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Es falso que el PRI haya cambiado. Pero también es falso que este México sea diferente.
Definitivamente, México es un país con habitantes sumidos en la pobreza económica, intelectual y racional. De acuerdo a las cifras preliminares, todo indica que Enrique Peña Nieto será el próximo presidente de México. No obstante, su triunfo no se debe a que su propuesta de gobierno haya sido mejor que la de sus adversarios; sino a diversos factores que se alinearon para que el PRI regresará nuevamente a los Pinos.
Uno de los factores que sustentan el triunfo de Peña Nieto es la entrega “conveniente” de Felipe Calderón. Luego de doce años de gobierno, el PAN demostró ser un partido torpe que no supo canalizar en adecuadas políticas de gobierno el capital ganado en el año 2000. Si con Vicente Fox no se logró una verdadera alternancia, con Calderón menos. En este sexenio que está por terminar, el “supuesto” combate al crimen organizado, la violencia y la muerte fueron las actividades preferidas del ocupante de los pinos; pero también el tráfico de influencias, la opacidad en las finanzas públicas, los enriquecimientos y negocios ilícitos, la desaparición de sindicatos democráticos y el aniquilamiento de medios de comunicación y periodistas libres e independientes, fueron el sello de la ambición del poder por el poder.
La economía del país no creció, por el contrario, el índice de pobreza aumentó de manera exponencial. Felipe Calderón no cumplió ninguna promesa de campaña y convino con Peña Nieto la entrega de la presidencia a cambio de protección.
Otro factor que influyó en el triunfo del PRI, fue la compra de votos, el derroche desmedido de recursos económicos y la doble o triple contabilidad. Si recordamos, desde el primer día de la campaña, todo el país fue tapizado por anuncios panorámicos que pretendían posicionar la imagen de Peña Nieto, al hacer los cálculos matemáticos se sabía que el sólo gasto en este tipo de publicidad, podría exceder el tope de campaña. Al ser descubiertos, los estrategas del PRI mandaron quitar un buen número de anuncios y fueron sustituidos por la entrega de utilitarios, despensas y materiales de construcción. Sin embargo, nuevamente al hacer las cuentas, existían gastos del PRI no reportados a la autoridad electoral. Se usaron prestanombres de particulares y personas morales para desviar recursos a través de apoyos en especie o dinero electrónico.
No obstante todo el dispendio del PRI, la compra de credenciales y votos el mismo día de la elección no tiene precedente. Los ofrecimientos por voto era de quinientos pesos en adelante, la actividad de movilización (acarreo) corría de los cincuenta a cien pesos por cada persona llevada a las casillas, la credenciales para votar tenían un valor de mil quinientos, se ofrecieron monederos electrónicos con doscientos y quinientos pesos para ser canjeados en la tienda Soriana y se podía obtener hasta diez tarjetas telefónicas para hacer llamadas de larga distancia. La compra del sufragio, principalmente se llevó a cabo en aquellas regiones donde la pobreza no da para tener un teléfono celular con cámara fotográfica y por tanto reportar el acto ilícito; en ese sentido el PRI se aprovechó de la ignorancia y necesidad de muchos ciudadanos captando el sufragio con engaños y promesas falsas.
Un factor más –y quizá el más importante de todos– fue el apoyo de la empresa Televisa que (junto con otros medios de comunicación subordinados) invirtió millones de dólares, primero para construir la imagen de Peña Nieto, y después, para posicionar en la opinión pública la idea de que la elección la ganaría Peña sin problema alguno. Así, la principal televisora de México se convirtió en cómplice junto con la diminuta élite política, en la labor de imponer un presidente de México utilizando a un hombre de plástico que su única labor fue dejarse manipular cual títere de teatro guiñol. La estrategia de campaña fue precisa: las “supuestas” propuestas se ventilaron en spots debidamente producidos y no se expuso al candidato en espacios o foros abiertos donde no se tuviera el control. El único lugar que se salió del guión fue la visita a la universidad Iberoamericana, que por cierto nunca más se volvió a repetir el error.
Este primero de julio, un número importante de mexicanos en estado de indefensión y absolutamente vulnerables, se dejaron comprar y vendieron su futuro por una despensa o dinero que no les durará más de uno o dos meses. Estos mexicanos (que no tienen la culpa de ser pobres o ignorantes) no tuvieron la capacidad de comprender que la satisfacción de su interés particular no beneficiaba en nada a la vida democrática del país; pero su pobreza e ignorancia es tan alta que creyeron en los mentirosos priistas y seguro dentro de poco ellos mismos vivirán las consecuencias.
Es falso que el PRI haya cambiado. Pero también es falso que este México sea diferente. Ambos, partido y ciudadanos seguimos siendo los mismos, nuestra cultura democrática es pobre y sin rumbo político. Los mexicanos que votaron por el PRI no tienen el valor ni la sed de salir de la mediocridad, son agachones y cobardes que prefieren vivir de las limosnas del gobierno, a ser prósperos y vivir en un verdadero estado de bienestar social. Pero insisto, la culpa no la tienen ellos, sino la política de gobierno impuesta en los regímenes priistas que instalaron el neoliberalismo y que apuestan en mantener la pobreza y la ignorancia como una forma de enquistar su permanencia.
Cuando Peña Nieto declara que pondrá toda su capacidad para hacer un buen gobierno, dicha declaración resulta preocupante e ilógica, pues durante la campaña demostró fehacientemente que su capacidad es nula, es un hombre iletrado, inculto, e incompetente para construir ideas. Pero lamentablemente, 18 millones 134 mil 404 ciudadanos mexicanos (aproximadamente), eligieron vivir en la mediocridad y en la sumisión que desde hace años caracteriza al mexicano.
Una vez más la tesis se confirma: cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Un pueblo telenovelero tiene bien merecido un presidente de telenovela. Ovacionemos sin pudor, el lamentable regreso al pasado.
Juan José Solis Delgado - Opinión EMET
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