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¿Qué hacer con lo que falla?. (@CamiloRamirez_)

¿Qué hacer con lo que  falla?
"Lo raro y diferente" (judíos, gitanos, homosexuales, enfermos, deformes, pobres, feos, etc.) tenía que morir, ser reducidos a la nada


“Freud y Lacan tienen para los filósofos significado profundo. Ambos obligan a ver que,
tras la palabra transparente, hay siempre una opacidad posible o que,
 detrás de la con-ciencia, como tras del sujeto que heredamos de Descartes, o sea,
del cogito, hay un vacío, un hueco: el inconsciente”
J. Labasida


Lo que falla abre al menos tres vías (pueden combinarse), quizás más, tomo tres en esta ocasión: enojo, risas, posibilidades que enseñen algo.

Desde una lógica del orden y la racionalidad, las fallas podrían considerarse errores, deficiencias con un lastre moral absurdo (“Ser menos”, “feo/a”, “tonto/a”, “pobre”, etc.) que más allá de revelar la imposibilidad del control total (de una persona o grupo, un sistema, una máquina, etc.) el no poder tener “todos los pelos de la burra en la mano”, o a la Heisenberg, la imposibilidad de precisar la posición exacta de una partícula atómica, son tomadas –las fallas y errores- como “cosa” a eliminar a toda costa de la experiencia humana; y, por supuesto, todo aquello que moleste: dolor, tristeza, espera, amor, envejecimiento, etc. mediante el sometimiento total de la voluntad, experiencia y libertad humana a los sistemas de gestión y homologación estandarizados aplicados a diversos órdenes: político-militar, comercial, educativo y de salud.  Dicho orden de vigilancia y control que se ofrece con rostro amale, expresa y realiza de manera práctica las tesis del biopoder en la vida de los humanos (reducir al sujeto a simple organismo y cifra), mediante el  “rostro seductor” de la tecnología y el confort: “¡Goce!”,  “No batalle”, “No espere”, “No sufra”… son algunos de sus slogans que, poco a poco, pero imparables, buscan des-arropar de herramientas-simbólicas a los humanos para hacer frente a las crisis y embates de la vida, mediante recursos que no necesariamente se compran en una tienda.

Si las problemáticas y pesares que alguien experimenta en su vida se toman como errores y fallas inadmisibles, si aparece el enojo, la tristeza y la incertidumbre a tal grado de hacerle considerar la posibilidad de poner fin a su vida, suicidarse, terminar una relación de manera tajante (de trabajo, amorosa, con un objeto de goce amadodiado, etc.) esto, en algunos casos,  se debe precisamente a un efecto del biopoder en una vida singular; es el mismo biopoder que organizó y justificó la máquina de matar del nazismo donde “lo raro y diferente” (judíos, gitanos, homosexuales, enfermos, deformes, pobres, feos, etc.) tenía que morir, ser reducidos a la nada, al silencio para garantizar el orden y limpieza del Estado; dicho suicidio biopolítico es un mecanismo que inventa el Estado-mercado ("mátate si no eres/posees/haces....") para que el sujeto adopte dichas tesis en su vida diaria y pueda así perpetuar las lógicas de una supuesta "vida vivible" (consumo, goce, vigilancia militarizada como una forma de paz social) que le "venden".

Ecos del nazismo en la vida practica: modelo neo-liberal, neo-nazi: la barbarie civilizada.

Lo que se tiene es uno de los tantos efectos donde el sujeto recibe, como en un eco, el mismo mensaje biopolítico que busca reducirlo al silencio, a la nada, a la muerte:“¿Para que vives si no trabajas?, ¡No tienes ninguna utilidad!, “¡Deberías morir porque eres…feo/a, gordo/a, pobre, burro/a, homosexual…! ¿No son acaso tales “valores” los mismo que organizan y producen la discriminación social y económica a lo macro, así como el acoso y violencia escolar en lo micro?

Si ante los problemas, angustias y tristezas de la vida lo único que queda es morirse y desaparecer (gente que se suicida porque la corrieron del trabajo o le rechazaron su tesis para titularse o porque le dicen en la escuela que es homosexual, etc. ) entonces se está dejando de lado otras vías de encarar la angustia que genera dicho discurso biopolítico en su relación con el mercado (no puede haber errores) en la vida de los humanos (“¡No tienes, no haces, entonces mátate!”) incluso en la misma línea del crimen organizado que asesina a quien le estorba; dichas vías son las que se producen por efecto de las experiencias del campo del humor, el psicoanálisis y las artes; saberes éstos que permiten justamente reconocer y tomar la falla no como una deficiencia de valor de quien la realiza y padece, sino como “eso” que nos devuelve algo de la humanidad que se creía perdida (el sentido, la vida subjetiva) y permite construir al mismo tiempo un saber que oriente sobre las vidas, más allá de la forma de aproximarse a la experiencia mediante la cuantificación y ordenamiento por la vía del “orden del sistema” al cual todos tendríamos que someternos, pues solo así habría vida posible (paz, tranquilidad, trabajo, salud, educación, etc.). Con su extremo mensaje: “Solo puede haber orden cuando no haya humanos, matémonos todos, reduzcámonos al silencio; o, como al café descafeinado, quitémosle a los humanos esa “sustancia” traumática que tanto estorba –y que al mismo tiempo hace vivir- la vida subjetiva. ¿Ahí donde había filosofía, artes, pensamiento crítico, hoy hay goce químico como única vía para vivir?

En la línea del sistema, si se fijan, las fallas no se pueden ver ni calcular como saberes, materia de análisis, de risa y/o producción artística, debido a que el sistema las  contempla y reporta exclusivamente como errores “no a lugar” que hay que eliminar. ¿Acaso no hemos escuchado todos esa justificación que deja sin responsabilidad a nadie cuando nos dicen en una tienda, banco, hospital, escuela… (¡Caray está en todas partes!) : “El sistema no me permite hacer esa operación”, ante los ojos atónitos de quienes participamos y evidenciamos la clara injusticia de lo que ahí tiene lugar?

Si el sistema solo contempla la cuantificación de algo como supuesta prueba de pureza del orden y resultado, dejando fuera todo aquello en torno (y previo) a la cuantificación, habría que considerar entonces que no solo es asunto de 2 + 2, sino el por qué llegó un 2 y luego otro 2, si es que las unidades (los “1”s) estaban de acuerdo en que se les agrupara en grupos  para formar “2”?  Y Además, algo también fundamental: ¿Quién puso a esos dos “2” a cada lado de un signo “+”, sugiriendo se realizara una operación de adición entre ellos?

Camilo Ramírez Garza
psicoanalista
@CamiloRamirez_
Camilo Ramírez Garza - Opinión EMET
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