- Obtener vínculo
- X
- Correo electrónico
- Otras apps
Featured Post
- Obtener vínculo
- X
- Correo electrónico
- Otras apps
Por eso este proceso será crucial y definitivo para los mexicanos, tan importante como lo fue la lucha de Benito Juárez y los liberales que encabezaba, contra los conservadores que trajeron a un emperador extranjero.
Es fundamental que la oligarquía no le apueste a la estrategia del “río revuelto”, que comprenda la necesidad imperiosa de que se refuercen las instituciones para que las actividades productivas sigan adelante, pues la hipotética “ganancia de pescadores” no sería como se la imaginan, no en las actuales condiciones de una nación al borde del estallido social. La realidad es muy ilustrativa de los graves riesgos que se tienen en la actualidad por la terrible descomposición social que caracteriza a México. Sería no sólo una imprudencia injustificable, sino un acto suicida echarle más fuego a la hoguera, como sería el caso si el proceso electoral se manchara de sangre o de ilegalidades bien claras. Peor aún si se pretendiera, desde el poder, ocultarlas o disfrazarlas cínicamente.
El famoso dicho “haiga sido como haiga sido” de hace seis años, en estos momentos sería tanto como cancelar la vía democrática para México, y no quedaría otra alternativa que el fascismo al estilo chileno, aunque aquí no podría asegurarse que los resultados serían los mismos, porque las fuerzas armadas no tienen ni la mentalidad ni la disciplina del ejército de Augusto Pinochet. Además, el dictador sudamericano no tuvo que enfrentar a fuerzas irregulares pero bien pertrechadas y dispuestas a morir, como sucedería en México con las bandas de la delincuencia organizada, entre las que sobresale la conocida como Los Zetas.
El próximo sexenio puede ser el de la transición democrática que hace tanta falta, o en el peor de los casos el de la instauración de un sistema político sustentado en el poder de las fuerzas armadas, que duraría el tiempo que éstas pudieran sostener la unidad interna que se necesitaría para enfrentar una lucha muy desgastante, pues seguramente encontrarían una dura resistencia, cada vez más fuerte y cohesionada, porque habría un motivo fundamental para resistir los embates de un Estado represor que se negara a brindar a las clases mayoritarias un nivel de vida más o menos justo.
Sería una gravísima irresponsabilidad pretender postergar más tiempo la transición democrática en México, porque las consecuencias serían desastrosas y prolongarían innecesariamente los sufrimientos de cien millones de mexicanos, sobre cuyas espaldas ha recaído el peso de las injusticias derivadas del mantenimiento de una estrategia económica muy negativa para las clases mayoritarias, y finalmente para el país al cancelar la posibilidad de un crecimiento sostenido a tasas satisfactorias. ¿Acaso no tenemos en México tres décadas de estancamiento económico? ¿No es verdad que la abundante riqueza del país está favoreciendo monopolios privados cada vez más excluyentes?
Pretender, al precio que sea, imponer condiciones aún más injustas a la población mayoritaria, como sería el caso con las famosas “reformas estructurales” (conforme a la egoísta visión de oligarcas insaciables), sería una invitación a la desestabilización generalizada del país. Más aún si tal paso se quisiera dar luego de un fraude electoral con la finalidad de contar, desde la cúpula del poder, con un Estado benefactor, pero sólo de unas cuantas familias, como sería seguramente si llegaran a Los Pinos los intereses representados por Enrique Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota. Porque finalmente lo que cuenta en este proceso electoral no es lo que aparenta cada uno de los candidatos, sino quienes los respaldan.
Por eso este proceso será crucial y definitivo para los mexicanos, tan importante como lo fue la lucha de Benito Juárez y los liberales que encabezaba, contra los conservadores que trajeron a un emperador extranjero. Tuvimos patria gracias al triunfo de los juaristas, la que ahora está en peligro por las ambiciones de grupos oligárquicos que sueñan, si no con un monarca, sí con inversionistas foráneos que los hagan socios, a cambio de mantener al pueblo sumiso y en la indefensión.
En julio se votará por dos proyectos, no por tal o cual candidato. Uno es el que enarbola Andrés Manuel López Obrador, que es el que puede rescatar el futuro del país, actualmente en grave peligro; y otro el de los conservadores que abanderan Peña Nieto y Vázquez Mota. ¿Por qué se puede hacer tan categórica afirmación? Porque así lo avalan los hechos. La próxima cumbre del G 20 aquí en México, los días 18 y 19 de junio, será la demostración categórica de que se nos quiere mantener atados a intereses extranjeros, con fines absolutamente nefastos para los mexicanos, gracias a que estamos “gobernados” por émulos de los monárquicos que lucharon contra Juárez.
Guillermo Fabela - Opinión EMET
- Obtener vínculo
- X
- Correo electrónico
- Otras apps