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#DebatePresidencial Del debate del debate, al análisis del mismo. (Claudia Rodríguez)

 
Del debate del debate, al análisis del  mismo
Pero pasó el debate y el análisis y los comentarios del mismo, lo rebasa también.
Hubo gran polémica la semana anterior respecto a si se tuviera que programar una cadena nacional para que la mayoría de los mexicanos no tuvieran de otra, si no ver y escuchar a partir de las ocho de la noche del domingo anterior, el primer debate entre los cuatro aspirantes a la presidencia de la República.

Al final, el árbitro de la contienda electoral, que no es otro que el Instituto Federal Electoral (IFE), determinó que no se empujaría de ninguna manera la solicitud de una cadena nacional, y que las televisoras estaban invitadas a la transmisión del llamado ejercicio político. De igual forma, extendían la invitación a todos los mexicanos –imagino que ciudadanos o no--, a informarse a través del debate, de las propuestas de los candidatos, sin interferir en sus preferencias para ver otros programas o realizar otras actividades.

Por supuesto que la decisión del IFE fue muy sana. Nadie puede ser obligado a un ejercicio cívico. En todo caso, son las instancias gubernamentales y los órganos electorales los que deben provocar a la participación ciudadana en los diferentes ejercicios democráticos.

En fin, que el debate del debate tuvo tantas aristas, que hasta la afición al fútbol, se vio en un dilema de civilidad.

Pero pasó el debate y el análisis y los comentarios del mismo, lo rebasa también.

¿Quién ganó?, ¿Quién perdió?, ¿Quién atacó más?, ¿Quién se defendió mejor?, ¿Quién creció en el sondeo de las preferencias electorales?, ¿Quién vistió y lució mejor? Pero de las preguntas planteadas y de las respuestas que cada candidato dio a las mismas, poco se nos quedó.

Es indudable –y por supuesto natural-- que las cuestiones imprevistas en cualquier encuentro o reunión sean de las más recordadas sin ningún análisis de por medio.

Por ejemplo: La sonrisa eterna de la moderadora Lupita Juárez que llegó a su clímax en el momento que Andrés Manuel López Obrador presentó de cabeza la fotografía de Enrique Peña Nieto junto con Carlos Salinas de Gortari. Los ataques de Josefina Vázquez Mota y López Obrador hacia Peña Nieto. La defensa improvisada y bien librada en el aspecto de dicción y gramatical de este último. El deslinde de "político" de Gabriel Quadri. La queja de Andrés Manuel de ser víctima de las televisoras. El lamento repetido de Enrique respecto a contar con menos tiempo para hablar y exponer que sus contrincantes. Y por supuesto, las miradas en el escote pronunciado de la edecán que apareció en el primer momento del debate.

De ahí, de lo imprevisto, lo chusco y lo impensable, podríamos entonces pasar al análisis del debate de una manera menos superficial y entender entre otras cosas, porque la sonrisa de Lupita tomó un tono casi de carcajada en determinado momento. Qué intentó mostrar Andrés Manuel con la fotografía que apareció al revés. Porqué el ataque de los candidatos de Acción Nacional y del la Revolución Democrática se centró en atacar en conjunto al del Revolucionario Institucional. Por qué Quadri se desmarcó del traje de político. El por qué de las reiteradas quejas del candidato de la izquierda y de Enrique Peña y por supuesto, hasta el por qué de la despampanante edecán.

Pero al final, del debate, nada. Una democracia sin cultura propia, no puede llegar muy lejos.



Acta Divina… Tras el primer debate entre los candidatos presidenciales, Josefina Vázquez Mota, Enrique Peña Nieto, Andrés Manuel López Obrador y Gabriel Quadri –del PAN, PRI, PRD y PANAL respectivamente--, cada uno se declaró ganador del mismo.
Claudia Rodríguez - Opinión EMET