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Plaza Histórica, de 1968 a 2012. (Lilia Arellano)


Plaza Histórica, de 1968 a  2012
Ahí se ha dejado en claro que para poder salir del atraso y rezago en que ha caído México en las últimas administraciones federales, el país requiere toda una revolución educativa.

La Plaza de las Tres Culturas fue de nueva cuenta escenario de un evento en el que, al igual que en 1968, puede desencadenar una serie de actos que obliguen tanto al mandato actual como al que lo suceda a cambiar radicalmente sus posturas y tendencias. Son otra vez los jóvenes universitarios quienes cargan con la estafeta y la responsabilidad de estos movimientos y este lunes dieron buena cuenta de lo anterior al sumarse por miles y apoyar al candidato tabasqueño Andrés Manuel López Obrador, a quien consideran el único abanderado de un cambio. La variante radica en que por primera vez se reúnen en una lucha tanto los que acuden a las escuelas públicas como los que asisten a las privadas de mayor renombre, así como de otras instituciones superiores.

Ahí se ha dejado en claro que para poder salir del atraso y rezago en que ha caído México en las últimas administraciones federales, el país requiere toda una revolución educativa. Sin embargo, de manera electorera, sin la seriedad y el rigor que la problemática educativa de la nación lo amerita, los tres principales candidatos a la Presidencia de la República abordaron hoy el tema de la educación y pretendieron contrastar sus propuestas. Como si se tratara de una subasta, los planteamientos de los aspirantes intentaron superar la oferta del adversario, con el único propósito de atraer los reflectores hacia su candidatura y como consecuencia jalar más votos hacia su(s) partido(s).

La tradicional forma de hacer política que están llevando a cabo tres de los candidatos a la Presidencia de la República –todos de la misma corriente de derecha- hace prever que serán rebasados por la dinámica que está adquiriendo la demandante comunidad universitaria, representante indiscutible de las clases medias y altas del país. Como nunca antes se había visto, los jóvenes universitarios están jugando un papel relevante en el actual proceso electoral, sobre todo a través de los modernos medios de comunicación a su alcance, como la redes sociales, desde donde están ejerciendo una gran influencia en el electorado mexicano en general lo que puede deparar muchas sorpresas en el resultado final de la elección del próximo 1 de julio. La razón es que los universitarios están revelando y defendiendo sus puntos de vista, así como refutando muchos de los posicionamientos políticos de candidatos presidenciales, y lo están haciendo a través de la movilización, lo que puede cambiar el panorama electoral en las próximas semanas.

Los jóvenes en formación en las instituciones de educación superior están mostrando a los políticos de todos los partidos que no están dispuestos a aceptar unas elecciones con trampas, con demagogia, con imposición ni con manipulación, como lo resaltó el poeta Javier Sicilia, líder del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. Los universitarios tienen una amplia base moral y esperan que estas elecciones sean limpias, íntegras, no fraudulentas. Sus manifestaciones públicas y sus agudas críticas en redes sociales ya están incidiendo en la intención del voto de cara a las elecciones federales del próximo mes de julio. Para dirigentes de la izquierda como Manuel Camacho Solís, las expresiones de los universitarios en contra del candidato priísta Enrique Peña Nieto son una muestra de que el abanderado presidencial de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador, está sumando importantes apoyos en la clase media. Este mismo posicionamiento también lo han adoptado dirigentes del PAN, como Javier Lozano, quienes confían que la movilización juvenil desde las universidades beneficie las aspiraciones de Josefina Vázquez Mota. No obstante en los próximos días es cuando habrá de conocerse con precisión hacia donde se inclina la balanza electoral con el peso del posicionamiento de los jóvenes universitarios.
Lilia Arellano - Opinión EMET