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El dolor crónico hace crónica, es decir historia de una vida afectada por el exceso de sentir, como aquella deshojándose en memorias que dan cuenta de la fragilidad del Yo
“El arte es una forma de organización ante el vacio”
Jacques Lacan
El nacimiento, la enfermedad y la muerte, son experiencias límites donde el humano experimenta lo real de una forma contundente; así como durante toda su vida al ser confrontado-s con la sexualidad y el deseo. Precisamente por ello todas y cada una de las producciones humanas guardan una relación con la sexualidad y la muerte; mediante la confección de artefactos, conceptuales y materiales, que definan, expliquen y den referentes para poder lidiar con el vacío.
La enfermedad y la muerte son condición de todos los seres vivos. Pero a diferencia de los organismos, los humanos vivimos ante todo una vida advertida –inadvertida- de algo de sí. Lo cual plantea y confronta no solo con el hecho de visitar a veces ese país cuya nacionalidad también se nos otorgó al nacer, enfermedad (La enfermedad y sus metáforas, Susan Sontag) y morir, sino con el hecho de saberlo con antelación.
El sujeto en el hospital queda al igual que el prisionero en el campo de concentración, la prisión y la escuela, reducido a simple organismo, cifra y elemento a moldear controlar “por su bien” o “por un bien” superior (salud, limpieza étnica, disciplina, saber) Sin embargo la singularidad y expresión subjetiva de dicha experiencia de la fragilidad del propio cuerpo, que precisamente muestra la ingenuidad de al idea: “el propio cuerpo”, da cuenta de la manifestación de un real que ha hablado contundentemente: se ha acabado el tiempo, tu vida se precipita.
En el silencio, el grito y el orgasmo, como en el gemido de dolor, podemos reconocer algo de lo humano que al no encontrar palabras suficientes, se abre paso en la expresión de eso que somos que todavía no tiene nombre (Saramago) y que los artistas nos regalan en parte en cada obra.
El dolor crónico hace crónica, es decir historia de una vida afectada por el exceso de sentir, como aquella deshojándose en memorias que dan cuenta de la fragilidad del Yo y su recuerdo, la imposible extrañeza de sí mismo, lo que rodea de las demencias. Museos vivientes, por no decir zoológicos (Homo Sacer: el poder soberano y la nuda vida, G. Agmben) son los hospitales en donde se narran las historias de las fragilidades que han de llegar. Pero una vez más, la falta, el hueco, el fracaso, la enfermedad, incluso la muerte, puede ser para el humano una posibilidad no lamento, sino de posibilidad creadora, que en el conflicto y la destrucción (Pulsión de Muerte, Freud) logra resurgir e imponerse abriendo otras posibilidades para sí para los que han de venir.
Jugar con el dolor, la enfermedad y la muerte, en lugar de contabilizarla, controlarla, callarla, encerrarla, “asesinarla” higiénicamente, reducirla al silencio, posibilita plantearnos una cuestión fundamental de orden humano, el sentido: ¿Qué abre en mí esta experiencia de dolor, enfermedad y muerte? ¿Qué me dice? ¿Qué me anuncia?
http://columnacamilo.jimdo.com
Twitter: @CamiloRamirez_
Camilo Ramírez Garza - Opinión EMET
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