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2012: Ya nunca más. (Lenia Batres Guadarrama)


 
2012: Ya nunca  más
¿Ganaremos las elecciones? ¿Nos respetarán el triunfo?




A unas horas de la elección presidencial, millones de mexicanos tenemos mucho optimismo por esta segunda oportunidad de llevar a la Presidencia de la República a Andrés Manuel López Obrador, con la certeza de cambio real que conlleva. Sin embargo, el escenario en que arribamos a este 1º. de julio es uno que no hubiéramos querido: la incertidumbre otra vez.

¿Ganaremos las elecciones? ¿Nos respetarán el triunfo?

Especular un sí o no, no tiene sentido, y menos a estas alturas. Pero sí quisiera sopesar algunos elementos que me parecen de necesario análisis para vislumbrar las conclusiones de este domingo.

Creo que llegamos a este julio de 2012 en mejores condiciones que en 2006.

En primer lugar, porque la campaña de hace seis años, comenzó con un posicionamiento de Andrés Manuel muy alto que fue mermado con una guerra sucia para la que no estábamos preparados.

En segundo lugar, porque la campaña de 2006, si bien fue larga, pues duró diez meses entre precampaña y campaña, en los cuales celebró 681 mítines en todo el país y se reunió de manera directa con 3 millones 500,000 personas, no guarda comparación con el trabajo que logró hacer en estos seis años, en los cuales recorrió dos veces los casi 2,500 municipios, realizó una tercera gira estatal y finalmente, ya en campaña, según nos informó este miércoles, sumó 136 reuniones con sectores productivos y sociales, en los que tuvo contacto con cerca de dos millones de ciudadanos.

En tercer lugar, a diferencia de 2006, en el que López Obrador se apoyó en una débil estructura partidista del PRD, PT y Convergencia, además de una incipiente organización de redes ciudadanas, en 2012 dio tiempo para impulsar y dar forma a una estructura de activistas independiente de los partidos políticos, Morena, gracias a la cual Andrés Manuel logró transmitir su mensaje político en lugares donde aquellos partidos no habían logrado penetrar, como el Norte del país, y generar la defensa del voto sin necesidad de depender de las posibilidades organizativas de las burocracias partidistas.

En cuarto lugar, en este 2012, lejos de padecer la reedición de la guerra sucia que no se pudo contraatacar por sorpresiva y virulenta en el 2006, López Obrador y miles de activistas la fueron diluyendo poco a poco, al grado de que en esta segunda edición ya no pudo impactar de la misma manera en la población.

En quinto lugar, el lema de campaña “Por el bien de todos, primero los pobres” fue transformado por la idea incluyente de una cuarta transformación del país, una patria nueva, una cuarta república, bajo los ejes de la honestidad, la justicia y el amor.

Al mismo tiempo en que se amplió el contenido del discurso, Andrés Manuel tuvo la capacidad de sumar significativamente a representantes de sectores que en el 2006 apenas se observaron en la campaña, como los empresarios, la clase media y los jóvenes.

En sexto lugar, junto con la campaña misma, creció la comunicación alternativa, con la que se contrarrestó buena parte de la ausencia de información veraz de los medios de comunicación masiva. Si bien ya existían las redes sociales, y fueron uno de los principales generadores de movilización del activismo obradorista durante el sexenio, hasta estos últimos meses fue cuando tomó una forma masiva y activa como en ninguna otra campaña política sucedió antes.

Junto con estos elementos, se halla un López Obrador siempre más maduro que aprende de su propia historia y no la repite.

Y también, debemos decirlo, una sociedad que no es la de 2006, decepcionada del gobierno fallido de Vicente Fox, sino ahora francamente golpeada, agredida por la locura en que sometió al país Felipe Calderón. Una sociedad que ahora sabe perfectamente bien que alternancia no es democracia.

La memoria del priismo no está tan lejana para millones de mexicanos que lo padecimos. Ahora un movimiento juvenil, #YoSoy132, se ha encargado de exhibir el temor al priismo por sus gobiernos estatales dinosáuricos. Si bien los jóvenes no vivieron a Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo, De la Madrid, Salinas y Zedillo, son testigos del cinismo rampante de Arturo Montiel, Ulises Ruiz, Mario Marín, Enrique Peña Nieto mismo, Tomás Yarrington…

Sin embargo, a pesar de que la campaña no es la misma, Andrés Manuel no es el mismo y este país ha cambiado, lo que no cambia un ápice son los poderes fácticos. Y no es que esperáramos que se democratizaran, pero para actuar sobre una realidad, así sea para conservarla como ellos pretenden, hay que entenderla. Y creo que eso también juega a favor de Andrés Manuel: que no entendieron en esta ocasión en qué escenario actuarían.

Las empresas televisoras diseñaron una campaña mercadotécnica, no política, para Enrique Peña Nieto sobre la base de apoyarse en lo que les funcionó en 2006, la guerra sucia contra Andrés Manuel.

Ni lejanamente, vieron a su candidato como un elemento político, insisto, y por eso mismo, no pudieron ayudarlo a salir del empantanamiento al que su mediocridad lo fue llevando, ni supieron responder más que con esa guerra sucia ante el rápido ascenso del candidato de la izquierda. Guerra sucia, reitero, sin adherente una vez retirada la mordaza que mantuvo indefenso a López Obrador ante la permanente ridiculización en los medios de comunicación durante estos últimos seis años.

Ya en la constatación del fracaso televisivo, el PRI tuvo que armar la vieja estratagema con que ha ganado elecciones siempre, aunque es la misma con las que las ha perdido: la compra de votos y la preparación de trampas que podrían alterar directamente los resultados en las urnas, como carruseles que el infuncional IFE afirma que no existen.

¿Mejores condiciones que en 2006 no garantizan el triunfo? Me arriesgo a decir que sí. Lo comprobaremos ya en unas horas.

Mientras, algunos militantes políticos de la izquierda podemos decir con enorme satisfacción que estos seis años nos transformaron la visión política en su conjunto. La cantidad de lecciones que nos deja Andrés Manuel son para escribirse desde ya en nuestra historia política:
Ahora sabemos cómo hacer una revolución pacífica.
Cuáles son las bases de un liderazgo real. Valores, persona, ideales, plataforma, confianza, honestidad, tenacidad, perseverancia.
Los partidos políticos no son ya nunca más, afortunadamente para la trascendencia de pequeñas burocracias enquistadas, la forma en que se desarrolla la conciencia y la organización popular.

Es decir, en estos seis intensos años, no sólo creció Andrés Manuel, sino que también se formaron cientos, miles de cuadros. Y un pueblo trascendió. Ya la política mexicana no será la misma, nunca más.
Lenia Batres Guadarrama - Opinión EMET



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