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No son los jóvenes los fascistas, sino los oligarcas a los que sirven Peña, Quadri y Josefina. (Guillermo Fabela)
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Los jóvenes ven a Peña como un arribista sin escrúpulos y vacío
Según el abanderado del PRI, la culpa de las muestras de rechazo a su candidatura, la tienen “quienes en su desesperación por ir abajo en las preferencias, muestran su rostro de agresividad”. Y para Quadri de la Torre, candidato del Partido Nueva Alianza (Panal), el comportamiento de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), donde fue confrontado, se debió a “una acción concertada, colectiva, tendiente a impedir el diálogo serio, tolerante, en una sala universitaria… así hacían los fascistas en Alemania, en Italia y en España para reventar el diálogo democrático”.
Es clara la falta de sustento en ambas declaraciones, pues nadie puede asegurar que Andrés Manuel López Obrador vaya abajo en las preferencias electorales, toda vez que las encuestas no reflejan la verdadera realidad, esa que muestran los actos masivos del abanderado del Movimiento Progresista; ni tampoco puede afirmarse que el repudio de los estudiantes de la UAQ se debió a que fueron motivados por sus inclinaciones nazi-fascistas. En su absoluto desinterés por la situación real por la que atraviesa México, tanto Peña como Quadri hacen caso omiso de las causas fundamentales del enojo de los jóvenes mexicanos, independientemente de la clase social a la que pertenecen.
Según ellos, si los estudiantes no los apoyan es porque están manipulados perversamente por la izquierda, no porque saben cuál es la realidad que se vive en el país, y tienen muy claro que seguir por la misma ruta trazada hace tres décadas desde Washington, México se convertirá en un polvorín presto a estallar. Son ellos, los jóvenes, quienes más están sufriendo las terribles consecuencias de un modelo económico que nos está aniquilando, y ya ni siquiera existe la esperanza de que una vez que terminen sus estudios podrán encauzarse profesionalmente, como sucedía cuando había movilidad social en el país.
Si los repudian en las universidades a las que han asistido, es porque representan lo peor del sistema político mexicano. Josefina Vázquez Mota lo sabe y por eso se ha cuidado de acudir a centros educativos donde podrían olvidarse de su condición de mujer, porque sólo la verían como una representante de la oligarquía más deshumanizada, reaccionaria y antipatriótica.
A Peña Nieto lo miran, no como el galán de telenovelas que quisieran sus promotores que fuera visto, sino como un joven arribista sin escrúpulos, vacío interiormente, sólo preocupado por ascender en la escala social y asegurar su futuro sin importar los medios. A Quadri, como un burócrata dispuesto a vender su alma al diablo con tal de asegurar un patrimonio que lo aleje de preocupaciones existenciales, pues no de otro modo hubiera aceptado ser representante de la líder emblemática de la corrupción por antonomasia, quien sólo vive para acumular poder y riqueza de manera enfermiza, digna de un minucioso estudio psiquiátrico.
Sin embargo, en su enajenación, ambos tratan de engañarse diciendo que son repudiados porque López Obrador sólo se dedica a manipular a la juventud, a ponerla en contra del país, cuando son ellos quienes sin ningún esfuerzo tienen la virtud de unificar a los estudiantes en su contra. Los jóvenes tienen pleno conocimiento de que lo que necesita México en la actualidad es un estadista, no un mequetrefe que sólo siga instrucciones de grupos de interés. Saben que llegó la hora de tener un verdadero Presidente capaz de velar por los intereses de la nación, no un vende patrias.
Saben que un sexenio más como los que hemos sufrido desde hace tres décadas, acabará con la poca gobernabilidad que aún tenemos, que México caería en un tobogán de violencia inenarrable, mucho peor que la que estamos padeciendo en estos momentos. No son los jóvenes politizados los fascistas, sino los oligarcas a los que sirven Peña, Quadri y Vázquez Mota. Ellos son los verdaderos causantes del repudio de que son objeto en las universidades, donde es muy difícil manipular acarreados y comprar conciencias con limosnas.
Es claro que México está entrando a la etapa de cambios de fondo, gracias al despertar de los jóvenes sin oportunidades, de las amas de casa que sufren en carne propia la salvaje depreciación de los salarios, de los campesinos que padecen las dramáticas consecuencias de una economía que busca aniquilarlos como factor productivo, de los obreros a quienes a toda costa se quiere convertir en esclavos sin ningún derecho, como si estuviéramos en el siglo diecinueve. La oligarquía debería entenderlo para evitarnos más sufrimientos.
Guillermo Fabela - Opinión EMET
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