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¿Qué representan en realidad Peña Nieto y Vázquez Mota?. (Guillermo Fabela)


¿Qué representan en realidad Peña Nieto y Vázquez  Mota?
Dice Peña Nieto que se compromete “a poner en marcha un programa especial de cero pobreza y cero hambre”; asimismo, “devolver a los mexicanos la paz, tranquilidad y libertad que han perdido”. Es impensable que lo pueda hacer



En el sexenio de De la Madrid comenzó la “modernización” del país, como recordó el propio Salinas de Gortari, que en realidad consistió en atar aún más de lo que ya estaba al país a la economía y a los intereses de Washington. Así se inicia un periodo negro para los mexicanos, que al paso de los años se fue agudizando, hasta desembocar en una realidad negativa sin parangón en América Latina. Tal “modernización” no fue otra cosa en realidad que apuntalar una firme dependencia de México a intereses extranjeros, como no se veía desde un siglo atrás.

Los dramáticos resultados de tal retroceso están a la vista, pues adonde quiere que se mire los saldos son absolutamente negativos, mucho peores que los que dejó De la Madrid al abandonar Los Pinos. Hoy, esa pretendida “modernización” es un pesado lastre que no puede seguir sobre las espaldas del pueblo, so pena de provocar una hecatombe apocalíptica de la que será muy difícil salir. Por eso es vital impulsar cambios estructurales de corte progresista, como único camino para evitar que México  pierda la poca posibilidad que aún tiene de salir adelante.

Así lo entienden cada vez más dirigentes empresariales y líderes de sectores sociales. Están conscientes de la urgencia de impulsar un cambio verdadero, que permita no sólo restablecer la estabilidad perdida por la incapacidad de los desgobiernos panistas, sino apuntalar un crecimiento real que permita abrir una válvula de escape a las tensiones sociales que caracterizan a la nación en la actualidad.

Saben que tanto Josefina Vázquez Mota como Enrique Peña Nieto están atados al proceso de “modernización” que inició De la Madrid y fortalecieron Salinas y Ernesto Zedillo, cuyas consecuencias sufren más de ochenta millones de mexicanos. Saben que continuar por esa vía entreguista y antidemocrática no tendrá otra salida que mayor descomposición del tejido social y por ende más violencia y pérdida acelerada de la capacidad productiva de la nación.

Podrán prometer todo lo que quieran ambos candidatos, pero la realidad acabará imponiéndose. Es imposible que cumplan sus promesas, como así lo demostró Felipe Calderón, quien no cumplió uno solo de los compromisos que hizo durante su campaña, por la sencilla razón de que no llegó a la primera magistratura del país como jefe del Estado mexicano, sino como “general manager” de los grandes intereses que se confabularon para conducirlo a Los Pinos.

La salvación de México está en hacer realidad una Presidencia fuerte, que sirva a los intereses del país, meta imposible de alcanzar por quienes están fuertemente atados a intereses ajenos a los de la nación. En tres décadas de neoliberalismo quedó más que demostrada la urgencia de poner fin a ese modelo y dar cauce a objetivos de verdadero interés nacional, primordialmente lograr que la economía crezca al triple de las tasas inflacionarias, que se recupere el poder adquisitivo de los salarios para impulsar el mercado interno, que los recursos nacionales sirvan al desarrollo del país y tengan un aprovechamiento racional, que se combata la corrupción sin contemplaciones y se fortalezca el Estado de Derecho.

Dice Peña Nieto que se compromete “a poner en marcha un programa especial de cero pobreza y cero hambre”; asimismo, “devolver a los mexicanos la paz, tranquilidad y libertad que han perdido”. Es impensable que lo pueda hacer, ni siquiera intentarlo, porque representa intereses del grupo más comprometido con el neoliberalismo y con la corrupción como prioridad de “gobierno”.

A su vez, Vázquez Mota reconoce la necesidad de “reconstruir la paz en México con una cultura mucho más amplia”. Pero en seguida afirma que “tenemos que sacar adelante reformas como la laboral”, lo que patentiza su firme compromiso con las políticas neoliberales interesadas en mantener a México en una firme dependencia del capital extranjero. La pobrecita no tendría una mínima movilidad, porque su “administración” estaría dirigida desde el extranjero, como quedó demostrado durante los dos desgobiernos panistas.

Ambos representan intereses contrarios al interés nacional. Así comienzan a entenderlo empresarios y dirigentes sociales comprometidos con el futuro del país. Lo importante ahora es que así lo comprenda la mayoría de votantes, para que no se dejen intimidar ni manipular por la propaganda engañosa de ambos partidos.
Guillermo Fabela - Opinión EMET