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Aún recuerdo cuando llegó el ejército a Morelia, Michoacán; aún recuerdo cuando empezó la guerra y terminó la libertad, eso señor Obrador, ni usted ni yo lo vamos a olvidar.
Estimado Andrés,
Hoy por hoy en México, dentro de esta coyuntura, existen aquellos mexicanos que la vida nacional les viene siendo indistinta; existen aquellos que advierten una suerte de interés entre sus piensos, mas no saben bien como proceder; existen aquellos que miran atentos al proceso, pero no al fondo del asunto, su situación es de apariencia de un saber, pero aún los ciega el miedo a lo distinto; existen aquellos más preparados y conscientes, pero carentes de esperanza en su poder de elegir destino por la vía que usted, yo y otros muchos nos proponemos; por último existimos otros dos tantos que lo apoyamos a usted: aquellas y aquellos que lo han seguido, por su edad, desde los comienzos, los que lo han visto a usted desde Tabasco y como poco a poco hacía resonar en México un discurso original y trascendente, lo vieron a usted acercarse con sensibilidad a los sectores menos favorecidos, a los más pobres, a las culturas indígenas, tan poco entendidas por el gobierno; son también las y los que lo vieron a usted luchar con Cárdenas por un cambio hacia la verdadera democracia en México.
Por otro lado estamos aquellas y aquellos que nos sumamos a vivir su trayectoria por los tiempos en que usted se postuló para Jefe de Gobierno y triunfó. Somos esas y esos que, ya fuera en la temprana adolescencia o en la niñez, lo veíamos dar la cara cada mañana antes, tanto nosotros como usted, de iniciar labores; somos quienes lo vimos a usted crecer enormemente como líder, gracias a su humilde y honesta gestión como Jefe de Gobierno, somos quienes lo vimos embellecer Paseo de la Reforma, quienes lo vimos restructurar el transporte público, quienes lo vimos apoyar fraternalmente a los adultos de la tercera edad, quienes lo vimos generar un verdadero seguro en salud para el pueblo, somos quienes lo vimos levantar aquel segundo piso del periférico. No obstante también somos quienes vimos cuando el aparato de gobierno, ante nuestros jóvenes o infantes ojos, se abalanzaba sobre usted para ocultarlo, calumniarlo y desanimarlo, ahí muchos conocimos en vida propia lo que es la oligarquía y el dominio de unos cuantos, ahí conocimos el verdadero egoísmo, aquel que destruye naciones y anhelos.
También somos quienes llegamos; a pesar de los videoescándalos, del desafuero y los continuos ataques; con mucho ánimo a su campaña por la presidencia de México. Aunque muchos no podíamos votar, aun así seguimos con todo nuestro interés la trayectoria de la contienda, convencimos gente, sostuvimos debates en nuestro ámbito escolar, ya fuera primaria, secundaria o preparatoria. Realmente sentíamos la fuerza del cambio siendo liderada por usted y su discurso preciso de siempre. Pero la alegría y la sensación de justo triunfo se acompañan por la respuesta desesperada del aparato dominante; todas y todos nosotros sentimos el coraje y la desesperación a cada momento, cuando en los medios se nos gritaba, como cañonazos a la mente, que usted era un peligro para México, que usted era un farsante vendepatrias, una persona sin escrúpulos ni capacidad para gobernar, que usted nos quería ver la cara, que era usted simple y sencillamente lo que nunca ha sido: un mentiroso. Parecía que no había usted gobernado bien en el Distrito Federal, parecía que el pueblo no lo había apoyado a usted con el "no estás sólo", parecía que lo que vivimos antes era una mentira, y lo que gritaba la televisión era la verdad, será que Goebbels tenía razón...
Yo y millones de mexicanos desesperados proclamábamos en todas partes la verdad, afirmábamos que usted no estaba loco, que no mentía, que sí tenía propuesta, que sabía lo que decía; vaya, afirmamos de todo en la defensa de una lucha que apenas era nuestra, pero que llevaba décadas siendo de un país desesperado.
