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En los comicios de julio próximo, tendremos los mexicanos la última oportunidad para enderezar el rumbo del país y encauzarlo por la senda de la democracia participativa
Es tan grave no votar que equivaldría a un acto de traición a la patria, debido a todo lo que está en juego. Sólo el voto tendrá la virtud de evitar que la ingobernabilidad se enseñoree del país, con la secuela de violencia que ello traería ante el total rompimiento del Estado de Derecho. Es una grave irresponsabilidad en este momento no tomar partido, porque los vacíos que tal proceder acarrea son llenados por grupos y organizaciones dedicados a medrar, sin ningún compromiso con la sociedad. Actuar de ese modo significa hacerle el juego a quienes sólo buscan consolidar sus privilegios, aprovechando el entorno caótico que se crea con las indefiniciones políticas.
El abstencionismo y los votos nulos son los mejores aliados de los partidos que se sustentan en el viejo corporativismo, como son el PRI y el PAN. Cuando menos el partido tricolor, con su voto duro tiene para ganar unas elecciones sin sufragios. A ello le están apostando al darse cuenta que Enrique Peña Nieto camina en reversa, aunque traten de ocultarlo con las encuestas inamovibles que finalmente habrán de provocar un enorme desprestigio a las empresas que las levantan. La ciudadanía no es tonta, como lo suponen los dirigentes de ambas organizaciones, y sabe perfectamente que la realidad no se puede manipular al antojo de los magos encuestadores.
Por lo que respecta al PAN, es de tal magnitud el daño al país luego de dos sexenios con ellos al frente de las instituciones nacionales, que el voto de castigo será brutal, como se advierte por la caída tan notoria de Josefina Vázquez Mota en las preferencias de la gente. La gente común sabe que la abanderada del blanquiazul está muy comprometida con los patrocinadores de Calderón, no son tan ilusos de creer que con ella en Los Pinos las cosas van a ser “diferentes”. Así como Calderón profundizó y magnificó las políticas fascistas de su antecesor, su entreguismo a intereses extranjeros, de igual modo actuaría la señora Vázquez Mota, porque no podría hacerlo de otro modo, so pena de ser inmediatamente reprendida.
En los pasados veintiocho años vivimos una inercia de mutilación de los derechos humanos, del Estado de Derecho, que sólo un grupo libre de ataduras políticas y económicas podrá revertir. No votar equivaldría a dificultar el cambio verdadero y profundo que necesita la nación en la actualidad. Si esto no lo sabe Sicilia, no tiene capacidad para ser un líder con responsabilidades históricas, y si lo sabe y no actúa de manera consecuente, es que es un cínico que se está aprovechando de una coyuntura favorable a este modo de hacer “política”.
Los peligros de una crisis más aguda que la actual son reales, por la necedad del inquilino de Los Pinos de querer justificar a cualquier costo sus desatinos. Sigue aferrado a culpar al crimen organizado de todos los males del país, como si antes de él no existieran organizaciones delictivas. Ante representantes de los 34 países participantes en la Cumbre de las Américas, responsables del área encargada del combate al crimen organizado, Calderón afirmó que éste es el principal obstáculo para la prosperidad de la gente, y es además “una amenaza para la democracia, quizás la más peligrosa en nuestros días en nuestro continente”. No es la pobreza ni el desempleo.
Mientras no se actúa contra las causas de los problemas estructurales, es impensable que haya avances concretos en contra de tal situación. Es lo que ha ocurrido a lo largo del sexenio, porque finalmente lo que siempre quiso Calderón fue crear un “enemigo” con el cual justificar su principal estrategia de “gobierno”. Es cierto que la violencia genera incertidumbre, contracción económica, como ahora lo reconoce cuando antes siempre sostuvo lo contrario. Pero es un hecho histórico, válido en todas las épocas, que la violencia genera más violencia, y Calderón no ha hecho otra cosa que anteponer el uso de la fuerza a cualquier otra estrategia.
Esto lo sabe muy bien la ciudadanía, y está consciente además de que Vázquez Mota no podría actuar de manera diferente. Tampoco lo haría Peña Nieto, porque el uso de la fuerza del Estado es parte consustancial al método de gobernar de los tecnócratas carentes de ideas políticas, y él lo es, como lo ha demostrado en su corta vida en el servicio público. Su falta de sensibilidad fue lo que más quedó de manifiesto en la reunión con los integrantes del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. Y sensibilidad social profunda es lo que hará falta en los próximos años para evitar que la nación se siga desangrando y deshaciendo.
Guillermo Fabela - Opinión EMET
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