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El daño que causó con su acción a la Presidencia de la República, en primer lugar, y a las propias aspiraciones de su correligionaria, como consecuencia directa de la ilegalidad cometida, que tiene que ser sancionada por el arbitro electoral
Este viernes, fecha especial para México por conmemorarse el “Día de la Bandera” y que recuerda el 24 de febrero de 1821, cuando Vicente Guerrero y Agustín de Iturbide conformaron el Ejército Trigarante que consumó la Independencia Nacional, Calderón intentó en la Plaza de la Constitución disculparse o por lo menos rectificar sus afirmaciones del jueves en un acto con consejeros de Banamex, en el que se asumió como coordinador de campaña de la aspirante presidencial panista, Josefina Vázquez Mota, y renunció de facto a las responsabilidades de la titularidad del Ejecutivo Federal.
El daño que causó con su acción a la Presidencia de la República, en primer lugar, y a las propias aspiraciones de su correligionaria, como consecuencia directa de la ilegalidad cometida, que tiene que ser sancionada por el arbitro electoral, el Instituto Federal Electoral (IFE), lo llevaron primero a pretender sorprender a la opinión pública con un comunicado que en concreto señalaba que “no dijo lo que dijo”, y posteriormente a tratar de enderezar el entuerto con un discurso cuyo contenido político no convence ni a los propios panistas.
A poco más de cuatro meses de la elección federal para elegir Presidente de la República, renovar el Congreso de la Unión, así como los poderes Ejecutivo, Legislativo y municipales de los Estados de Guanajuato, Jalisco, Morelos, Tabasco, Yucatán, y la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) y las jefaturas delegacionales, Felipe Calderón no tiene forma de pretender decir que dijo lo que dijo alegando ignorancia como en su momento alegó Vicente Fox.
El actual inquilino de Los Pinos tiene una sólida formación política en las filas de su partido, Acción Nacional, del cual llegó a ser dirigente nacional y representante en el Congreso de la Unión, por lo que no desconoce los entretelones de la política. Tampoco puede pretender que con pedir perdón, de la forma más inadecuada posible, el asunto quede zanjado. No, de ninguna manera, los consejeros electorales del IFE, que preside Leonardo Valdés, tiene que sancionarlo por haber puesto en peligro el proceso electoral en su conjunto, no basta con un “usted disculpe”, como sucede en la barandilla del Ministerio Público cuando un acusado logra demostrar que es inocente.
El michoacano cometió un delito electoral y debe ser sancionado. Sus disculpas a estas alturas no las cree nadie. Incluso el acto con los consejeros bancarios de Banamex fue muy temprano para que pudiera alegar que estaba borracho. Su semblante no denotaba siquiera que estuviera “crudo”, con resaca, ni “credo”. No, de ninguna manera, y ahora no puede simple y sencillamente venir a decirnos que es un “demócrata”, que se apega a la “legalidad y el orden jurídico”, que busca “conciliar las libertades políticas de gobernantes con la equidad necesaria en las contiendas electorales”.
Eso no se lo cree nadie, sobre todo cuando apenas unas horas antes pretendió sorprender a los consejeros bancarios –y a toda la población- destacando que la candidata de su partido tenía un sorprendente repunte electoral que lo colocaba a sólo cuatro puntos porcentuales del puntero en las encuestas sobre las preferencias rumbo al próximo 1 de julio. Nadie le cree cuando hace uso de todo el aparato judicial del Estado para arremeter contra sus adversarios políticos y distorsionar totalmente el marco de derecho del país para beneficiar a su familia, a su partido y a su cerrado círculo de allegados.
Nadie le cree a Felipe Calderón cuando la Auditoria Superior de la Federación demuestra el desastre en que tiene al país por el profundo grado de corrupción que priva en su administración, a pesar de lo cual no existe una sola denuncia penal por las irregularidades cometidas por sus subordinados demostradas en la revisión de la Cuenta Pública 2010.
¿Quién puede venderle u otorgarle dos gramos de credibilidad a un Presidente que se comporta como coordinador de campaña de una aspirante presidencial? ¿Cómo creerle ahora cuando señala que “he actuado y actuaré en todo momento como demócrata en este proceso electoral que, estoy cierto, debe ser caracterizado por la equidad y por la pluralidad”? De qué habla cuando su comportamiento, sus decisiones de gobierno, sus acciones personales, han sido totalmente parciales y enfocadas a beneficiar al grupo en el poder y a su partido. ¿De qué puede hablar quien a más de cinco años de haber asumido la administración sigue cargando el peso de la ilegitimidad?
