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Jesús Alí, quien muy seguramente será derrotado por Arturo Núñez. Con él, también, Peña Nieto a manos de Andrés Manuel López Obrador.
¿Cuál será su margen de maniobra si Enrique Peña Nieto gana las elecciones del primer día de julio? ¿Continuarán actuando como virreyes, dueños de horca, cuchillo y del erario estatal? ¿Tendrán que someterse, como hasta ahora lo ha hecho su colega mexiquense Eruviel Ávila no sólo a Peña Nieto, incluso a quienes presumen ser los colaboradores más cercanos al mexiquense?
De Ávila se dice, por cierto, que ya se le cuecen las habas por verdaderamente tomar posesión del cargo de gobernador para el cual fue electo el año anterior. Hasta hoy, son los peñistas quienes tienen no sólo el mando, incluso el presupuesto estatal bajo su control, mientras don Eruviel se la pasa “como el chinito: no’más milando”
Y si de mirar se trata, tal se verá claramente en la imposición de los candidatos locales arriba referidos. La mayoría de aquellos municipios que manejan altos presupuestos tendrán como candidatos priístas a allegados, compadres, cómplices –whatever-- de quien, en los hechos, sigue mangoneando en el comité estatal del tricolor desde una secretaría regional del CEN, Ricardo Aguilar Castillo.
¿Les sucederá lo mismo que ahora padece Eruviel Ávila a los demás gobernadores del partido que antes fuera Revolucionario y hoy ya ni siquiera es Institucional? ¿Se convertirán en ceros a la izquierda o simplemente en recaderos de las decisiones que, por ellos, adopten quienes rodean al candidato presidencial del tricolor?
El químico –más bien “cómico”-- Granier, desde Tabasco, podría atestiguar por la afirmativa. Él mismo fue anulado en su intentona de imponer, a cualquier precio, al impresentable Humberto Mayans.
Se interpuso el compadre tabasqueño de Peña Nieto, Benito Neme –hijo del injustamente maltratado ex gobernador Salvador Neme--, y quien “ganó” la candidatura fue el ex alcalde de Centro, Jesús Alí, quien muy seguramente será derrotado por Arturo Núñez. Con él, también, Peña Nieto a manos de Andrés Manuel López Obrador.
La reciente cancelación de la visita del propio señor Peña a Cuernavaca es también producto de esas imposiciones peñistas. ¿Qué necesidad había de “premiar” a los gemelos Martínez Garrigós, uno de ellos, Manuel, ex alcalde de la ciudad de la eterna primavera, con la dirigencia estatal del PRI si, por las enormes corruptelas y desprestigio de ambos ya les habían cerrado el acceso a la candidatura al gobierno de Morelos?
Se impuso el compadrazgo de Peña con Manuel. Al menos eso es lo que éste presume. Y desde la dirigencia estatal priísta se dedica a torpedear la campaña de José Amado Orihuela Trejo, de manera harto infantiloide: berrinchitos, toma de edificios, motines a bordo y grititos destemplados. No tiene la culpa el indio Garrigós, sino Peña que lo hizo compadre y, por tal, lo privilegia.
Roberto Madrazo perdió hace seis años en buena medida porque los gobernadores le hicieron el vacío y, en más de un caso, hasta actuaron en contra de la posibilidad de que llegara a la Presidencia de la República.
Tenían el muy justificado temor de que, si sucedía un milagro y éste llegaba a Los Pinos, les impusiera hasta el modito de hablar.
Con Peña y con los peñistas, los gobernadores no tienen que esperar a que éste pueda o no llegar al relevo de Felipe Calderón.
Ya “dendenantes” son víctimas de las imposiciones.
No sólo las de Peña.
Sobre todo de quienes se dicen peñistas.
Y con esos peñistas, para qué quiere el candidato del PRI josefinistas o lópezobradoristas, ¿o no?
Índice Flamígero: El 24 de noviembre, apenas a unos días de haber tomado posesión de la presidencia de la CNDH, Raúl Plasencia emite su primer boletín sobre Mujeres e igualdad, 32 comunicados más sobre el mismo tema se han emitido desde entonces y a dos años, su mensaje no se materializa. Dos funcionarias de esa dependencia, fueron señaladas y presionadas tras denunciar haber sido víctimas de hostigamiento por parte de un alto funcionario de la oficina de comunicación. Habría que exigirle más congruencia a una institución que se erige como elefante blanco y que exprime presupuestalmente, año con año al Estado y a los ciudadanos. + + + ¿Ya se fijó usted que a este sexenio nada más le quedan 232 días, y –todavía mejor-- 231 noches?
Francisco Rodríguez - Opinión EMET
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