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Almudena Bernabeu, Abogada internacional - fotografía especial
Los principales obstáculos para reparar el daño a las familias de las víctimas: la impunidad y la complicidad del estado mexicano
Una tarea nada fácil en regiones marcadas por el machismo y la violencia contra las mujeres como es Centroamérica. Bernabeu, española de origen, ha llevado ante los tribunales de su país, el caso de genocidio de mujeres indígenas en Guatemala para hacer justicia universal como crímenes de género y el caso de la masacre de jesuitas españoles en 1989, por altos militares de El Salvador.
En entrevista habla sobre los feminicidios de Ciudad Juárez, su definición en materia judicial y sus principales obstáculos para reparar el daño a las familias de las víctimas: la impunidad y la complicidad del estado mexicano.
Guadalupe Lizárraga: ¿Cuál es el principal estímulo que ha tenido para hacer una carrera en la búsqueda de justicia en crímenes de lesa humanidad?
Almudena Bernabeu: Lo cierto es que no ha habido un sólo estímulo, nada que pueda identificar. Desde que era muy pequeña siempre me interesó estar, trabajar y echar una mano a la gente. Percibir algo como injusto siempre me ha generado repulsa y algo de rabia, burlas de niños, compañeras gitanas excluidas, que sé yo. Desde que tengo memoria me han afectado mucho esas cosas y he tenido necesidad de cambiarlas de algún modo. Sé que iba a acabar haciendo esto, la cuestión era cómo y dónde. El Centro de Justicia y Responsabilidad (CJA) fue el sitio perfecto. Ha crecido y se ha desarrollado conmigo: es como una segunda piel y juntas hemos encontrado la horma de mi zapato profesional.
GL: ¿Por qué voltear a Latinoamérica? ¿Consideraría que hay una cierta discriminación moral para hacer justicia en esta región continental con respecto a otras zonas más legitimadas en materia de derechos humanos?
AB: Latinoamérica siempre ha sido una región que me ha importado mucho. Todo lo acontecido en los años 70 y 80. La situación pos-regímenes militares y dictaduras iba a generar importantes cambios, como está ocurriendo. Por ser española además, y por entrar en contacto con la región muy temprano, el cariño, el deseo de conocerla mejor, siempre fue muy importante para mí. La conexión entre EEUU y la región, la comunidad de refugiados, por ejemplo, también hicieron que fuera más evidente la necesidad de empezar el trabajo por esta región.
GL: Los crímenes contra las mujeres jóvenes en Ciudad Juárez son minimizados por las autoridades y los medios, y sin mayor precisión se los atribuyen a entelequias como “los narcos”, “las bandas locales de criminales” o “asesinos seriales”. Sin nombre ni apellidos, y son crímenes que han quedado en completa impunidad. ¿Cuál sería la forma correcta jurídicamente hablando para enfrentar la impunidad?
AB: Ésta es una pregunta muy general y no estoy segura de entenderla bien, pero efectivamente, creo que habría que atajar el problema desde una perspectiva del tratamiento que reciben las mujeres. Es decir, desde una perspectiva antropológica y cultural, desde una perspectiva de la violencia de género. Y por otro lado, efectivamente, desde las causas, para que eso permitiera concretar quiénes son los responsables, que -efectivamente- no siempre ni en todos los casos, ni mucho menos, son narcos o redes criminales. Responde simplemente una concepción de la mujer como algo desechable, y el no tener miedo a las consecuencias es lo que ha hecho de estos crímenes un problema desproporcionado.
GL: Ante la participación individual de militares, policías federales y municipales en los crímenes contra las mujeres de Juárez, ya algunos casos documentados por organismos internacionales de derechos humanos como Amnistía Internacional, y otros casos aceptados ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ¿podemos llamar a estos crímenes de lesa humanidad?
AB: Se trata de crímenes que se producen de forma sistemática y generalizada, sí, contra un grupo, las mujeres. Y al participar agentes del estado y el estado ser cómplice, efectivamente, se trata de crímenes de lesa humanidad.
GL: Las autoridades insisten en que es un problema “doméstico” o local. Sin embargo, nuestras investigaciones dan evidencia de que a algunas jóvenes las han cruzado a Estados Unidos. De que han participado deliberadamente las autoridades en la corrupción de las investigaciones. Y hemos publicado testimonios que denuncian a las mismas autoridades de represión y acoso por investigar o denunciar estos crímenes. En estos últimos años, se ha incrementado el número de peticiones de asilo político por casos como éstos. ¿Desde su punto de vista, la dimensión del problema no está en las víctimas ni en su carácter de indefensión ante el Estado? Para que un problema local pueda ser llevado a un tribunal internacional, ¿qué características tendría que cumplir la definición de estos crímenes para nombrarlo de lesa humanidad y buscar justicia internacional?
AB: Como decía más arriba, una de los elementos más graves del problema no es la indefensión de las víctimas, sino la percepción que de ellas tienen quienes cometen los crímenes, quienes creen que pueden hacer uso de las mujeres de ese modo, tratarlas así, cogerlas, raptarlas, violarlas, asesinarlas de ese modo. La falta de igualdad entre hombres y mujeres, la subestimación de las mujeres, la mal entendida “superioridad masculina”, en esta cultura está en la raíz del problema. Sí, efectivamente, la escala de asesinatos, el volumen, la gravedad, y la aquiescencia del estado hace que los casos pudieran ser investigados por la Corte Interamericana y poco a poco, por tribunales internacionales con jurisdicción para este tipo de crímenes.
GL: ¿Puede haber justicia sin reparación del daño a las víctimas? La pregunta parecería una obviedad, pero es lo que está haciendo el estado mexicano con las familias de las desaparecidas, entregadas como restos óseos tiempo después. Al entregar una osamenta identificada como una de las desaparecidas, se considera cerrado el caso y no se investiga la línea de la responsabilidad. La familia, con todo el dolor que ha sufrido, acepta la situación como “menos peor”, porque ya supo de su hija.
AB: No, no hay justicia sin establecer quiénes son los responsables. Habría reparación si, por ejemplo, se les diera una cantidad de dinero, qué sé yo. Pero sin una investigación efectiva, contemporánea, formal, y bien intencionada destinada a averiguar quién está detrás de estos crímenes, no hay justicia, sólo hay burla y perpetuación de la desesperación de los familiares.
Redacción Emet angeles press
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