¿Cómo considerar que habla en serio cuando señala que “respetaré a la autoridad electoral y la apoyaré, como siempre lo he hecho”, cuando horas antes se pasaba por el arco del triunfo la veda electoral y las disposiciones electorales que aunque no les gusten a los partidos políticos y a los consorcios de los medios de comunicación siguen, estando vigentes? ¿Quién le cree cuando afirma que “mantendré el respeto y, a la vez, el espíritu de colaboración con los poderes públicos, con el Poder Judicial y con el poder Legislativo, y con los integrantes de ambos”, cuando los dichos y los hechos demuestran lo contrario”?
Sin ir más lejos, los discursos de este jueves del Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Juan Silva Mesa, del Presidente de la Mesa Directiva del Senado, José González Morfín, y del Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Guadalupe Acosta Naranjo, exhiben la “línea” marcada por la Presidencia de la República en torno a los temas de “unidad nacional”, “solidaridad”, “democracia” y “apego a la legalidad”.
¿Cómo poder tenerle confianza y estar tranquilos cuando señala que “respetaré el resultado de los comicios y a quien resulte vencedor a través del voto libre de los ciudadanos”, cuando a lo largo de su administración ha hecho todo lo contrario, inmiscuyéndose sin ningún rubor ni vergüenza en todos los procesos electorales locales para hacer ganar a los candidatos de su partido, aunque en la mayoría de las ocasiones el tiro le haya salido por la culata, como recientemente ocurrió en su entidad natal, Michoacán, cuya entidad sigue resintiendo la inquina del titular del Ejecutivo Federal?
¿De qué manera, en general, va despejar suspicacias y desconfianza entre los ciudadanos y las instituciones políticas, si sus acciones van totalmente en sentido contrario? No hay elementos, en este momento, para tal efecto, y todo parece indicar que su discurso de “unidad,” “legalidad” y “democracia” responde a la misma estrategia sostenida para posicionar a Josefina Vázquez Mota al arrancar formalmente las campañas presidenciales .
Para desgracia del Partido Acción Nacional y sus simpatizantes y adherentes, el accionar de Felipe Calderón es tan burdo que más que beneficiarlos los sigue dañando. El intentar sorprender con una encuesta que mandó a hacer Presidencia de la República para hacer creer que la Vázquez Mota está a sólo 4 puntos del puntero, Enrique Peña Nieto, tuvo un efecto propagandístico completamente inverso al que se buscaba. Y eso no es de extrañar porque incluso los resultados de ese sondeo ante los consejeros de Banamex no está registrada en el IFE, requerimiento que marca el Código Electoral.
Sobre este delicado asunto el consejero Marco Antonio Baños consultó con el secretario ejecutivo del IFE, Edmundo Jacobo, quien tiene el registro de todas las encuestas difundidas y en ninguna de ellas se establece la tendencia a la que hizo alusión el michoacano. El IFE tiene la obligación de hacer una investigación de oficio, independientemente de las quejas que se presenten, requiriendo incluso el video de la reunión privada entre Calderón y los consejeros de Banamex.
Además, volviendo al recuento de los daños, de inmediato los seguidores del candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador destacaron la encuesta de Covarrubias y Asociados en donde la Vázquez Mota se ubica en el tercer lugar con el 23.69 por ciento. a más de 13 puntos porcentuales del puntero; y los simpatizantes de Enrique Peña Nieto resaltaron la encuesta de Consulta Mitofsky, en la que también la ubican en el mismo rango, pero en segundo lugar. Sobre este último sondeo vale la pena hacer precisiones importantes:
En primer lugar está el hecho de que el 51 por ciento de los consultados no contestó por temor a que se tratara de una llamada de alguna organización criminal y que su teléfono celular pudiera ser identificado y localizado.
En segundo lugar el dato de que el 21 por ciento de los entrevistados está indeciso, es decir, que el 73 por ciento del total no dio una opinión u orientación sobre el sentido de su voto en la elección federal, por lo que los resultados de este sondeo no reflejan la realidad, ni siquiera del momento en que se llevó a cabo este ejercicio demoscópico, pues sus estimaciones están hechas sólo en torno al 27 por ciento restante.
Lilia Arellano - Opinión EMET
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