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Es preciso tomar conciencia de que el PRI quiere regresar a Los Pinos para no salir nunca más de allí, cuando menos en varias décadas.
Quienes deseamos un cambio democrático para México, debemos preguntarnos qué le espera a la izquierda mexicana en los años por venir. La respuesta inmediata se fundamenta en un elemental sentido común: reagruparse para fortalecerse y estar preparada para enfrentar los embates de la derecha, que serán muy duros porque sus dirigentes saben que no tienen mucho tiempo para fortalecer su presencia en el país, única alternativa para evitar riesgos de pérdidas de espacios, como acaba de sucederle al PAN en los comicios del domingo.
Es preciso tomar conciencia de que el PRI quiere regresar a Los Pinos para no salir nunca más de allí, cuando menos en varias décadas. Ya probó la hiel de la derrota y no tiene intenciones de volver a saborearla. No le importarán los medios para cumplir esta meta, por lo que debemos estar preparados los ciudadanos comunes a vivir en un medio muy hostil, donde no habrá tolerancia a manifestaciones de protesta como las que están llevando a cabo, con un elevado sentido cívico, los estudiantes de la organización “#YoSoy132”.
No es un mero acto de cortesía de Enrique Peña Nieto haber contratado los servicios del más destacado represor colombiano, el general Óscar Naranjo, sino la demostración plena de que no le importará reprimir todo acto de protesta o de oposición a su programa de “gobierno”, que se fundamentará en las famosas reformas estructurales neoliberales que acabarán con lo poco que queda del Estado de bienestar en que basó su longevidad el viejo sistema priísta.
En este contexto, a la izquierda le esperan pruebas inéditas que pondrán a prueba su capacidad de resistencia, no sólo sus posibilidades organizativas y de acción política en un marco adverso, como en los tiempos en que los comunistas trabajaban en la clandestinidad y eran rabiosamente perseguidos. Podrá sortearlas sólo si afianza una unidad a prueba de corruptelas y de chantajes, si sus líderes tienen ojos para ver más allá del corto plazo y se resignan a hacer sacrificios que quizás nunca les serán recompensados, pero que serán determinantes para superar los embates de las fuerzas represivas de la derecha.
Como es imposible que el PRI acepte que “ganó” la elección tramposamente, y más aún que los dirigentes de las súper potencias reconozcan a quien se ha significado por ser un firme defensor de la democracia en México y de los intereses fundamentales del país, como Andrés Manuel López Obrador, lo aconsejable es que sea éste quien dirija la marcha de las fuerzas de izquierda por la superación de los grandes retos que le esperan, ahora que la derecha cerrará filas en torno a un partido mejor preparado para instaurar un régimen de corte policíaco, al costo que haya que pagar.
El primero de tales costos será el de ejercer el poder de manera espuria, deslegitimada por tanta maniobra sucia durante la campaña y el día de las elecciones. Como advirtió la directora ejecutiva del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia (IMDHD), Rocío Culebro, “Enrique Peña Nieto llega a la Presidencia de manera ilegal”. Para ello contó con la abierta complicidad del Instituto Federal Electoral (IFE), como quedó demostrado plenamente con el reconocimiento anticipado del “triunfo” de Peña Nieto, por el consejero presidente, Leonardo Valdés Zurita.
La nueva izquierda mexicana debe estar preparada para enfrentar todo tipo de presiones, orientadas a reducir su capacidad de lucha y de organización política. Debe aprender de una vez por todas (no habrá otra oportunidad) a trabajar de manera disciplinada en torno a una dirigencia bien estructurada y con la suficiente autoridad moral para hacerse respetar. El ejemplo del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) es digno de ser apuntalado, sobre bases políticas de largo alcance, donde no quepan mezquindades ni traiciones. La lucha será larga y difícil, pero podrá ganarse en la medida que se actúe con la convicción de que la unidad es el fundamento del éxito. El reto inicial será ganarse la confianza ciudadana, como lo han logrado en muy poco tiempo los estudiantes del “#YoSoy132”.
Dice Peña Nieto que forma parte de una generación de políticos del PRI comprometidos con la democracia, que rechaza las prácticas del pasado. Así lo escribió en un artículo publicado por el “New York Times”. Sin embargo, ya vimos que no tuvo empacho el tricolor en seguir al pie de la letra los viejos trucos para “ganar” elecciones, junto a otros de nuevo cuño, como la entrega de tarjetas para cambiarlas por mercancía en tiendas “Soriana”. Esto es una demostración de que el viejo “dinosaurio” es un gigante con pies de barro, pues no cuenta con bases sociales que le permitan sostenerse firmemente.
Guillermo Fabela - Opinión EMET
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