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La verdad... ¿Se siente?. (Twitter: @CamiloRamirez_)


La verdad... ¿Se siente?
La supuesta verdad contundente que daría la imagen por encima de las palabras está sujeta a la doble ilusión -por no decir trampa- de: no solo se requiere “ver para creer”

La verdad… ¿Se siente?
Camilo Ramírez Garza
psicoanalista
Twitter: @CamiloRamirez_

En “Homo Videns: la sociedad teledirigida” Giovanni Sartori expone los efectos del pasaje de una lógica del discurso al predominio de la imagen, su inmediatez y aparente “cosa real” que develaría la verdad más allá de los argumentos y palabras prestas a múltiples sentidos. Quizás se pensará que finalmente nos hemos liberado de las ideologías (izquierda, centro, derecha) que tanto “daño” le han hecho al mundo, para centrarnos en la evidencia visual, “ver la verdad pura” que en apariencia otorga la imagen (híper-realidad) y por supuesto capitalizarla. Por ello un ejercicio vital para discriminar el control sutil que ejerce el poder macroeconómico actual (Estado y mercado neoliberal) consista en reintroducir la politización de la economía (Cfr. Zizek, S. En defensa de la intolerancia. Paidos) a fin de interpretar contextual e ideológicamente una imagen que se presenta como pura, las lógicas subyacentes del “¡Mira, este es tu mundo!, ¡Mira, esto es lo que está pasando!

La supuesta verdad contundente que daría la imagen por encima de las palabras está sujeta a la doble ilusión -por no decir trampa- de: no solo se requiere “ver para creer”, sino “aquello que se vea será lo que se creerá y autentificará como verdadero. Lo cual explica, el control que los Estados buscan ejercer en todo momento sobre los medios de comunicación, sobre todo la TV, el gasto millonario en publicidad (anuncios en radio y televisión; panorámicos, etc.) dentro y fuera de los tiempos de campañas electorales, a fin de poder “introducir-se como un producto cuyas bondades no se perciben completamente en la vida diaria. En ese sentido, siguiendo a Foucault, la verdad ya no solo está en relación con el poder y sus formas jurídicas, sino sobre todo con al apantallamiento de la imagen. No obstante, en estos tiempos identificamos un desplazamiento adicional de la imagen a las sensaciones o como podría también tomarse, un efecto de la misma imagen sobre los cuerpos a los que va dirigida, a la manera de un retroceso; es decir, pasando de la verdad desplegada a través del lenguaje al impacto de la imagen y su aparente relación directa (pura) con la verdad, a la sensaciones como garantía de lo verdadero, con su ilusión: ¡Si lo siento entonces es verdad y es bueno! Dicho planteamiento sensitivo sobre la verdad (¡Si lo siento es verdad!, ¡Si siento placer es verdad!) bien lo podemos ubicar en la tradición biopolítica que intenta despojar al sujeto de sus rasgos humanos simbólicos (lenguaje, vida subjetiva, dolor, sufrimiento, esfuerzo) para reducirlo a simple organismo sensible, una máquina para capitalizar el gozar. En detrimento de la verdad y sus políticas, los humanos retornarían a un momento menos evolucionado donde, dejando de lado su constitución político-discursiva, nos centraríamos en el sentir, con los efectos que ello implica de “renunciar a derechos políticos” para tener solo “derechos sensibles”. Ello explica por qué parte del poder se ejerce desde lo sensible: impactar, hacer llorar, reír, encantar…es decir, la vida hecha show sensible como vehículo y soporte de la verdad. A fin de poder localizar, detener y revertir tales lógicas sensibles, convendría dejar de lado todo aquello que se plantee como realidad sensible- y-por-lo-tanto-supuestamente-verdadera, desde el sentimentalismo con la explotación de la culpa, la tristeza de las víctimas, pasando por la noción de la calidad de vida que despoja las vidas de los humanos de sus cualidades, hasta la excesiva referencia al organismo sin subjetividad (“órganos sin cuerpo”) y por ende, sin la constitución política de los humanos, para servirnos de las herramientas que el lenguaje (diálogo, argumentación, reflexión, análisis, etc.) nos otorga, y así poder evitar el atoramiento en lo sensible, lugar a donde se dirigen los discursos de control social, como el terror y la esperanza, que el poder Estado-medios pantalla intentan instaurar. De ahí que las redes sociales logren subvertir dicha pantalla que el Estado-Medio desea instalar, mostrando su vacuidad.

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Camilo Ramírez Garza - Opinión EMET