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“Me uní para enseñarle a las madres veracruzanas la importancia de hacer un trabajo que el gobierno de Duarte nunca hará”

Por:  / 19 abril, 2016
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Por Antonio Aranda. Enviado especial 
(19 de abril, 2016.RevoluciónTRESPUNTOCERO).- Son las doce del día y el sol pega de lleno en la comunidad de San Rafael Calería, en el municipio de Córdoba, Veracruz. Un grupo de mujeres maduras recorre una zona montañosa, entre la maleza buscan atentas la menor señal de tierra removida, ropa vieja tirada o restos de latas de comida. De pronto la señora Rosa se detiene y limpia el sudor de su cara con una tolla, lanza una maldición con su acento norteño: ¡¿dónde chingados está?! Su mirada recorre una vez más el paisaje y sigue caminando.
Rosa es una de las madres de familia que llegó al pueblo de Amatlán de los Reyes con la Primera Brigada Nacional de Búsqueda de Familiares Desaparecidos, ella busca a su cuñado y dos hermanos. Desde el 2014 fueron levantados por policías estatales en Monclova, Coahuila, hasta ahora no sabe nada de ellos, lo que sí conoce y bastante bien es la angustia de tener a un ser querido desaparecido y que el gobierno simplemente la ignore.
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Por eso ella se unió a la Brigada, para enseñar a las madres veracruzanas la importancia de exigir sus derechos y hacer un trabajo que el gobierno de Javier Duarte nunca hará, buscar a sus hijos en barrancas, cuevas, cañaverales, pozos y en el fondo de los ríos.
Rosa sigue caminando y se desespera por no encontrar la señal que marca un mapa que llegó a la brigada de forma anónima: un pozo.
Después de caminar casi dos horas y no encontrar nada, uno de los brigadistas propone que en medio de esa soledad se busque algún lugareño para que los apoye, como si fuera un milagro por el desolado camino de tierra aparece una pequeña silueta de sombrero y machete a la cintura. Es “Luis” (nombre ficticio usado por seguridad), un cortador de caña que trabaja la finca de su madre.
Cuando pasa cerca de la camioneta que transporta a la Brigada lanza una mirada de recelo a la unidad de la Policía Federal que reguarda a los activistas. “El Muñeco” chofer de los buscadores de fosas clandestinas le hace una seña para que se detenga y con voz muy baja pregunta: ¿sabes si por aquí hay un pozo de agua?
-Sí, pero no está aquí está de aquel lado del cañaveral. ¡Vamos te llevo!
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En pocos minutos se llega a un lugar donde se encuentra una maquinaría que removió tierra y “Luis” narra a Revolución TRESPUNTOCERO,  “es aquí, hace como dos años había un pozo y a cada rato se sabía que aparecían cuerpos adentro, ejecutados, decapitados ¡de todo! Por eso lo taparon para que dejaran de venir a tirar muertos.
-¿Denunciaron?
-Para nada, los mismos policías municipales son lo que venían aquí a cuidar cuando se metían los malos. Allá abajo tapaban la entrada de la brecha y no dejaban pasar a nadie.
El lugar donde la brigada se encontró a  “Luis” es San Rafael Calería, municipio de Córdoba, en este sitio el grupo encontró las primeras fosas clandestinas con restos óseos quemados, aunque la Fiscalía General del Estado trató de sembrar la duda informando que solo eran madera y tela quemada.
“Luis” asegura que hace dos años esta era una zona constantemente frecuentada por Los Zetas ya que se encuentra apartada de la población y es de fácil acceso si se cuenta con una camioneta 4×4 o pickup.
“En una ocasión yo estaba cortando café y aquí donde estamos había como quince personas armadas, varias eran mujeres y tenían a uno amarrado a un árbol todo golpeado. Nos amenazaron que no dijéramos nada y nos fuimos bien espantados, regresamos varios días después solo encontramos manchas de sangre y todo olía a diesel quemado”, comenta “Luis”.
San Rafael Calería es una de las zonas en conflicto entre Los Zetas y el Cártel Jalisco Nueva Generación, principalmente se disputan los negocios ilegales de ordeña de ductos de gasolina, secuestro, extorsión a migrantes y trasiego de droga.
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“Luis”, continúa narrando que ”en otra ocasión andaba cazando con otras personas y en la madrugada vi una lumbrada alrededor había varias patrullas municipales y en el centro tenía un tambo del que salía mucha lumbre, además se oían unos gritos muy feos de un niño al que estaban torturando. Al otro día igual fuimos y vimos todo quemado; ahí es el rancho de mi padrino él encontró después la cabeza del niño como de ocho años”.
El escándalo de los desaparecidos en Veracruz se detonó a raíz de dos hechos similares en los que se pudo confirmar que policías municipales entregaron a jóvenes detenidos a células de grupos criminales. El primero ocurrió el pasado 11 de enero cuando cinco adolescentes desaparecieron en Tierra Blanca, en el segundo hecho cuatro jóvenes desaparecieron en Papantla el pasado 19 de marzo.
Pero ellos no son los únicos, en los últimos dos años, tan sólo en los municipios de Ciudad Mendoza, Paso del Macho, Tezonapa, Cuitláhuac, Zongolica, Córdoba y Orizaba suman 400 denuncias por desaparición como lo reconoció Griselda Acosta Espinoza, fiscal especial para personas desaparecidas adscrita en Córdoba.
La Brigada Nacional de Búsqueda permanecerá hasta el 22 de abril, brindando su apoyo a los veracruzanos que sufren por la desaparición de alguno de sus seres queridos. Aunque en la última expedición no encontraron nada, en las alcancías de la iglesia de Amatlán cada día aparecen más denuncias anónimas de lugares donde podrían existir fosas clandestinas, lo que también brinda otra certeza a los activistas: Veracruz es una gran fosa común.
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