Así llegamos al día de la elección, confrontados y tal vez cansados, con sentimientos de impotencia, incrédulos de la capacidad de la oligarquía para exterminar ilusiones o verdades; así los que apenas entrabamos a la adolescencia volvimos a probar el egoísmo; y no sólo eso, probamos un poco de ira y tragamos toda la desilusión: sí, se hizo fraude. Se hizo fraude como aquel que contaban nuestros padres al señor Cárdenas, se hizo fraude y en ese hacer se le dijo al pueblo "cállate, no esperes más, no pienses más, sólo vota y no cuestiones lo que se haga con tu voto".
Ya en el zócalo de la ciudad, a la pregunta de "¿Nos quedamos?", todos prestos respondimos que sí, que nos quedábamos. Fue tal la magnitud de la protesta, que estoy cierto que el aparato oligarca sintió como se golpeaba fuertemente su dominio. El movimiento estuvo al borde de todo y de nada, éramos capaces de ir hasta las últimas consecuencias; la respuesta fue la misma: desprestigiar. Aún nos preguntamos cómo es posible que a usted se le tachara de belicoso y no se nos tachara a todos, pues fue una decisión que tomamos todos juntos, porque era una no de usted, sino de usted y nosotros; y más aún nos preguntamos cómo es posible que se le diga a usted demente, si hizo lo más racional que podía hacer. Parece que aún no todo México entiende, que cuando la esperanza es inmensa, el fraude es más grande, y no es un fraude sólo político, sino un fraude a la patria; y cuando hay fraude a la patria, hay ira en el alma. La ira es capaz de todo y en todo momento; sí, lo afirmo: usted, nosotras y nosotros pudimos haber destruido la Ciudad de México; como ellos, los oligarcas, destruyeron lo que es nuestro por derecho, es decir: nuestro anhelo y nuestro futuro.
Con ese fraude me condenaron a mí y a mis compañeras y compañeros de juventud a realizar estudios y labores en un ambiente dividido, incierto, y por encima de todo violento. Aún recuerdo cuando llegó el ejército a Morelia, Michoacán; aún recuerdo cuando empezó la guerra y terminó la libertad, eso señor Obrador, ni usted ni yo lo vamos a olvidar.
Nosotras y nosotros crecimos con usted, con su liderazgo y con la regeneración nacional. Crecimos con la continuación de la lucha en el gobierno legítimo y justo, crecimos con la defensa del petróleo y con su viaje por cada rincón de este país.
Ahora que hemos crecido, ahora que hemos vivido, ahora que podemos votar, nuestra esperanza se levanta de nuevo y más fuerte que nunca. Gracias Andrés Manuel por seguir al frente de nosotros, gracias por no dar un sólo atisbo de querer renunciar a su palabra, gracias por conocer mi patria y gracias por tener la valentía de decir las cosas como son.
Ahora le tocaría agradecer a usted, como siempre lo ha hecho, porque aquí seguimos y no nos vamos. Porque entendemos como usted que el cambio de México no depende de un sólo hombre, por más líder que sea, sino de todo un pueblo.
Puede estar seguro que no está sólo, y que a usted se suman esperanzas y convicciones. En el pasado algo hicimos mal, hay que reconocerlo, pero hoy estamos más fuertes que nunca y sabemos que la oligarquía no podrá contra el pueblo.
Por último, y aunque falazmente se me pueda juzgar de fanático, le declaro que estoy seguro que hemos pasado ya a la historia; que usted se ha de contar junto a los grandes líderes que nos dieron patria y que revolucionaron su tiempo exigiendo justicia; la memoria de Hidalgo, de Morelos, de Guerrero, de Madero, de Zapata y de Villa nos reconforta, nos hace firmes y conscientes de lo que somos capaces. Por todo lo anterior le digo en mi nombre, y atreviéndome a hablar en nombre de muchísimos otros jóvenes libres que por primera vez votan: no nos vamos a dejar.
Por usted, daremos todo nuestro apoyo; por nosotras y nosotros, lucharemos para defender nuestro futuro; por la patria, hasta donde usted ordene.
Juan Pablo Ontiveros-Vázquez Alatorre
Enlace en el Estado de Michoacán del Movimiento Regeneración Nacional Jóvenes y Estudiantes
Juan Pablo Ontiveros - Colaboración especial
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