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Historia de un secuestro. (Héctor Barragán Valencia)

 
Historia de un  secuestro
Tan lejos nos ha llevado esta guerra contra el crimen organizado. Antes de esa fatídica decisión que se convirtió en política de Estado

Ocurrió en Michoacán. En Los Reyes Michoacán. El jueves 10 de mayo a las cuatro de la mañana Javier salió de su casa para abrir sus dos tortillerías e iniciar la molienda de maíz y elaborar tortillas. Ya no regresó. Horas después sus secuestradores hicieron contacto con su familia para exigirle el rescate… Se lo tragó la tierra. Su madre (de 74 años) y su padre (mayor de 80 años) lloran sin descanso ni consuelo, lo mismo que su mujer y sus dos hijas adolescentes. Al correr de los días la esperanza de encontrarle con vida se desvanece. Hoy tan sólo se clama por recuperar su cuerpo... Un crimen más. Un crimen contra un hombre esforzado, pero que no tiene la fama pública para atraer a los reflectores y movilizar a las conciencias para clamar por un ¡ya basta!

Son tan frecuentes éste y otros tipos de delitos que los sentidos se han anestesiado; ya nadie se inmuta, excepto sus dolientes. Nadie dice nada, nadie denuncia, nadie hace nada… pues para nada sirve. Los secuestros, el despojo, el cobro de piso, las extorsiones, los asesinatos son tan comunes que han pasado a ser la “nueva normalidad”. Temor, adormecimiento de los sentidos, convivencia cotidiana con el crimen, defraudación de los políticos, pillaje de los criminales son esa “nueva normalidad” de la vida pública que habla de la profunda degradación y descomposición de muchas regiones de Michoacán, como Los Reyes.

Tan lejos nos ha llevado esta guerra contra el crimen organizado. Antes de esa fatídica decisión que se convirtió en política de Estado, las bandas de narcotraficantes eran estructuras sólidas, lo cual les permitía traficar con drogas: tenían el poder económico y la capacidad logística de operar fuera del país. Hoy, ya desarticuladas, se han convertido en hordas que se dedican al robo, al secuestro, a la extorsión, etc. Antes, su actividad era puramente empresarial: hacer dinero con el trasiego de drogas; hoy, disputan el territorio a unos gobiernos municipales débiles, corruptos, ramplones, deslegitimados. El cobro de piso, es el nuevo impuesto predial y a las actividades empresariales; la extorsión, el robo y el secuestro son el impuesto por el derecho a la seguridad y a la vida.

La guerra contra las drogas degeneró en disputa territorial. Los criminales arrebatan a gobiernos débiles el derecho a cobrar impuestos y a regentear territorios. El crimen desmiembra a México. En tanto, la familia de Javier, como muchas más, vive –si a eso se le puede llamar vida– con el “Jesús en la boca”: temen hasta a su propia sombra. Saben que les llegará su hora, aunque ignoran cuándo será ese fatídico día.
Héctor Barragán Valencia - Opinión EMET
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