me amenacen como pasa en Tamaulipas, yo estoy amenazado porque vivo en Culiacán, porque ellos mandan, porque reaccionan de manera beligerante, salvaje, entonces tengo yo que mamar esa realidad, conocerla muy bien, caminar despacio con pies de plomo, pero no quedarme callado”. 
Añadía que en Sinaloa el terror es una forma de vida, tampoco hay libertad expresión, “yo vivo así y en esas condiciones hago periodismo posible en condiciones imposibles, en Sinaloa”, dijo.
Ríodoce, es quizás el único medio en Sinaloa que mantienen una línea crítica y sin concesiones. Caracterizándose por tener publicaciones riesgosas, aquellas que nadie más se atreve a dar a conocer.
Hacer este tipo de periodismo para Valdez era “una mezcla de locura, de imprudencia, inteligencia, valentía, dignidad, huevos, es demencial, hay gente que nos reclama, que nos dice cómo se atreven, nos aconseja que tengamos cuidado, pero lo que no saben es que lo que nos guardamos es mucho peor”. 
Agregó, “nosotros decidimos contenidos en medio de este escenario de violencia, es como un espécimen raro Ríodoce, entre tanto mercader de la muerte, de la guadaña ensangrentada, es como un oasis en medio del desierto”. 
Actualmente, para cualquier reportero de nuestra generación, cubrir la violencia en México se ha convertido en un compromiso desde que ésta se intensificó con la llegada de Felipe Calderón e hizo colapsar al país al subir Enrique Peña Nieto.
Hoy, ya pocos son quienes cruzan las fronteras del periodismo light y arriesgan la vida para estar al lado de la sociedad civil e intentar describir un atisbo del sufrimiento que se ha convertido en cotidiano. Para que ningún mexicano pueda decir que no sabe lo que está ocurriendo, ni negar que en este país la muerte violenta se quedó instalada.
Informar lo que sucede en México ya no solamente se trata de reunir todo el empeño personal, la experiencia, el coraje y la valentía ahora es intentar cumplir con una de las peores misiones de vida, sabiendo que la delincuencia organizada y el poder político se entremezclan para ir a la caza del periodista.
Quién puede negar la violencia e impunidad en este país con seis periodistas asesinados en dos meses y medio y cero detenidos. En México no hay libertad de expresión. Y sin duda alguna, son los reporteros locales quienes se llevan la peor parte. 
Ellos son los que más arriesgan y menos mérito reciben. Ellos que mueren bajo los disparos de sicarios, otros más son desaparecidos y torturados; una realidad cotidiana para quienes son la principal fuente de información sobre el terreno.
En una entrevista para Revolución TRESPUNTOCERO en abril de 2015, Javier Valdez afirmó que el gobierno actual abona a la impunidad e inseguridad del periodista, porque, dijo, el gobierno está metido en el negocio del narco, está supeditado. Y no solamente obedece sus órdenes, sino que se lleva ganancias. 
Es por eso que no se esclarecen asesinatos, agresiones, desapariciones de periodistas, ni de la ciudadanía en general. Los activistas y los reporteros estamos en condiciones de muchísima más vulnerabilidad, sentenció Valdez Cárdenas.
Explicó que, el gobierno que está obligado a hacer cumplir la ley, borra de sus archivos a las víctimas, ejecutados, secuestrados periodistas y no aplica la justicia, es así como el gobierno es el enemigo de la libertad de expresión, junto con los narcos.

Javier Valdez Cárdenas, fue un hombre que sorteó numerosos peligros para dar cuenta de la realidad del narcotráfico en México. Esa que no bloquean en su mayoría los medios hegemónicos y el duopolio de la televisión. Sabía que el peligro de la muerte era su compañero, sin embargo vivía para hacer ese periodismo humano, donde las cifras son víctimas, tienen rostros e historia. 
Fue un grande, un hombre comprometido con su oficio y la sociedad, que aún sabiendo que podía morir de la manera que este lunes pasó, siguió librando batallas, en contra de la dupla narco-gobierno. Y es que en este país cualquier criminal -de cuello blanco y común- teme a los periodistas que desenmascaran sus mentiras.
Es así como posiblemente, en este momento en otro punto de este México ensangrentado se está planeando la desaparición, tortura y/o ejecución de otro periodista, o ya está pasando. Horas más tarde el gobierno, con suerte, lamentará el suceso y tal vez la CNDH emita una recomendación o exija “se haga justicia”. Hay una palabra para esto: ¡cinismo!
Porque aunque en este país ya se puede palpar y escuchar el sufrimiento de las tragedias de las víctimas, ellas solamente siguen sumándose a diario, sin que esto parezca tener vislumbres de cese. 
Hoy y cada vez más es vergonzoso que se sigan eligiendo a políticos incapaces de dar justicia por ser parte de la delincuencia. Hoy el Estado y el narco siguen libremente tomado como rehén a quienes los exponen, los denuncian. En este país una vez más para el gobierno es irrelevante la muerte de un periodista.

Javier Valdez aseguraba que así es como el periodismo se vive. Como un rompecabezas de sangre, de huesos, de carne, de dolor, de tristeza, de miedo “y tú le quitas piezas, va doler y va dar miedo, pero hay que evadir un poco las balas, la guadaña, al pinche político que también es narcotraficante, que se somete al narco o le hace el trabajo sucio a éste, es algo que nosotros hemos aprendido en el camino, rodando, quebrándonos a veces en el insomnio, el terror y la congoja”.
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