- Obtener vínculo
- X
- Correo electrónico
- Otras apps
Featured Post
- Obtener vínculo
- X
- Correo electrónico
- Otras apps
En junio comienza el último tramo de la contienda electoral, que será decisivo para definir las preferencias electorales de los indecisos
Basta analizar un poco la biografía de cada quien para convencerse de que López Obrador es la persona idónea para encabezar un proyecto nacional muy complejo, en uno de los momentos más dramáticos de la historia contemporánea de México. Desde su juventud demostró tener sensibilidad social, por ello entró a trabajar en el Instituto Nacional Indigenista (INI) en su natal Tabasco, donde conoció de cerca la realidad del México desconocido, el de los más pobres entre los pobres. Si le hubiera interesado la “grilla”, la actividad política como trampolín para escalar puestos públicos, no se hubiera aguantado más de seis años laborando en zonas indígenas, donde no se tenía ninguna posibilidad de protagonismo en busca de reflectores.
En cambio, Enrique Peña Nieto siempre mostró su interés en aprovechar sus nexos familiares y políticos con el único propósito de ascender en el escalafón público, para obtener dividendos económicos y sociales y tener un nivel de vida aristocrático. Nunca le interesó conocer el lado oscuro de la pobreza en que viven dos terceras partes de la población del estado de México, sino estar en la línea de fácil acceso a los privilegios del poder. Desde muy joven se acostumbró a los lujos, no al trabajo social con grupos marginados, como lo demuestra el hecho de que es un cliente “Vip” de las tiendas más exclusivas de Miami, Los Ángeles y Nueva York. ¿Cómo puede esperarse que con mucho más poder quisiera modificar sus gustos, aficiones y formas de vida?
Tanto él como Josefina Vázquez Mota quieren acceder a la primera magistratura del país para disfrutar los privilegios del poder, aspecto característico de los tecnócratas que asumen responsabilidades políticas muy ajenas a su modo de ser y de pensar. No buscan el poder para enfrentar los grandes problemas nacionales, sino para fortalecer las condiciones que permitan a la oligarquía mantener sus privilegios e incluso acrecentarlos. ¿No es por eso por lo que Felipe Calderón ha pugnado con firmeza se pongan en marcha las “reformas estructurales” delineadas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial?
Los indecisos deberían detenerse a pensar en las biografías de cada uno de los candidatos (ni vale la pena detenerse en Gabriel Quadri de la Torre, un arribista carente de principios que sólo participa en la contienda porque le habrá de dejar buenos dividendos), a fin de definir su voto con base en fundamentos objetivos, no sólo en suposiciones ni mucho menos dejándose llevar por un importa-madrismo improcedente, que en las actuales condiciones del país no es aconsejable. Cuantas veces sea necesario decirlo, estos comicios serán la última oportunidad para que los mexicanos podamos cerrar las puertas de la violencia y el caos, y sentar las bases de un país verdaderamente democrático, donde nadie quede excluido del progreso.
México está urgido de tener un Presidente real, no un “general manager” al servicio de intereses extranjeros. Un estadista visionario y progresista que se entregue con pasión y patriotismo a rescatar a la nación de las garras de la ingobernabilidad a las que nos condujeron cinco sexenios de carácter gerencial, ajenos por completo a las necesidades reales de la población mayoritaria. Sería no sólo suicida, sino criminal, pretender mantener una situación como la que estamos viviendo, luego del rotundo fracaso del PAN como alternativa de gobierno.
La realidad, como es fácil observarlo, es mucho muy diferente al irracional triunfalismo de Calderón, actitud que desde su óptica quizá sea válida, pero no para las clases mayoritarias que padecen los desaciertos y despropósitos de un sexenio sin más proyecto que el de alterar la paz social con fines claramente políticos: crear condiciones para la instauración de un sistema fundado en el uso de la fuerza del Estado en contra de las organizaciones populares, a fin de mantenerlas postradas ante la oligarquía, la cual está decidida a fortalecer asociaciones con intereses extranjeros que permitan una explotación más provechosa de los bienes nacionales.
Peña Nieto y Vázquez Mota son los “gerentes” idóneos para encabezar el proyecto continuador del neoliberalismo depredador. Así lo avalan sus biografías, por eso salen sobrando sus promesas de cambio: el único cambio que pueden ofrecer es el de sus ropas cada uno de los días que durara su “mandato”.
Guillermo Fabela - Opinión EMET
- Obtener vínculo
- X
- Correo electrónico
- Otras apps