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Un país futbolero: aztecos, televisos y Peña Nieto. (Lilia Arellano)


Un país futbolero: aztecos, televisos y Peña  Nieto
Es para avergonzarse que recurrieran a solicitarles a los candidatos el cambio de fecha o de horario cuando tienen en sus manos la forma de imponer a unos o a otros lo que es del interés mayoritario.
Respaldados en una infundada creencia de que somos un país futbolero cuyos ciudadanos están solamente pendientes de los partidos, que no se ocupan de ninguna otra cuestión y menos aún están dispuestos a cambiar a un espectáculo como estos para presenciar un debate entre aspirantes a la Presidencia de la República en momentos en los que sin exagerar se está definiendo el futuro del país, de generaciones completas, los concesionarios de la televisión mexicana deciden no suspender estas transmisiones y de pasada enviarle un mensaje al gobierno federal sobre su papel dentro de no solo los medios de comunicación sino en el mando total.

Si sacamos cuentas no son demasiados los estadios de futbol con los que cuenta la República. El promedio no llega a dos por entidad y de ellos sigue siendo el Azteca el que tiene un mayor cupo que algunos dicen puede llegar a los 85 mil. Hace tiempo que la afición se convenció de que tales enfrentamientos ya no eran deportivos sino un mero negocio que se incrementó sustancialmente cuando hicieron su “venta de piernas” y comenzaron a obtener grandes sumas de dinero por el traspaso tanto de jugadores como de directores técnicos. Han evadido impuestos regalando lentes por goles y se han dado el lujo los dueños de los equipos, quienes en su mayoría están fuertemente ligados a las televisoras, de exigir a los gobiernos de los estados que les entreguen de manera gratuita estos cosos y les paguen mantenimiento, vigilancia, luz, etcétera para que les queden íntegras las utilidades de la venta de boletos.

Pero volvamos a los señores de la televisión. Todo apunta a que no sienten ningún respeto y mucho menos conocen de reglas cuando se trata del gobierno federal, por lo tanto olvidan olímpicamente que son concesionarios, que es el Estado el que les otorga el permiso para sus transmisiones y, por lo tanto, si no hubiese tantas complicidades entre ellos serían las autoridades las que los obligarían a cumplir con los enlaces que, como es el caso de los debates, son de interés mayoritario y nacional. Ahora ya demostró Ricardo Salinas Pliego de lo que es capaz. Con gran desaire y un enorme dejo de prepotencia hizo público y patente su poder frente a un gobierno que también resultó incapaz de ordenarle a la Federación Mexicana de Futbol el cambio de horario o de fecha para el partido del próximo domingo.

Es para avergonzarse que recurrieran a solicitarles a los candidatos el cambio de fecha o de horario cuando tienen en sus manos la forma de imponer a unos o a otros lo que es del interés mayoritario. Ahí está abiertamente demostrado quienes mandan en el remedo de democracia, cada vez más clara, que intentan vendernos. Y como se orquestan tanto aztecos como televisos en torno a la figura de Enrique Peña Nieto, a quien hicieron su candidato desde hace más de cuatro años y como están ciertos de que puede ser vapuleado por sus contrincantes y siguen la estrategia de no exponerlo que el equipo del mexiquense ha puesto sobre relieve, cancelándole a periodistas y medios cualquier participación conjunta con los otros abanderados, nada mejor que “montarse en su macho” y evitar que con las transmisiones millones se den cuenta de que el cambio que el país necesita tal vez no está en el camino tricolor. Tibias y ridículas resultaron las protestas del mandamás del IFE. Valdés Zurita dejó muy claro el miedo que les provocan sus propios monstruos.
Lilia Arellano - Opinión EMET