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En la mayoría de medios de comunicación se enalteció la figura del ex presidente Miguel de la Madrid, se le calificó como un gran hombre que resistió embates de todo tipo y se hizo clara referencia sobre aquellos ligados a la economía.
En la mayoría de medios de comunicación se enalteció la figura del ex presidente Miguel de la Madrid, se le calificó como un gran hombre que resistió embates de todo tipo y se hizo clara referencia sobre aquellos ligados a la economía. Aguantó, comentaron algunos, que se le calificara de “hombrecillo gris”, cuando en su mandato, señalaron, tuvo que adoptar y dictar medidas que no fueron del agrado de la población pero que en su momento resultaron imprescindibles para el buen rumbo de la Nación. Con este extracto de comentarios se dejó en claro hasta donde puede llegar la desmemoria y como se mantiene viva esa costumbre de arrojar muchas flores sobre las tumbas.
Enterraron junto a Don Miguel la venta indiscriminada de las empresas paraestatales, la gran sangría que esto produjo y con ello el inicio de un gran desempleo. Tampoco recordaron la incapacidad demostrada ante los hechos ocurridos en septiembre de 1985, en el gran sismo que sacudió no solo a la capital de la República sino a 6 Entidades más. Ni que decir de lo falso de su promesa de campaña basada en la “renovación moral”, cuando fue exactamente durante ese sexenio que el gobierno federal produjo muchos más millonarios que los que en años logró hacer la Lotería Nacional. Fue también el tiempo en el que se abandonaron muchos controles que estaban en manos del Estado, entre ellos el de los precios.
Y ni que decir sobre todos estos males del presente que dieron inicio justo con De la Madrid al frente del máximo mandato, tiempo en el que se formaron los cuadros de tecnócratas con los cuales todavía batallamos. Al desempleo generado en esa época habrá que agregar la desaparición de sindicatos, de organizaciones tan fuertes como el ex de Petróleos Mexicanos, y a eso que le llaman “aguantó”, no fue sino el inicio de toda una estrategia para cobrar venganza por expresiones públicas como la de José Sosa, por entonces líder de la organización petrolera, quien sostuvo: “se hunde PEMEX, se hunde México y se hunde Usted”. El difunto abandonó el gobierno el primero de diciembre y no pasaron ni 40 días cuando Joaquín Hernández Galicia ya estaba tras las rejas.
Pero también se incrustó en la economía nacional el narcotráfico. Fue el tiempo de las grandes siembras, de Caro Quintero, de Félix Gallardo, de las grandes dudas sobre la actuación del Ejército Mexicano por entonces comandado por el general Arévalo Gardoqui, sobre cuyo hijo pesaron acusaciones durante más de una década. Parece que en sus comentarios quienes alabaron durante minutos y se llevaron párrafos y párrafos llenos de adjetivos olvidaron la caída del sistema, el fraude del que tanto se habló sobre el proceso electoral en el que Cuauhtémoc Cárdenas presumía haber triunfado. Todo apunta a que también en el terreno de la política basta con morirse para que todo el pasado quede cubierto, como sucede en las familias cuando velan al difunto quien en vida fue calificado de borracho y después solo tenía un cierto gusto por algunas bebidas.
Lo mismo sucedió con la figura del campechano Jorge Carpizo. Olvidamos el berrinche que realizara como titular en Gobernación cuando presentó su renuncia y dijo que solamente si el pueblo se lo demandaba volvería al cargo y hasta fijó plazo para que se hiciera una especia de votación. Tampoco se habló de aquel análisis que como rector de la UNAM presentara sobre las fallas que tenía la institución y que sólo quedó plasmado en el papel porque no movió un solo dedo para su corrección. Y que tal cuando fue nombrado primer titular de la Comisión de Derechos Humanos.
Entonces consideró que solamente con su nombre y presencia podría darle realce a una institución que formaron porque era una exigencia de los Estados Unidos para poder otorgar aquella vergonzosa certificación que le entregaban a los países que se suponía luchaban en contra del narcotráfico y la violencia, por lo que se dedicó a tomar casos policiacos que le dieran notoriedad como aquel en el que se dijo espiado apenas a unas horas de haber llegado a la oficina que albergaría las primeras instalaciones de la CNDH.
No hubo quien recordara aquella persecución en contra de tundemáquinas a los que calificó como “narcoperiodistas”, e incluso la encarcelación de uno de ellos, de Mario Murguía quien firmaba bajo el seudónimo de Matarili Lirilón y que tuvo la columna policíaca más leída en el país durante décadas. Durante el tiempo en el que ocupó la titularidad de la PGR se prestó a todo tipo de engaños y dejó sin aclarar los expedientes de los asesinatos cometidos en el tramo final del sexenio de Carlos Salinas de Gortari, creando incluso un reporte “nintendo” en el asunto del crimen del Cardenal Posadas Ocampo.
Ambos personajes sin duda que fueron claves en la conducción del país, pero en su mala conducción. Dieron inicio a una serie de situaciones que actualmente sacuden a la sociedad. Se mostraron también muy magnánimos los analistas sin al parecer considerar que los funcionarios mencionados ocuparon posiciones de gran responsabilidad, la cual no sólo no enfrentaron sino dejaron en manos de quien sería el sucesor y a uno le garantizaría la paz del retiro con todas las consideraciones y al otro trabajo y libertad aseguradas. No es raro pues que a los sepelios se presentaran tanto Felipe Calderón como Carlos Salinas. Miguel de la Madrid puso la primera piedra para que ambos lograran sus fines y se llevara al país hacia una derecha que, ya lo hemos visto, no solo hunde sino cobra vidas y por miles. Basta pues con morirse para crear héroes de papel.
Lilia Arellano - Opinión EMET
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