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Así quedó claro que los cambios verdaderos sólo podrán llevarlos a cabo quienes no tienen nexos con intereses creados, como sí los tiene Enrique Peña Nieto
El candidato del partido tricolor llegaría atado por tanto compromiso con grupos de interés que disfrutan de enormes privilegios, quienes son acérrimos enemigos de cambios que pudieran afectarlos. Los trabajadores petroleros saben muy bien quién es Romero Deschamps, por eso la mayoría de ellos seguramente votarán en contra del PRI, por eso es una farsa la promesa de cambios que prometen los candidatos del tricolor. Seguramente creen que todavía pueden seguirse burlando de la ciudadanía, de ahí que no tengan empacho en demostrar sus verdaderas intenciones, al apoyar a individuos sin escrúpulos que se han valido del servicio público para enriquecerse de manera soez y absolutamente injusta.
El dirigente petrolero, una vez convertido en senador, podrá seguir disfrutando de un tren de vida comparable al de un jeque árabe dueño de cuantiosos yacimientos, con total impunidad. Estaría obligado a obedecer las instrucciones de un mandatario dispuesto a entregar los hidrocarburos nacionales a inversionistas extranjeros. Más que un cambio sería una regresión muy costosa, que acabaría con las esperanzas de un país mejor en los años venideros. Así como ahora sucede con los bancos, cuyas utilidades van a dar directamente a sus casas matrices, así sería el caso con las empresas explotadoras de la industria petrolera que dejaría de ser mexicana. ¿Cambios con el PRI nuevamente en Los Pinos?
Lo que busca la camarilla que controla realmente al partido tricolor, es mantener un estado de cosas insultante, no favorecer cambios que los pudieran afectar. Esto lo saben perfectamente los cientos de miles de estudiantes de educación superior que avalan al candidato de la izquierda, como quedó demostrado el fin de semana que acaba de pasar, y de manera por demás esperanzadora en la magna reunión en la Plaza de las Tres Culturas. Lo que hace falta es que así lo entiendan también los trabajadores, las amas de casa, los pequeños y medianos empresarios, para que no se dejen engañar por una propaganda inmoral que desgraciadamente logra su cometido entre ciudadanos desinformados y carentes de una elemental conciencia política.
A esta maniobra inverecunda se han prestado las principales empresas encuestadoras, cuya labor demoscópica es absolutamente tendenciosa, con el propósito de hacer creer a la población que es imposible alcanzar a Peña Nieto. Su desprestigio será impagable una vez concluido el proceso y se ponga de manifiesto su perversa actitud que desde luego no es gratuita. Con el despertar cívico del estudiantado, dicha maniobra será nulificada y los comicios podrán llevarse a cabo con una alta votación, para que sea imposible un fraude, que sería el último recurso que le quedara a la derecha para seguir usufructuando un poder que le brinda privilegios desproporcionados.
Porque a final de cuentas, lo que está en juego en las elecciones de julio próximo es la vigencia de un estado de cosas contrario al derecho y a una elemental ética, o cambios verdaderos que favorezcan avances democráticos básicos, en beneficio de más de dos terceras partes de la población del país. El estudiantado nacional será un factor determinante para hacer entender a la ciudadanía la importancia de votar por López Obrador, por ser la última esperanza que tendremos los mexicanos para construir un país mejor, con oportunidades para todos, no sólo para una minoría, más excluyente mientras disfruta de más privilegios.
¿Qué cambios podría realizar quien llegara a Los Pinos comprometido con los Romero Deschamps, con los Salinas de Gortari, con los Montiel? No hay que cavilar mucho para tener una respuesta objetiva. Sin embargo, el PRI de Peña Nieto le apuesta a la inercia del voto duro con que cuenta, que supone le alcanzará para ganar la contienda, sobre todo contando con el apoyo de encuestas amañadas. En las actuales circunstancias, ya no será tan fácil contar con esa votación inercial, pues con los estudiantes como promotores del voto las cosas habrán de cambiar para bien de la democracia.
Guillermo Fabela - Opinión EMET
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