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Los jóvenes frente a la televisión. (Héctor Barragán Valencia)


Los jóvenes frente  a la televisión
Pero habría que ir más allá. Se requiere, sí, equidad en el trato informativo que televisión y radio, en particular, dan a las distintas expresiones políticas. Es vital garantizar la pluralidad y la tolerancia en los medios

Miles de jóvenes universitarios han alzado su voz contra las televisoras y otros medios masivos de comunicación. Exigen un código de ética y un ombudsman para la defensa del público. Han caído en la cuenta que la televisión es uno de los grandes poderes de la sociedad moderna, capaz de hacer presidentes y mucho más. El caso más sonado es el de Silvio Berlusconi en Italia. Ilusiona escuchar esta voz crítica que sacude la conciencia de los mexicanos. Y sería mejor para México que la clase gobernante hiciese suya esa demanda y la convirtiese en política pública. Por ahora, sólo Enrique Peña fue inducido a tomar nota.

Pero habría que ir más allá. Se requiere, sí, equidad en el trato informativo que televisión y radio, en particular, dan a las distintas expresiones políticas. Es vital garantizar la pluralidad y la tolerancia en los medios, pero sobre todo urge que se transformen en un cuarto poder real, que contraste los dichos con los hechos de los políticos (en vez de divulgar sólo sus dimes y diretes) y sea un contrapeso de toda forma de poder: político, económico, sindical, eclesiástico. Tarea imposible si los medios masivos de comunicación no son declarados de interés público.

¿Qué implicaría declarar de interés público a los medios de comunicación, en especial a la televisión? En primer lugar, reconocer que la TV se convirtió en creadora y difusora de la manera de ver, entender e interpretar el mundo. En segundo lugar, que forma los valores sociales, los gustos públicos y moldea la cultura y la conducta personal. En tercer lugar, que desplazó a la familia y a la escuela como educadora de la sociedad. Por último, comprender que retrasa el desarrollo psicomotor, el lenguaje y el aprendizaje de los niños; además, fomenta el sedentarismo y los malos hábitos alimenticios, que causan el sobrepeso, la obesidad, y desencadenan enfermedades como diabetes y cardiopatías.

En consecuencia es crucial preguntar, ¿quién controla tan enorme poder de la televisión? Defender la pluralidad informativa es insuficiente: dado su poder formador (o deformador) debe ser sometida a controles públicos para que difunda programas edificantes y forme hombres libres, con alto sentido de solidaridad, de igualdad y de justicia. En lugar de talk shows debe divulgar la ciencia y la tecnología, la literatura, las bellas artes, la filosofía, la historia. Que sea un instrumento de progreso y no de involución.
Héctor Barragán Valencia - Opinión EMET