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La mayoría de las veces, una persona se puede considerar como chantajista, cuando carece de una adecuada autoestima
El sueño dorado de toda persona es: encontrar su alma gemela, enamorarse, contraer matrimonio y ser felices por siempre y para siempre. Sí. Como en los cuentos clásicos infantiles. Sin embargo, como en esos cuentos y en la vida real, la historia no termina ahí; es más, apenas comienza. Y, con bastante frecuencia, le hermosa princesa que imaginaba una vida de ensueño, comienza a vivir la más cruel de las pesadillas, pues resultó que no era un príncipe, sino un ser malvado. Y aquí, vale decir, también sucede, lo contrario, en lugar de la hermosa princesa, puede surgir una tremenda bruja.
Ese ser malvado, suele, hacerse presente bajo distintas máscaras, una de ellas, es la del chantaje emocional. Se trata de una forma de manipulación muy poderosa y efectiva, con la cual las personas muy cercanas y con las que tenemos alguna relación de afecto, nos amenazan directa o indirectamente, con imponernos un castigo si no hacemos lo que ellos quieren. Es una acción psicológica que se aplica cotidianamente entre personas en las que se lleva a cabo algún tipo de relación; tal es el caso del chantaje emocional y sexual y el de la manipulación.
La mayoría de las veces, una persona se puede considerar como chantajista, cuando carece de una adecuada autoestima y, por lo tanto, siente un profundo temor a la pérdida y al abandono. Siente que si no ejerce un control emocional sobre su pareja, ésta, la abandonará.
También lo hace para presionar consciente o inconscientemente a la otra persona con la finalidad de lograr sus propósitos. La mayoría de las veces son muy sutiles, y en otras ocasiones la presión es directa y a veces, se suele ejercer mediante la violencia. Así es como, poco a poco, se ejerce presión, se chantajea al otr@ mediante acciones que se hacen presentes en las situaciones más simples de la vida cotidiana.
Podría decirse que todos somos chantajistas, pues en algún momento ejercemos una presión emocional para conseguir nuestros propósitos. Basta algo como “no te terminaste la comida, se me hace que no te gustó lo que te cociné”, eso suele decirse con la finalidad de que la otra persona se termine el platillo, aunque ya no lo quiera. Sin embargo, no existe un tipo especial de persona que con una simple mirada y sólo por su fisonomía pueda ser considerada como chantajista. En asuntos de personalidad la situación es mucho más compleja; además, los chantajistas, generalmente, combinan diversas formas de ejercer el chantaje. Veamos unos ejemplos:
Los castigadores son personas que abusan de la fuerza física y la agresividad corporal y mediante el lenguaje para conseguir lo que ellos quieren.
Los autocastigadores. Son de lo más común. Suelen proferir todo tipo de amenazas para conseguir sus fines. Se infringen castigos y sufrimientos. Todo lo malo que les ocurre es por nuestra culpa, “por no hacer lo que ellos querían”.
Más allá de los castigadores se encuentran las “víctimas”. Este es de un chantaje claro y abierto, pues con amenazas veladas o directas intentan hacernos sentir culpables de lo que les pudiera ocurrir: “Si no haces lo que yo quiero voy a sufrir y mi sufrimiento será por tu culpa”, “Si por ti fuera, abriría la llave del gas y no te importaría”. Por lo tanto, la única solución para ell@s es darles lo que quieren.
El tipo que más inquieta a este juntapalabras es el del tipo seductor. Este tipo (o tipa) alienta nuestras esperanzas en el amor, nos promete cariño, dinero o una promoción en nuestro empleo; eso, siempre y cuando “demos nuestro brazo (u otras cosillas más interesantes y sensuales) a torcer. Es decir, sueltan el clásico “pues te voy a ayudar si…” Es una perversidad, puesto que tocan las fibras más sensibles del ser humano: los sentimientos, las emociones, el amor. Actúan como verdaderos príncipes, se comportan como héroes y fantasean con “bajarte la luna, el sol y las estrellas”. Lo malo del amor, es que nos impide ver con claridad que detrás del príncipe azul, se encuentra un verdadero ogro. No alcanzamos a percibir la maldad hasta que ya nos encontramos dentro de sus redes. Empieza poco a poco. Sutilmente. Suavecito. Pero puede llegar a ser tremendamente brutal y acosador, con tal de conseguir sus fines. Es una gota que cae continuamente, que va minando las relaciones, el amor, el sexo, hasta que termina por horadar el corazón y dejarnos con una sensación de abandono y soledad.
Uno de los que más duele es el chantaje a través del silencio. El silencio dura hasta que el otro cede a las peticiones de su pareja. El silencio es duro, espeso, mortal para personas sensibles que no saben cómo remediar una situación.
Otro tipo es el de las personas que dan para recibir. “Si yo te ayude a hacer tal cosa, ahora merezco algo a cambio”.
Finalmente, uno de los más comunes consiste en el hecho de culpabilizar. Para ello se utilizan reproches o comentarios críticos para que alguien se sienta culpable y de esa manera corrija su actitud o comportamiento.
Como ya hemos visto, el mensaje manipulador puede ser expresado mediante palabras o actitudes, pero siempre siempre se puede observar un sentido de amenaza o de exigencia. Por ello es muy importante “escuchar” las propias sensaciones y los sentimientos ante los mensajes que recibimos. La manipulación nos hace sentir que estamos en una situación que no tiene una salida fácil: si accedemos, sentimos que renunciamos a nuestros deseos y necesidades. Si no lo hacemos, aparecen sentimientos de culpa y/o de miedo a ser rechazados o que la otra persona se enfade. Por eso, es muy importante saber diferenciar una petición de una exigencia.
Sin embargo, se puede salir de la trampa. Una manera de evitar la manipulación es hacerla explícita, verbalizar lo que se está diciendo de manera indirecta, como por ejemplo: “lo que en realidad quieres, es que vaya contigo y para ello me haces sentir culpable”. Eso pone al descubierto la intención, la cual puede ser aceptada o negada, incluso dar píe a que surja una acusación mayor. Un aprendizaje importante en las relaciones de pareja, o de otro tipo, es aprender a comunicarse debidamente. Si ambos miembros de la pareja deciden deponer las armas manipuladoras pueden ayudarse mutuamente. A fin de cuentas uno decide hacer de la relación un campo de batalla o un lugar de encuentro, basado en el amor, donde no sólo gane uno, sino ambos. Que la batalla sea en la cama y cada quien resulte vencedor.
Besitos a los niños, a las mariposas amarillas. Beso atardecido a mi gaviota de vuelo sensual.
Twitter: @OsirisJimenez
Ernesto Jiménez - Contenidos EMET
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