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La mente era la herramienta perfecta, creer por un momento controlar personas, su destino, su vida.
Poder interferir, persuadir y así apoderarse de ellos. Debía comenzar por algo que podría comprobar esa supuesta habilidad que él se había adjudicado. Sintiéndose seguro de poder mover un objeto inanimado, con sólo el poder de su mente, se preparó, miró fijamente un pequeño busto de cerámica del famoso compositor y pianista Ludwing Van Beethoven. La pieza comenzó por vibrar un poco, hasta que pareció, alguien la hubiera jalado con tal precisión para terminar en el otro extremo del librero. El primer objetivo planteado lo había logrado con resultados satisfactorios, sólo quedaba practicarlo unas cuantas veces más para tener dominada la técnica y así pasar a probar con la mente humana, ¿podría mover las extremidades de un individuo?, en un par de semanas lo consiguió. Lo consumía la simple idea, el sólo imaginar poder interferir en la mente de un individuo. Esa sería la siguiente meta pero, quién podría ser un excelente candidato para probar que apoderarse totalmente de la mente humana puede ser algo posible, sin caer en una pobre manipulación, como la hipnosis ni nada por el estilo, esto debía ser algo autentico, algo que nadie, sólo él, podría llevar a cabo. Tenía a la candidata perfecta para su experimento pero con una sola condición, le haría sentir la felicidad pura. Comenzó por aislar sus sentimientos, emociones y pensamientos a través de un trastornado discurso telepático, la mirada de la persona se transformó, denotaba grandeza, mostraba júbilo, giro la cabeza, volteó a verlo con una gran sonrisa pero fue tanto su esfuerzo por lograr que sonriera sin algún motivo aparente y darle la dicha de ser feliz unos cuantos segundos que se rompió el vínculo que había establecido con ella. La mujer se llevo las manos al rostro, las bajó lentamente, volteó y no sabía lo que había sucedido, sólo recordaba una tremenda sensación, algo que jamás había experimentado. Satisfecha, se levantó, lo tomó del hombro y susurro a su oído –deberías intentarlo contigo mismo– pero, esa idea jamás había pasado por su mente, llegar a la felicidad, ¿para qué? se cuestionó, aunque no perdía nada con intentarlo. Comenzó pero no obtenía resultados, qué estaba haciendo mal, qué parte del proceso había fallado, jamás lo supo, nunca fue feliz. Visitó a quien pudo regalarle unos segundos de felicidad, platicó con ella y se dio cuenta que desde un principio se había propuesto ser feliz, eso le habría facilitado a él proceso para la obtención de aquel resultado tan exitoso. Regreso presuroso a su casa, comenzó pero de nuevo falló, ¿qué era lo que necesitaba para hacer efectivo ese proceso? (Reflexivo o alejado de la realidad).
Mientras aprendamos a controlar nuestra mente para satisfacerla de felicidad, podríamos controlar una patineta a través de la traducción de ondas cerebrales a la acción de la visualización del usuario, desde el movimiento hasta la velocidad. Chaotic Moon Labs, utiliza una tablet con un software avanzado, auriculares tipo manos libres EPOC de la compañía Emotive, definido por la empresa como un “neuroheadset”, una interfaz para la interacción entre el humano y la computadora, es decir, lo que controla la patineta en dos simples acciones; aceleración, frenado y la posibilidad de programar con nuestra mente el destino del viaje que haremos con el poder de nuestra mente.
Es fácil poder controlar objetos inanimados a través de otros tecnológicos pero qué hay del autocontrol para llegar a esa tan ansiada sensación de satisfacción llamada, como la quieran llamar, será suya.
Acá les dejo el link del video de esta maravilla tecnológica
Twitter: @KidFreshPlay
Oscar Ramirez Pérez - Contenidos EMET
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