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Fracaso de féminas en la política mexicana. (Lilia Arellano)

Fracaso de féminas en la política  mexicana
Algo raro está pasando con las mujeres políticas de México. Los pasos van hacia atrás y de lo que mucho se presume es de la igualdad de género, cuando esta circunstancia debería provocar vergüenza.


Algo raro está pasando con las mujeres políticas de México. Los pasos van hacia atrás y de lo que mucho se presume es de la igualdad de género, cuando esta circunstancia debería provocar vergüenza. Hemos visto como se fueron desdibujando aquellas que presentaban esperanzas de despunte, las que veían con seriedad la trayectoria política. Y sucedió en todos los partidos hasta llegar al grado de que los señores, esos miembros del sexo masculino a los que se quiere igualar empezando por el número, tomaron la decisión de dejar a sus respectivas esposas en los sitios que consideran les pertenecían. Así, siguen siendo los amos y detrás, para obedecer, las féminas. O sea que las posiciones cambiaron y se volvieron mucho, pero mucho más inequitativas e incluso vergonzantes.

Beatriz Paredes despuntaba y mantenía liderazgo. Su voz se escuchó antes de que se presentara a dar respuesta, como diputada federal, a un informe presidencial. Alcanzar la gubernatura de Tlaxcala le permitió asegurar su llegada al gobierno federal, a una posición anhelada por muchos varones: Gobernación, no sin antes ocupar la embajada de México en Cuba, ya que se le consideraba como una luchadora de izquierda dentro de su propio partido. Algo le sucedió a la de los faldones porque al llegar a la dirigencia del tricolor empezó a cambiar de opinión, a seguir otros rumbos que no eran los que hasta esa posición la habían llevado. Su gestión como dirigente estuvo a punto de sepultar al PRI.
Ahora se le ve sin rumbo, sin estrategia, sin ganas ni de ser candidata y mucho menos de alcanzar un triunfo. Tal parece que lo único que la mueve es tratar de sobrevivir, de mantenerse, de contar con una factura que pueda ser cobrada y que le asegure una chambita en los próximos años. Igual le sucedió a María de los Ángeles Moreno a quien también se le brindaron un sinnúmero de oportunidades que sólo podían llevarla a destacar y están a la vista los resultados de su paso por las lides de la política. En otro partido, el PRD, se ubica a Rosario Robles, a quien también se le auguraba un gran futuro dentro de la izquierda y se encargó de enterrarlo.
Así que si estas mujeronas con tantas experiencias adquiridas en la política andan en el presente por los suelos, si se auto cancelaron la oportunidad de ser y seguir siendo y de escalar posiciones de mayor envergadura, no parece muy justo calificar a doña Josefina Vázquez Mota con tantos adjetivos cuando se trata de sus primeros pasos, cuando apenas empezó a jugar en las ligas mayores y a tener oportunidad de tomar algunas decisiones ya que sus anteriores posiciones solo le habían permitido obedecer y sin chistar si es que quería seguir vigente ya que nadie le prometió avanzar. No puede negarse que todo surgió a partir de su librito de autoayuda, mismo que ahora usa para no cometer tantos errores al momento de dirigirse a quienes son acarreados para sus mítines.
Beatriz se imaginó presidenta de la República; la Moreno estaba cierta de que llegaría a gobernar la ciudad más poblada del mundo; la Robles también soñó vivir en Los Pinos al lado de su hombre blanco y barbado. Doña Josefina no logra conciliar el sueño sabedora de que los errores que va cometiendo día tras día la están hundiendo, ahora sí convencida de que no tuvo ni tiene equipo que la respalde y que tampoco cuenta con estimaciones, con cercanos que estén dispuestos a jugársela por ella, por lo que pudiera representar y que los apoyos conseguidos pasan por el colador de los compromisos contraídos con Felipe Calderón.
De ahí que sus decisiones sean tan erráticas, que acepte la imposición de un equipo en el que los grandes perdedores de contiendas, lo mismo internas que electorales, son los que marcan las pautas a seguir y quienes por lo visto han escogido el camino de la derrota, el que les es de sobra conocido. Y si a esos derrotados como Santiago Creel, Luis Felipe Bravo Mena, la “cocoa” Calderón, se le suman los que quisieron y no pudieron y todavía se incrusta a quienes dicen que representan asociaciones cuando no llevan ni siquiera el apellido original, es totalmente explicable que por fin, hasta las encuestadoras que se están jugando el siguiente cobro, empiecen a ubicar a la chepina en un tercer lugar del que comenzará a descender hasta que tal vez hasta el profesor “memelosqui” la rebase.
Algo pues está sucediendo con las mujeres y lo malo se ha recrudecido a partir de la llegada de una de ellas que ejemplifica muchos indeseables: Marta Sahagún de Fox. Con ella se hizo presente la corrupción en todo su esplendor, aquella de las que las féminas no eran brutalmente señaladas, la que liquidó la confianza que se tenía en el género al considerársele con grados máximos de honestidad. Amparada en la maternidad permitió que sus vástagos cometieran toda clase de abusos, atropellos, robos. El contrabando, Oceanografía, la venta de cartera vencida de vivienda, entre muchos otros fueron los grandes negocios de la familia presidencial, mismos que se sumaron a los pequeños caprichos de la contraparte que iniciaron con peregrinaciones hasta Roma para celebrar primeras comuniones.
Eso está sucediendo con las políticas mexicanas, porque hay esperanza cuando se sabe de la existencia de Cristina Fernández, de Argentina. o de Dilma Rousseff, de Brasil, o como en el pasado otros países tuvieron a una Indira Ghandi, o a Margaret Tatcher o que tal a Golda Meyer, cada una de ellas con registros en la historia y pertenecientes a distintas ideologías, corrientes, partidos.  lo cual demuestra que no se trata de saber si los pueblos están o no preparados para tener en el alto mando a una fémina, sino se busca la capacidad, la inteligencia, la decisión, el carácter, la lealtad, la congruencia, el amor a su país y la certeza de responder, en primera, primerísima instancia a su propia naturaleza.
Lilia Arellano - Opinión EMET