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La ciudadanía sabe que Peña Nieto actúa cínicamente cuando afirma que si alguien, en el partido tricolor, recurrió a este tipo de prácticas, soy el primero en condenarlas.
Es muy cierto lo que afirma Enrique Peña Nieto: “ningún partido ni actor político tiene derecho a lastimar la unidad de los mexicanos, a polarizar aún más los ánimos. México quiere vivir en un clima de armonía, de paz y de unidad social. Nadie tiene derecho a poner en riesgo esta condición que queremos todos”. Entonces, ¿por qué actuaron como lo hicieron, él y su partido, durante el proceso electoral? Su modo de proceder, antes y después de los comicios, contribuyó a lastimar la unidad y a polarizar aún más los ánimos, de por sí caldeados por la “guerra” de Felipe Calderón y por la terrible descomposición del tejido social durante la “docena trágica” panista.
Aunque decir que hay unidad entre los mexicanos es una broma de mal gusto. Es imposible que la haya cuando sólo una minoría detenta más del 80 por ciento de la riqueza nacional, mientras que dos terceras partes de la población sufren los problemas de la dramática carestía que ha ido reduciendo la capacidad de compra de las clases medias. Asimismo, es muy grave “que se burlen de la sociedad y de los ciudadanos, suponiendo que su voto fue sujeto de venta”. No, la burla está en que se niegue tal proceder, cuando hay evidencias de sobra para sustentar la acusación, mismas que serán presentadas en tiempo y forma, aunque es fácil adivinar que no prosperará la indagatoria, porque las dos instancias calificadoras, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, y la Fiscalía Especial para Delitos Electorales, cumplirán su parte de validar el proceso.
Afirma Peña Nieto que “es tiempo de dejar atrás las diferencias naturales de toda competencia democrática, para mostrar una actitud de civilidad y madurez política”. Entonces, ¿por qué el PRI durante la campaña actuó como lo hacía en los viejos tiempos, cuando era una misión imposible derrotarlo, pues la consigna era hacer prevalecer los intereses del grupo en el poder, a como diera lugar? Ahora la consigna fue derrotar al Movimiento Progresista, cerrarle toda posibilidad de triunfo a Andrés Manuel López Obrador. Y para lograrlo se escribió un guion que se siguió al pie de la letra desde hace seis años. El dinero nunca fue motivo de preocupación, como quedó en evidencia antes y después del proceso.
La ciudadanía sabe que Peña Nieto actúa cínicamente cuando afirma que “si alguien”, en el partido tricolor, recurrió a este tipo de prácticas, “soy el primero en condenarlas”. Tal actitud sí es una muestra de desprecio a la plebe que aceptó las “ayudas” del PRI y votó en pago a la limosna recibida. Así se constata que México sigue sumido en prácticas del pasado, porque prevalecen las mismas condiciones sociales y económicas que les dieron sustento hace ya muchas décadas. No hemos podido avanzar en la construcción de una sociedad más civilizada y democrática, por el interés de los poderes fácticos en frenar un progreso acorde con las propias posibilidades del país para sustentarlo.
Al contrario, la marcha ha sido en reversa a partir del golpe de Estado técnico de los tecnócratas en 1983, hasta llegar a los extremos en que nos encontramos en la actualidad, como el país con menores tasas de crecimiento en América Latina, con los salarios mínimos más bajos, con una desigualdad social sólo comparable a la existente en los países más atrasados de África y Asia, aunque con una fachada bonita para efectos propagandísticos, que se observa en los principales centros turísticos. Aunque ni siquiera son competitivos a nivel internacional, no sólo por la inseguridad y la violencia prevalecientes, sino porque no cuentan con la infraestructura necesaria, pese a los autoelogios de Calderón para hacer creer, a la gente hipnotizada por la televisión, que “ha sido el mejor presidente en todos los órdenes”.
Por lo pronto, no obstante el rechazo de Peña Nieto y de los dirigentes priístas a las acusaciones del Movimiento Progresista, de haber recurrido a ilegalidades de sobra documentadas, en el ánimo de la ciudadanía quedará el sentir de que el viejo “dinosaurio” regresó para mantener al país en la mediocridad y el atraso cívico. Más aún si las pruebas que presenten los abogados responsables de presentar el recurso de impugnación, no son seriamente anuladas, como es previsible que suceda. Entonces, la sociedad nacional tendrá la certeza de que nos esperan más años de sufrimientos por la falta de un gobierno al servicio del país.
Guillermo Fabela - Opinión EMET
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