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Involuntariamente los publicistas de Felipe Calderón y éste mismo fijaron la ruta de la estrategia ofensiva de los partidos de izquierda en contra el régimen calderonista que puede ser esgrimida durante los tres meses de campaña
El primer flanco fácil y vulnerable del calderonismo es su estúpida e ilegal “guerra al narcotráfico” que le fue impuesta por el gobierno de George W. Bush a través del “Plan México” o Iniciativa Mérida y que fue signada por el michoacano que se tragó el señuelo de que ésta le permitiría afianzarse en el poder y generar la legitimidad que le fue negada en las urnas y que le ganaron el calificativo de “espurio” que le endilgó la izquierda, del cual nunca se pudo desprender. Parado en inestables arenas movedizas, Calderón se hunde más y más cada vez que trata de hacer la justificación de su estrategia antidelictiva y de seguridad pública, emprendida desde hace seis años en forma ilegal y con desastrosos resultados por los más de 61 mil muertos -150 mil según el Pentágono-, más de 10 mil desaparecidos y el estancamiento económico que generó el dispendio de recursos presupuestales en la misma. Las críticas y el desprestigio de su administración se multiplica dentro y fuera del país, en donde como señala el poeta Javier Sicilia “estamos y seguimos hasta la madre”.
Felipe Calderón y sus subordinados, Alejadro Poiré en Gobernación y Genaro García Luna en Seguridad Pública, aplican una total opacidad en el manejo de la información relacionada con los hechos de violencia en el país. Dicen desconocer las cifras oficiales sobre el número total de muertos en su ilegal “guerra”, lo que agrava el daño causado por el baño de sangre en prácticamente todo el país; en cuanto al dinero decomisado al narco que se va a los bolsillos de los funcionarios responsables de su combate; sobre el número de mexicanos y migrantes centro y sudamericanos secuestrados en territorio nacional por organizaciones delictivas. Lo que se logra con todo lo anterior es aumentar el temor, el miedo, la zozobra, la confusión en la sociedad, que está intimidada y acorralada, debido a que las instituciones están infiltradas por los criminales.
El incremento de la pobreza, el desempleo y el estancamiento económico son los siguientes flancos vulnerables que presenta el inquilino de Los Pinos. El cinismo y desfachatez del michoacano, demostrado una vez más en el Centro Banamex de la Ciudad de México, esta vez ante unas dos mil personas en un acto por demás deslucido, lo exhiben de cuerpo entero. Sus declaraciones parecen bromas de humor negro y de pésimo gusto y suenan a burla pura cuando señala que “no se qué hubiera sido de la gente más pobre sin la política con rostro humano”. Sus mentiras son descaradas: “la pobreza extrema no sólo no aumentó, sino que se redujo en un 23 por ciento”.
La publicidad y estrategia de marketing de Calderón topa con la realidad que es inocultable, no se tapa ni siquiera con millones de spots televisivos. Los funcionarios federales no encuentran la fórmula para ocultar que el calderonismo generó 15 millones más de pobres, que se suman a los 50 millones que ya existían cuando terminó el gobierno de Vicente Fox. Toda la tecnocracia de la Secretaría de Hacienda, del Banco de México y del INEGI no les alcanza para ocultar que este ha sido el sexenio con el mayor estancamiento económico pues el Producto Interno Bruto (PIB) del país a lo largo de esta gestión promedia sólo 1.45 por ciento, que es el más bajo desde que se implementó el neoliberalismo económico en el gobierno de Miguel de la Madrid.
Y en el sexenio del autodenominado “presidente del empleo” estamos todavía peor, como consecuencia de lo anterior: hay más de 14 millones de mexicanos que carecen de empleo formal y tienen que sobrevivir en la economía informal para no morir de hambre; están subocupados 4.2 millones de mexicanos y 2.5 millones más no encuentra ninguna ocupación a pesar de que la han buscado por años. Peor aún es que 4.2 millones de trabajadores no reciben ingresos a pesar de que realizan alguna actividad económica; otros 6.4 millones apenas reciben un salario mínimo que no les alcanza ni siquiera para alimentar a sus familias; y si le sumamos, 30.8 millones de trabajadores no tienen acceso a la seguridad social, por lo que no tiene derecho a enfermarse, mucho menos a comprar medicinas.
Las cifras alegres esgrimidas por Calderón en su “mini informe” en materia de salud, educación, migración, economía, finanzas, infraestructura y política social no son más que burdas mentiras que intentan ocultar con un dedo el brutal crecimiento de la pobreza y la marginación en el país. “México es mejor que lo que era antes hace 6 años” no es más que una frase publicitaria que repite Calderón y que para su desgracia nadie cree porque la realidad del país lo desmiente una y otra vez en el ocaso de su gobierno sexenal.
Otro flanco más vulnerable del calderonismo lo constituye la profunda corrupción y la escandalosa impunidad que lo cobija. Las frases de “un gobierno democrático que rinde cuentas”, y “soy un presidente que no roba y hace obra”, pronunciadas en uno de sus últimos actos de “promoción de logros” en Ixtpaluca, Estado de México, pretenden inútilmente ocultar la enorme corrupción de su administración, documentada con toda precisión por la Auditoria Superior de la Federación; el desvío y ocultamiento de importantes y cuantiosos recursos del erario que fueron a parar a cuentas personales de funcionarios, amigos y familiares allegados al círculo de poder de Los Pinos.
En suma, no se ve cómo pudiera Felipe Calderón y sus publicistas evitar la debacle electoral del PAN en la próxima elección presidencial. La soberbia del inquilino de Los Pinos y su alejamiento de la realidad lo llevan a soñar -como en su oportunidad lo hiciera Vicente Fox con Martita Sahagún- que no tendrá que autoexiliarse a Brasil o Estados Unidos y, todavía más, que “veo a Margarita Presidenta en 2018”. Todo parece indicar que los excesos le han causado un daño irreversible.
Lilia Arellano
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