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Los hechos prueban que Andrés Manuel López Obrador ha enfocado su actividad política a crear conciencia entre la ciudadanía del valor de la gobernabilidad democrática
Es muy preocupante la actitud visceral de militantes de la derecha, quienes no parecen darse cuenta de que la poca gobernabilidad que aún tenemos en México está prendida de alfileres. En su mezquino afán de mantenerse en el poder y conservar sus privilegios, hacen caso omiso al riesgo de quitar esos alfileres y así dar paso a una situación que ellos mismos serían los primeros en condenar, aunque sólo para echar más fuego a la hoguera culpando de tal situación al único líder que lucha por evitar un gran colapso que diera al traste con el futuro de la nación.
Los hechos prueban que Andrés Manuel López Obrador ha enfocado su actividad política a crear conciencia entre la ciudadanía del valor de la gobernabilidad democrática, poniendo énfasis en la organización social como elemento fundamental para encauzar la lucha cívica por cauces pacíficos. Es una canallada afirmar que se ha dedicado a provocar odio entre la población, cuando su tesis política fundamental ha sido insistir que la vía pacífica es la única válida para llevar a cabo los cambios verdaderos que urgen al país.
A las corrientes democráticas y progresistas, lo que más importa es consolidar condiciones que permitan un desenvolvimiento, lo más armónico posible de la sociedad, porque son el mejor antídoto a la violencia y a la descomposición del tejido social. En un entorno de paz, está probado históricamente, los pueblos avanzan y crean instituciones progresistas. Por eso un militante del PAN, que no ha abdicado de los principios fundacionales de su partido, como el senador Ricardo García Cervantes, condenó que los estrategas de la campaña de Josefina Vázquez Mota, hayan recurrido al nefasto procedimiento de la “propaganda sucia”.
Señaló que “intentar engañar a los ciudadanos es cada vez más riesgoso”, al condenar el espot en que se editó un discurso de López Obrador para hacer creer al público receptor que estaba incitando a la violencia, cuando en realidad la estaba condenando explícitamente. Sin embargo, para la candidata Vázquez Mota “no es guerra sucia evidenciar quién es López Obrador”. Según ella, el abanderado del Movimiento Progresista es “populista, demagogo, intolerante, violento y soberbio, porque no cree más que en su verdad. Ha hablado de amor, pero la verdad es que ha sembrado odio y rencor a lo largo de estos años”.
Vemos que la derecha no acepta que haya quienes se opongan a sus designios reaccionarios, mediante fórmulas políticas eficaces como las utilizadas por López Obrador desde que inició su carrera de líder social. La gente común tiene otro concepto de él, muy diferente, de ahí su éxito a lo largo de los años. ¿Populista porque se preocupa por el bienestar de la gente, como lo demostró siendo jefe de Gobierno al instaurar el sistema de apoyos a los adultos mayores que luego hicieron suyo los gobiernos del PRI y del PAN? ¿Demagogo porque le gusta hablar sin rodeos, diciendo las cosas por su nombre? ¿Soberbio, intolerante y violento porque no claudica de sus ideas democráticas y las defiende con firmeza?
Quienes a lo largo de estos últimos treinta años han sembrado odio y rencor por todo el país han sido los tecnócratas insensibles a los problemas concretos de los ciudadanos. Se han dedicado con un empeño extraordinario a empobrecer a las familias, a despojarlas de sus raquíticos patrimonios, a quitarles a los jóvenes las oportunidades de progreso que antes tenían y ahora ni con doctorados encuentran trabajo. Esto si es sembrar odio y rencor, etapa que se habrá de cerrar con broche maléfico con la criminal violencia desatada por la “guerra” de Felipe Calderón, que dejará una herencia de dolor y luto que seguramente se le cobrará en las urnas este primero de julio.
Si hay alguien soberbio, intolerante y violento es, por ejemplo, Diego Fernández de Cevallos, prototipo del político de derecha de corte neofeudal, acostumbrado a no creer más que en su verdad. Por eso se sienten a sus anchas en un modelo como el neoliberal, ideado para favorecer los intereses de los aristócratas que añoran los tiempos en que los poderosos tenían fueros y el derecho de despojar a los humildes de sus escasas pertenencias.
En tal tipo de políticos encaja perfectamente Enrique Peña Nieto, como lo demostró a su paso por el gobierno del estado de México. ¿No se ensañó contra los pobres que trataban de proteger su escaso patrimonio, como por ejemplo los campesinos de Atenco? La “guerra sucia” contra López Obrador no tiene sustento y por eso ya no tiene ningún efecto. Al contrario, se le revierte a sus autores, como sucedió con los últimos espots, demostrativos de una falta de argumentos de la derecha para invalidar a un líder que ha dedicado su vida a luchar por el progreso democrático al que tenemos derecho todos los mexicanos, no sólo una camarilla privilegiada, más egoísta y soberbia mientras mayor es su poder, como lo demostró el neopanismo que llegó con Vicente Fox a Los Pinos.
Guillermo Fabela - Opinión EMET
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