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¿Piensan que del plato (el día de los comicios) a la boca (el día que el Trife emita su fallo) va a caérseles la sopa?
Tienen sobrada razón los priístas en no festejar “el aplastante triunfo” en las urnas de su candidato Enrique Peña Nieto. Hasta ahora, el “júbilo” y “alborozo” de las huestes tricolores y el de las tradicionales fuerzas vivas ha sido contenido, dicen oficialmente los voceros, “para no aparecer triunfalistas”.
No hay jolgorios y sí, en cambio, campea el escepticismo, pues podría decirse que hasta el momento y, con relación al resultado electoral, lo que se avista son seis clases de actitud: 1) Los que cuestionan su legitimidad, y se oponen activamente. 2) Los que aun cuando han votado por los opositores al PRI, no cuestionan los números, pero piensan que se ha perdido una oportunidad y temen que la próxima gestión federal será un desastre. 3) Los que han votado a favor de PAN e izquierdas, pero son escépticos de que juntas estas dos fuerzas puedan invalidar los comicios. 4) Los que dudan, pero confían en que ahora sí funcionará el recurso de impugnación. Los que confían, pero dudan. 5) Los convencidos (escasos, y casi todos del PRI). Y, finalmente, 6) los que ya ni siquiera quieren hablar del tema.
Como se ve, dominan el escepticismo, la sospecha y el recelo cuando no el temor.
Y ese escepticismo, vestido de suspicacia, también se otea cual la verdadera causa de que no haya fandangos y pachangas tricolores que tengan como festejado al ex gobernador mexiquense. Así se ve cuando desde hace tiempo el propio señor Peña advirtió a sus prosélitos, textualmente, que tal actitud victoriosa no deberá darse “… de manera anticipada, (pues) no podemos confiarnos”.
¿De quién desconfían los priístas, con el ex gobernador mexiquense a la cabeza? ¿Piensan que del plato (el día de los comicios) a la boca (el día que el Trife emita su fallo) va a caérseles la sopa?
Y sí. La respuesta es obvia para quienes han dado seguimiento a la no escasa cantidad de acuerdos –los más, en lo oscurito-- celebrados por los priístas con la fallida Administración que encabeza Felipe Calderón y que, fiel a su estilo o a su propia naturaleza, el ocupante de Los Pinos ha incumplido una y otra ocasión.
El primero de tales, el de su propia ocupación de Los Pinos que no habría podido darse de no contar con el acuerdo de los tricolores. ¿A cambio de qué? De lo que haya sido, tenga usted por seguro que Calderón no les cumplió.
¿El de no hacer alianzas “anti-natura” con la izquierda que tampoco cumplió Calderón?
Y como esos… muchos más en el ámbito legislativo, lo mismo que en el judicial y aún en los órganos electorales –incluido el jurisdiccional-- que, para no variar, Calderón ha roto unilateralmente.
Es como en la fábula de la rana y el alacrán, en la que –con perdón de tan nobles aunque venenosos animalitos-- el ocupante de Los Pinos desempeña a la perfección el papel del ponzoñoso arácnido.
De origen desconocido, dice la Wikipedia, aunque se atribuye a Esopo, cuenta esta fábula que estaba el alacrán al lado de un río, deseoso de pasar a la otra orilla. Incapaz de hacerlo por sí solo, se dirigió a una rana que estaba cerca, pidiéndole que le ayudara a cruzarlo. Desconfiada, ésta le dijo que no, porque temía que aprovechase la ocasión para picarle con su afilado aguijón. Pero con buenas artes retóricas y cierta lógica, el alacrán logró convencerla de que no lo haría, porque, entre otras razones, le dijo, sabía que si la pinchaba los dos se ahogarían. A la rana le pareció un argumento convincente, y le dejó subir a su espalda. Cuando estaban en medio del río, el alacrán clavó su puntiagudo y venenoso aguijón en el lomo de la rana. Sorprendida, ésta le preguntó: "¿Por qué lo has hecho?". "No he podido evitarlo, está en mi naturaleza", le contestó abatido y resignado el alacrán. Y los dos se fueron al fondo del río.
Todo esto bien podría suceder, temen son sobrada razón los priístas.
Porque, aunque Calderón lo niegue a sus entrevistadores, es más que obvio que él –lo mismo que Fox y otros connotados personajes de la franja albiceleste-- establecieron acuerdos con los priístas que abarcan no sólo inmunidad, también impunidad, y que bien podrían alcanzar a algunos allegados de ambos (García Luna, en el caso del michoacano; la familia Sahagún Bribiesca, en cuanto hace a quien se presenta como guanajuatense).
No festejan los priístas. Recelan. Están a la espera de que, fiel a su naturaleza, Calderón les clave tremendo y emponzoñado aguijón.
Ya les ha dado dos que tres “toquecitos” en días pasados, ¿qué no?
Índice Flamígero: Don Alfredo Álvarez Barrón, El Poeta del Nopal, teme –también con razón sobrada-- que se le incluya entre “todos aquellos que se han atrevido a denunciar las graves irregularidades cometidas durante el pasado proceso electoral (y que han sido catalogados) como unos pobres ingenuos que se dejaron engañar por un señor que a final de cuentas resultó ser un ‘mal perdedor’. ¡Temeraria afirmación!”, concluye don Alfredo, quien también dice que “a ver si en una de esas no acusan a este humilde poeta de ‘desilusión sexual’ o algo por el estilo”, aunque luego aclara que “en realidad quise decir disolución social, como en los tiempos infames de Gustavo Díaz Ordaz: En éste juego de dados / explíquenme por favor / quién es el engañador / y quién es el engañado; / como cornudo apaleado / invoco hasta a Sancho Panza, / con la remota esperanza / de que impere la justicia, / pues es muy mala noticia / ¡la cultura de la transa!”. + + + A la desastrosa gestión de Felipe Calderón todavía le quedan 138 días para seguir traicionando lo que haya que traicionar.
Francisco Rodríguez - Opinión EMET
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