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Los líderes de la oligarquía deberían darse cuenta de que sería suicida pretender forzar a la sociedad a que acepte una imposición antidemocrática
La “guerra sucia” iniciada por el binomio PRI-PAN, en el último tramo de la campaña electoral, lo único que va a conseguir es demostrar el total desinterés de la oligarquía reaccionaria por el futuro del país. La gente no es estúpida, como suponen los dirigentes de la clase política, y sabe que no puede ser “un peligro para México” quien no ha tenido la responsabilidad de conducir los destinos nacionales. Un peligro real lo es quienes han tenido en sus manos las riendas del poder y lo han utilizado con fines adversos al interés colectivo. Lo realmente peligroso en este momento es preservar condiciones que inciden en una más grave descomposición del tejido social, en el estancamiento económico y en una violencia incontrolable.
¿Acaso no ha sido el binomio PRI-PAN el que ha conducido al país al despeñadero en que nos encontramos, como lo confirman los más de 60 mil muertos por la “guerra” de Felipe Calderón, la contracción del mercado interno, la existencia de más de siete millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan? ¿Cómo podría ser peligroso buscar cambios que influyan en una vida democrática que eliminara riesgos de ingobernabilidad, de mayor desempleo, de más violencia en las calles? Cada vez más gente, a pesar de los esfuerzos de los poderes fácticos por evitarlo, está convencida de que seguir por la misma ruta que delineó Carlos Salinas de Gortari, nos habrá de llevar al caos y a la ruina total como sociedad organizada.
Los líderes de la oligarquía deberían darse cuenta de que sería suicida pretender forzar a la sociedad a que acepte una imposición antidemocrática, pues las consecuencias serían muy lamentables y no habría forma de parar el justificado descontento popular por la ruindad de la clase política y de los poderes fácticos. Menos aún si se les ocurriera echarle la culpa a la izquierda, cuando la gente está consciente de que aquella fuera víctima de un atraco. Deberían tener la madurez e integridad moral necesaria, los dirigentes reales de la oligarquía, para aceptar la urgencia de quitarle al pueblo el yugo en que se le ha mantenido desde hace tres décadas.
¿Cómo se atreven, los dirigentes del PRI-PAN, a acusar de antidemocrático al abanderado del Movimiento Progresista, cuando son ellos quienes actúan de manera por demás antidemocrática, como lo patentiza su actitud de rechazo a que la sociedad avance integralmente? ¿Quién le teme realmente a la democracia? La “guerra sucia” contra Andrés Manuel López Obrador, lo único que demuestra es un pánico irracional a que México abra las puertas de la democracia, cerradas con fuertes candados por una clase política absolutamente ajena a las necesidades de la sociedad nacional.
Por suerte, en este momento hay factores que harán más difícil un nuevo fraude como el cometido en el 2006, pero también sería más riesgoso que se realizara. Si en 1988 y hace seis años se pudo contener la ira popular, ahora sería muy difícil y costoso poderlo consumar. La actitud visceral que están demostrando los dirigentes del binomio partidista, demuestra que están conscientes de que López Obrador va muy arriba en las preferencias electorales, y que sólo con golpes bajos, zancadillas y “guerra sucia” podrían, según ellos en su inconciencia y egoísmo, evitar que triunfara en los comicios del primer domingo de julio.
La presencia, cada vez más nutrida y firme, de la juventud estudiosa del país, la cual se ha estado organizando para evitar el fraude y que los poderes fácticos insistan en mantener cerradas las puertas de la democracia, es un elemento invaluable para que las tentaciones autoritarias y antidemocráticas de la oligarquía más ciega y perversa, se mantengan bajo llave. El binomio PRI-PAN no tiene nada que ofrecer a la sociedad nacional, sino más de lo mismo, pero más descompuesto y más inviable. Los estudiantes universitarios lo saben perfectamente, por eso han ofrecido mantenerse vigilantes para que las votaciones se lleven a cabo sin contratiempos.
Sólo alguien aferrado al pasado puede creer que la gente se va a tragar la especie de que la suma de desperdicios va a fortalecer una candidatura. Tal es el caso de Enrique Peña Nieto, quien está apoyándose en personajes absolutamente descalificados por su inmoral oportunismo y vocación de traidores. Aun es tiempo de que los líderes reales de la oligarquía entiendan la necesidad de no seguir obstaculizando mínimos avances democráticos. No hacerlo sería una irresponsabilidad gravísima.
Guillermo Fabela - Opinión EMET
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