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Peña Nieto y Vázquez Mota harán causa común para cerrar el paso al Movimiento Progresista
Es por demás evidente que la derecha no tiene más proyecto que apuntalar un continuismo excluyente y antidemocrático, que no hay ninguna diferencia entre Enrique Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota, quienes llegado el momento harán causa común para cerrar el paso al Movimiento Progresista. El pragmatismo de ambos está muy por encima de principios e ideologías, pues lo esencial para los intereses que ambos representan es asegurar su permanencia al frente de las instituciones nacionales.
El dirigente del PRI, Pedro Joaquín Coldwell, acaba de anunciar que pese a las discrepancias coyunturales con el partido Nueva Alianza de Elba Esther Gordillo, sus relaciones no están rotas, que “podría haber una alianza de facto”. Puntualizó: “Estamos abiertos a construir, sobre todo, mayorías legislativas. Pensamos que el presidente Peña Nieto (sic), para hacer los cambios que el país necesita, debe estar apuntalado por mayorías legislativas”. El mensaje a Felipe Calderón es muy claro: si la abanderada blanquiazul no avanza, los priístas están prestos a evitarle un colapso al PAN, al fin que luchan por los mismos objetivos: evitar cambios estructurales que permitan el fortalecimiento integral del país.
El dirigente priísta afirmó, en conferencia con la cadena CNN México, que estarían dispuestos a dialogar con las fuerzas políticas “con las que existen coincidencias en transformar nuestro país”. Es obvia la clase de “transformaciones” que pretenden los integrantes del equipo de Peña Nieto, si lo que buscan son alianzas con los núcleos más retrógrados del sistema político. De ahí la urgencia de que el Movimiento Progresista cierre filas y asuma su responsabilidad histórica con visión y patriotismo, pues no habría otra oportunidad para desactivar la contrarrevolución ultraconservadora cuya cabeza visible sería Peña Nieto.
Por supuesto, Calderón estaría más que dispuesto a pagar el costo de tal alianza, si así asegurara la protección que tanto necesitan él y su fracción política. Lo sucedido en Guasave, Sinaloa, cuando el candidato democrático, Andrés Manuel López Obrador, se encontraba de gira en la entidad, es motivo de seria preocupación. Fue secuestrada y golpeada severamente la secretaria general del PRD en la localidad, Flora Miranda Leal, por individuos que previamente habían destruido propaganda de dicho partido. Se trata de una táctica fascista cuya responsabilidad recae en la Secretaría de Gobernación federal, que así deja ver a los priístas que cuentan con su apoyo para evitar que López Obrador siga avanzando en su campaña, pese a la inequidad que ya es bastante clara.
Ante tal situación, el único camino que le queda al Movimiento Progresista es cerrar filas, ganar el apoyo ciudadano con la demostración plena de la grave traición a México que significa perpetuar el modelo neoliberal, en un momento histórico en el que se demostró su inviabilidad, así como la urgencia de poner en práctica políticas públicas que liberen presiones económicas a las clases mayoritarias y abran paso a la democracia. ¿Por qué Joaquín Coldwell no dice en qué tipo de transformaciones está pensando? ¿Por qué no adelanta los nombres de los miembros del gabinete del “presidente Peña Nieto” si tan seguro está de que llegará a Los Pinos? Por la sencilla razón de que la susodicha “transformación” no existe, no es más que un cambio de personajes en el gobierno federal, cuya identidad no se da a conocer porque se pondría en evidencia el engaño y la farsa.
Tanto el PRI como el PAN buscan la perpetuación del modelo económico implantado por los tecnócratas salinistas. Sus tesis y propuestas no difieren en nada. Lo que dijo Calderón en Cartagena de Indias, Colombia, lo ha dicho Peña Nieto con otras palabras. Afirmó Calderón que no hay más alternativa que “la apertura, la competencia, el comercio, la libertad, la empresa, la propiedad; no son enunciados teóricos sino resultados prácticos”. Lo que no dijo fue que tales “resultados prácticos” son absolutamente adversos al país, a la sociedad mayoritaria, como lo ejemplifican 56 millones de pobres y la pérdida creciente del poder adquisitivo de los salarios.
Señala Peña Nieto que los últimos 12 años fueron tiempo perdido para los mexicanos, pero no hizo mención de que los 18 anteriores lo fueron igualmente. ¿Qué “transformación” puede ofrecer si lo que haría sería apuntalar al grupo oligárquico cuya cabeza visible es Carlos Salinas de Gortari, su mentor político? Continuarían, con más vigor pero astutamente, los “gasolinazos”, el desmantelamiento de Pemex, el aniquilamiento de los derechos básicos de los trabajadores; la impunidad y la corrupción en las altas esferas del poder.
Guillermo Fabela - Opinión EMET
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