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Vázquez Mota y Peña Nieto, llenos de robo y de injusticia. (Guillermo Fabela)


Vázquez Mota y Peña Nieto, llenos de robo y de  injusticia
Sin embargo, tampoco hay vencedores en esta batalla inacabable, porque ambos conceptos son bastante relativos. Ni todo es bueno ni todo es malo, aunque hay reglas generales válidas para hacer definiciones universales.



Sin embargo, tampoco hay vencedores en esta batalla inacabable, porque ambos conceptos son bastante relativos. Ni todo es bueno ni todo es malo, aunque hay reglas generales válidas para hacer definiciones universales. Los grandes dictadores de la Historia, como Hitler y Stalin, son el arquetipo de la maldad, debido a que sus actos definitorios fueron avasalladoramente nefastos para la raza humana. En contraposición  están los individuos cuyos hechos los colocan en el límite de ambas categorías: son buenos para unos pero malos para otros. Por ejemplo, Ernesto “Che” Guevara es el prototipo del héroe moderno para quienes coinciden con sus concepciones políticas, como lo es de villano para quienes no comulgan con sus ideas y práctica revolucionaria.
El problema se complica aún más cuando es difícil adoptar una postura definitiva sobre las personas y sus actos, debido a su facilidad para disfrazar sus verdaderas intenciones. Esta situación es consustancial del género humano, como se ha visto en todos los tiempos. En los que le tocó vivir a Jesús de Nazareth, estaban los fariseos, un grupo religioso que para sus seguidores eran el epítome de la moralidad y el buen juicio, pero finalmente, cuando se analizó teológicamente su proceder ante Cristo, quedaron como el prototipo de la doble moral y la hipocresía. “¡Hay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia” (Mateo 23:25).
Así nos ha sucedido a los mexicanos a partir de que los panistas llegaron al poder: se asumieron como el grupo que llegaba a salvar al país de las garras del demonio priísta, pero muy pronto demostraron que sus vestiduras estaban limpias por fuera, aunque tan sucias o más que las de los del partido tricolor. De ahí que desde un punto de vista ético sean más reprobables los panistas, por su fariseísmo e hipocresía, actitud con la que pretenden seguir en el mando de las instituciones. Saben que la incultura del pueblo les permite seguir actuando con la doble moral que siempre los ha caracterizado, por eso se permiten autoproclamarse como demócratas, cuando en los hechos son excluyentes y aristocráticos por convicciones muy acendradas.
Contra su voluntad, obligados por las circunstancias, han tenido que adoptar políticas públicas que antes de asumir el poder llamaban “populistas”. Sin embargo, si continuaran un sexenio más en Los Pinos, rápidamente se despojarían de su hipocresía y actuarían abiertamente en contra de las clases mayoritarias, de la “prole”, como despectivamente las denomina la hija de Enrique Peña Nieto, cabe recordarlo, para que no se crea que el abanderado del PRI es distinto a Josefina Vázquez Mota. Éste tiene una concepción del mundo y de la vida también clasista y excluyente, no en balde estudió en una universidad de tales características.
La única diferencia es que como buen priísta no se anda con miramientos de fariseo: asume abiertamente su condición humana y lo hace como le enseñaron sus correligionarios más cercanos: con pleno cinismo. En su caso también puede actuar así confiado en la domesticación de las masas que conforman el pueblo mayoritario, a las que pueden engañar sin tapujos, cínicamente.
Y ya que se habla de diferencias, Vázquez Mota tiene como lema momentáneo de su campaña esa palabra: “Josefina Diferente”. Cabe preguntarse: ¿diferente a qué, a quiénes? Obviamente, así quiere hacer creer que es diferente a Felipe Calderón, con lo que está aceptando que el michoacano hizo un “gobierno” que sería un suicidio político tratar de continuar o emular. Claro está que ya en Los Pinos, la señora Vázquez Mota sería absolutamente igual que su predecesor de triste y lamentable fama, porque no tendría una mínima libertad de acción para actuar de manera diferente.
Y lo mismo puede afirmarse de Peña Nieto en relación con sus promesas iniciales de campaña: su firme compromiso es con lo peor de la oligarquía, esa que se ha beneficiado de manera criminal con el neoliberalismo y que obviamente no estaría dispuesta a cambiar ni un ápice. Puede firmar ante notario todo lo que quiera, pero la realidad es que tales compromisos valdrían menos que el papel en que estuvieran impresos. ¿No dejó al estado de México hundido en niveles de pobreza y marginación superiores a los que encontró al llegar al gobierno? ¿No lo ubicó como el estado con mayor número de feminicidios, o sea de grave inseguridad pública? Los hechos son los que hablan, como así sucedió con los fariseos en los tiempos de Jesús
Guillermo Fabela - Opinión EMET