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#NosotrasParamos,por Marta Dillon
Este 8 de marzo, a diferencia de
tantos otros desde el principio del siglo XX, los movimientos de mujeres de
muchísimos países del mundo le llamamos “paro” a la acción conjunta que estamos
emprendiendo. Nosotras paramos, repetimos en las publicaciones que hacemos y
cada vez que lo decimos resuena entre las letras un acto de rebeldía y de
libertad personal que no sería nada si no se fundiera en acción colectiva, si
no se imaginara desde ahora en ese “parar” el momento de mirarnos entre
nosotras y dar inicio a la desobediencia, contra quienes siguen pretendiéndonos
sumisas, contra el silencio de las centrales de trabajadores y trabajadoras que
se sienten expropiadas de una herramienta que administran a su gusto y
esquivan, no nombran, porque desde cuando las mujeres llaman a un paro, desde
cuando ellas, desde esa identidad en pugna que es la de mujer, desde esa
identidad que sabe de heridas y supervivencias, que está hecha de esos mapas,
que no puede decirse sin abrazar en esa palabra a otras experiencias de
exclusión, de dolor, de opresión y de violencia, que es poca cosa si no se
enuncia desprendiéndose de su variable biológica y recuperando la historia de todos
los muros que fuimos derribando, piedra por piedra, desde el principio de la
historia y antes, hasta ser eìstas que nos proponemos, vivas y libres y
rebeldes y deseantes. ¿Desde cuándo las mujeres, así sin más, se arrogan el
derecho de convocarse a un paro? ¿Qué clase de desobediencia es esta?
Los cuerpos tendidos de un grupo
de adolescentes en Florencio Varela sobre su sangre derramada, la vergüenza que
nos imponen cuando nuestros cuerpos desbordan en grasas, el deber ser madres en
todos los casos, el deber ser para otros sin quejarse y sin demandar por eso remuneración
ni tiempo propio, la necesidad de tomar cualquier trabajo cuando hay alguno
porque la flexibilización laboral apunta hacia nuestras vidas condicionadas por
el cuidado y la reproducción de la vida, la condena social al libre ejercicio
de nuestros goces y deseos, todo el manual de instrucciones que se imponen para
nuestras vidas; todo eso y más está detrás de este acto de desobediencia, de insumisión
colectiva, de búsqueda de otra idea de lo común, de la administración de los
recursos de la tierra y del aire que respiramos. Si, nosotras paramos.
“Paramos porque paramos”, dicen
un grupo de mujeres de pueblos indígenas de Guatemala en un video que está
circulando en las redes. Lo dicen y se ríen y en esa risa nos contagiamos
todas. Paramos porque estamos cansadas, porque nos duelen nuestras muertas y el
duelo no nos impide la fiesta de encontrarnos en este principio de 2017
cuchicheando entre nosotras a lo largo y lo ancho del mundo, reclamando un
estar juntas en la acción, en una acción atípica para el 8 de marzo que a
principios del siglo XX se declaró un dia para nosotras, para honrarnos como
trabajadoras, en las casas y en las calles, en las fábricas, en los talleres,
las cooperativas, las cocinas, las oficinas, en los campos y en todos los
territorios. Paramos a contramano de lo que nos permiten. Paramos frente a las
camas desatendidas. Paramos frente a la expropiación constante de nuestro
tiempo. Paramos por nuestras muertas y por las que viven y las que sobreviven
en el encierro que criminaliza sus decisiones. Paramos porque queremos decir
¡Basta!
Paramos porque esta determinación
es una revolución en curso, una revolución sensible que cuestiona las
relaciones amorosas, las relaciones económicas, hasta la oferta de juguetes
para nuestros hijos y para nuestras hijas. Paramos para hacer un mundo más
ancho, sin las fronteras políticas que nos convierten en criminales cuando
migramos en busca de futuro, paramos porque deseamos. Y el deseo, esa potencia
que mueve nuestros pies, esa potencia que el último 19 de octubre nos volcó a
la calle desafiando una tormenta que parecía querer domesticarnos, esa fuerza
es la que nos hace juntarnos, en la diferencia y en la diversidad, en el dolor
y el amor, en el luto y en la fiesta que significa hacer de lo poco o mucho que
tenemos en nuestra manos, una vida con dignidad y sin violencia, una vida que
merezca ser vivida. Paramos porque así es como hacemos política, aunque nos corran
del centro del decálogo de lo que se supone que es política. Porque en ese
primer acto de supuesta inmovilidad, en ese parar que proponemos antes de
movilizarnos, es el tiempo que destinamos para forzar nuestra imaginación hacia
nuevas búsquedas, umbrales nuevos para lo que queremos, que no es solamente la
igualdad si no cambiarlo todo, para nosotras y para todxs. Para todxs, sí, con
esa equis incómoda que no se puede leer pero que con su incógnita desgarra el
horizonte de lo posible, que ese es el horizonte que queremos volver a dibujar.
Por las vidas que tenemos y las queremos vivir. Por quienes seguirán las
huellas que estamos dibujando con el molde de la esperanza y de la rebeldía.
Nosotras paramos, de la mano de las organizaciones sindicales que comparten
nuestro grito y desafiando a las conducciones que creer que el paro es un
herramienta que ellas hegemonizan. Porque parar es, además de restar nuestro
trabajo para hacer visible el valor que producimos aun cuando nuestras vidas
parecen contar menos, tomarse el tiempo que nos expropian a diario para
imaginar juntas con qué herramientas vamos a desmantelar la casa del amo, con
qué materiales vamos a construir el mundo que queremos habitar.
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