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PRI y PAN impulsan el último ramalazo contra el país

 
PRI y PAN impulsan el último ramalazo contra el  país
Tal como lo había prometido, Felipe Calderón cerrará su gestión “a tambor batiente”, pero no con el fin de beneficiar al país, o cuando menos de enmendar los muchos yerros cometidos



Según expertos en la materia, así habrá de quedar abierta la puerta para que la Iglesia Católica ejerza una labor de zapa en contra del Estado laico, de ahí el firme interés de la alta jerarquía eclesial en que esta propuesta quede aprobada antes de que llegue a su conclusión la actual Legislatura.
Lo mismo ocurrió con la aprobación urgente de la iniciativa de Calderón de expedir un nuevo Código Federal de Procedimientos Penales, que tiene la misma intencionalidad de la propuesta de Ley de Seguridad Nacional, la cual no fue aprobada en el Congreso ante el rechazo generalizado de amplios sectores de la sociedad nacional. Tal situación fue enmendada, tal como lo quería el inquilino de Los Pinos, con las nuevas atribuciones que se contemplan en materia penal, como aceptar el cateo de domicilios por denuncia anónima sin orden judicial, así como la revisión y grabación de personas, sus pertenencias y vehículos.
Se crean condiciones “legales” para que el grupo en el poder actúe sobre la sociedad por encima de los preceptos constitucionales. De este modo podrá avanzarse en la conformación de un Estado policíaco, donde la ley sea ejercida por las autoridades de acuerdo con criterios discrecionales. Trascendió en la Cámara de Diputados, que la intención de panistas y priístas es votar íntegra la reforma de Calderón una vez que no pudieron aprobar la Ley de Seguridad Nacional.
Es evidente que las dirigencias del PRI y del PAN están convencidas de que se podrá instaurar un sistema bipartidista en México, por lo que no tienen divergencias en temas que consideran fundamentales en un contexto de alternancia entre ambos partidos, donde las fuerzas progresistas quedarían excluidas, pero con el uso pleno de la fuerza del Estado, que sería exclusiva de los conservadores. Saben que sólo de esa manera podrían mantenerse en el poder, motivo por el que buscan contar con un marco “legal” que legitime la instauración de un Estado policíaco.
De ahí también la urgencia de Calderón en que los diputados aprueben cuanto antes la reforma laboral que legalizaría la explotación inmisericorde de los trabajadores, quienes quedarían exentos de mínimos derechos, dizque para generar más empleos.
Esto es falso, porque los empleos se crean cuando la productividad de un país está al alza, no porque los obreros y empleados asalariados perciban una paga simbólica, que no sólo castigaría aún más al de por sí raquítico mercado interno, sino que contribuiría a debilitar aún más el tejido social del país, cuya descomposición acelerada es uno de los más graves problemas nacionales en la actualidad.
Calderón se dio el lujo de regañar a los legisladores porque no han podido aprobar dicha reforma nazi-fascista. Afirmó, con enojo: “Esta ley está ahí, en la Cámara de Diputados, esperando. ¡A ver a qué hora se les ocurre a los señores diputados aprobarla!”. Sería lo único que falta para que cumpla al pie de la letra las instrucciones del Fondo Monetario Internacional, tendientes a colocar a México en la lista de naciones sin futuro, amarradas para siempre al yugo de los grandes imperios que controlan la riqueza mundial, y quieren asegurarse de seguirlo haciendo sin tener que recurrir al uso de las armas.
Por eso es válido afirmar que los presidentes mexicanos surgidos luego de la puesta en vigor del Consenso de Washington, dejaron de servir a México. Están al servicio de los grandes intereses trasnacionales, como es muy fácil corroborarlo. Todos han competido, desde Miguel de la Madrid para acá, para ver quien cumple mejor las órdenes provenientes de la Casa Blanca y de los grandes organismos financieros al servicio del neoimperialismo depredador. Podría afirmarse sin temor a equivocación que cada uno lo ha hecho muy bien, pero los dos panistas sin la inteligencia y astucia de los tres priístas que los antecedieron.
Efectivamente, Calderón está cerrando su sexenio a “tambor batiente”, pero con la finalidad de ganarse más medallas que sus antecesores, pues ninguno había llegado tan lejos en lo relativo a traicionar al país, a dañar a las clases mayoritarias, en quedar bien con el gobierno estadounidense, aunque ello se logre pisoteando la Constitución y bañando en sangre a la nación.
Guillermo Fabela - Opinión EMET