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Aumentan 70 por ciento agresiones a mujeres periodistas: CIMAC

Foto: Desinformémonos
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Ciudad de México I Desinformémonos.  Los índices de violencia en contra de las mujeres periodistas se incrementaron en 70 por ciento durante los años 2014 y 2015, asienta el informe “El poder del cacicazgo: violencia contra Mujeres Periodistas” presentado por CIMAC (Comunicación e información de la Mujer). 
Con la participación de las periodistas Lydia Cacho, Gloria Muñoz, Maite Azuela, Lucía Lagunes y Fabiola González se presentó el informe que documenta 147 atentados a la libertad de expresión contra mujeres periodistas.
Con un auditorio lleno en el Museo Memoria y Tolerancia, la periodista, escritora y activista Lydia Cacho señaló que “resulta curioso que cuando un periodista hombre ejerce su ciudadanía plena al dar una opinión política en los medios,  no es cuestionado. Cuando las mujeres lo hacemos somos activistas y es casi un ‘error profesional’”.  Esto, dijo,  “tiene que ver con una discriminación sistemática hacia las mujeres y hacia la manera  en que somos vistas en la sociedad. Todavía subyace en el pensamiento mexicano que las mujeres no somos ciudadanas plenas”.
El informe de CIMAC advierte que al padecer la violencia, las periodistas son obligadas a “bajar su perfil”, a limitar su libertad y la profundidad de sus investigaciones.  Muchas veces, indica la organización, por la denuncia que realizan son despedidas de los medios en los que laboran. 
Por su parte, Gloria Muñoz Ramírez, directora de Desinformémonos y columnista de La Jornada señaló que el incremento generalizado de la violencia en México afecta también la integridad de las mujeres periodistas que mantienen una postura crítica. “Se han diversificado los ataques y los atacantes. Hace veintidós años con el alzamiento zapatista estábamos cubriendo una guerra,  había un ejército contra un movimiento guerrillero y aún así, nunca sentimos el miedo que hemos sentido en estos últimos diez años, en los que supuestamente no hay una guerra. En esa época no había estos informes, estábamos en medio de dos ejércitos, y en ningún momento nos sentimos tan vulnerables como estamos ahora”, puntualizó la periodista,  cuyo domicilio ha sido allanado en dos ocasiones.
Por su parte, Maite Azuela Gómez, articulista de Sin Embargo,  narró la situación que vivió con las amenazas de muerte que recibió. “Cuando me preguntaron ¿a quién responsabilizas? pensé que sería irresponsable señalar a alguien cuando escribo sobre tanta gente.  Me pidieron entonces que buscara algún antecedente y lo saqué de mis recuerdos. Un año antes, en marzo de 2014, le di seguimiento a la muerte de Francisco Kuykendall, manifestante que fue herido por una bala de las fuerzas armadas, hasta la fecha no se sabe si fueron federales o locales,  durante la toma de protesta de Enrique Peña Nieto como presidente.  Él estuvo un año en estado vegetal y finalmente murió”. Azuela escribió  trece artículos sobre el tema y, relató, “fue entonces cuando la policía llegó a mi edificio con armas de alto calibre y pidieron entrar a mi departamento, situación que mis vecinos no les permitieron. Dejé de escribir del tema, pensé en mis padres, personas ya mayores y en mi hija”.  
Lydia, Maite y Gloria, así como Lucía Lagunes, directora de CIMAC,  coincidieron en la indefensión que sienten las periodistas mujeres agredidas cuando los encargados de la seguridad en el país las cuestionan sobre a quién consideran responsables.  Coincidieron en denunciar la insuficiencia en la atención y protección a periodistas, así como la falta de perspectiva de género tanto en la Fiscalía Especial para la atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión, como en el Mecanismo de Protección a Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas.
En el informe “El poder del cacicazgo: violencia contra Mujeres Periodistas 2014-2015”, la periodista Marcela Turati refiere que “las amenazas contra periodistas parecieran una lotería, pero según el sexo de quien fue amenazado existen diferencias: cuando un hombre periodista denuncia, las muestras de solidaridad no se hacen esperar. Cuando la denunciante es mujer, se cuestiona la veracidad de su dicho. Ella queda en la soledad absoluta. Los amenazadores se meten en espacios íntimos, se duchan en el baño de ellas, manosean la ropa interior, mandan mensajes cargados de odio misógino o de alusiones sexuales. Esas son otras formas de violación”.
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