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Es muy difícil de entender cómo es posible que siendo Pemex la principal palanca de desarrollo del país
Tanto interés de los gobiernos neoliberales en que se privatice Pemex, dejando a la administración paraestatal en simple cobradora de regalías, demuestra objetivamente que tiene todavía un enorme potencial, hecho que acaba de reconocer el inquilino de Los Pinos al afirmar que las reservas probadas se restituyeron en cien por ciento. Esto explica el enorme interés de grandes empresas trasnacionales en invertir en Pemex, con el fin de que crezca su participación a niveles que permitan una posesión mayoritaria y el Estado deje de ser un factor decisivo en su administración. Entonces, como en los tiempos de antes de la expropiación de la industria petrolera, los conflictos en que se viera envuelto Pemex serían resueltos en juzgados extranjeros.
El peligro es muy real debido a los problemas que se están viviendo en Irán, que repercuten directamente en los mercados petroleros del mundo. Como esta situación no tiene un pronto arreglo, países productores de hidrocarburos como México se convierten en un apetecible botín de las trasnacionales petroleras. La propuesta del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Timothy F. Geithner, en la reunión del Grupo de los 20 que se realiza en la ciudad de México, de reducir las compras de petróleo al gobierno iraní, permite ver que es muy real el peligro de que Pemex pase a formar parte de las reservas estratégicas de la nación vecina, dejándonos a los mexicanos sin nuestra principal fuente energética. Al fin que ya nos han estado acostumbrando a ello con las crecientes importaciones de gasolinas.
Por eso es vital que llegue a la Presidencia de la República un estadista con el suficiente patriotismo y capacidad de convocatoria nacional, como la tuvo en su momento el entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río, pues sólo así podremos salvaguardar lo que queda en el país de recursos esenciales para garantizar el futuro de las nuevas generaciones de mexicanos. Si hay suficientes hidrocarburos en el subsuelo del territorio nacional, y más aún en el fondo marino del mar patrimonial de México, no hay argumentos para justificar que no se construyan las refinerías que evitarían la absurda y costosa importación de gasolinas.
México sigue siendo un país viable, pese a los gigantescos desatinos y corrupción del grupo en el poder, particularmente desde hace tres décadas, como lo demuestra el interés de inversionistas extranjeros en comprar, a precios de ganga, recursos naturales no renovables, como el petróleo y minerales diversos, algunos de ellos de invaluable valor estratégico. Igual que sucedió en siglos pasados, cuando México no era todavía un Estado nacional, y como aconteció en el Porfiriato cuando podía argumentarse que se necesitaban inversionistas extranjeros que trajeran su dinero y la tecnología que nos hacían falta.
Es preciso comprender que un sexenio más de brutal entreguismo a intereses extranjeros, sin un asomo de patriotismo y de interés por el futuro del país, nos habrá de conducir a la pérdida no sólo de la soberanía que aún nos queda, sino a sepultar para siempre nuestra independencia económica, pues pasaríamos a depender totalmente del exterior para nuestra subsistencia, como ya está sucediendo en materia alimentaria. Urge pues evitar que continúe en la Presidencia de la República el grupo oligárquico que sólo actúa en función de sus propios intereses, sin que le importe un ápice el futuro de las nuevas generaciones de mexicanos.
Lo que estará en juego principalmente en los comicios de julio, es la viabilidad o no de un futuro para México. Se trata de una lucha entre dos proyectos, el de la oligarquía desnacionalizada y el de los mexicanos como sociedad decidida a seguir siendo independiente y soberana, con derechos fundamentales como los tiene cualquier nación del llamado primer mundo. Esto debe quedar muy claro para la mayoría de votantes, quienes no tienen la claridad suficiente para discernir sobre las causas y efectos de los grandes problemas nacionales, entre los cuales en la actualidad está el de evitar que México pase a ser una nación hipotecada, con cuantiosos recursos naturales de los que no podríamos disponer. Pemex debe seguir siendo el motor fundamental de nuestro crecimiento, y para ello es preciso que esté a salvo de las ambiciones y voracidad de la oligarquía mexicana, al servicio de intereses trasnacionales.
Guillermo Fabela Quiñones - Opinión EMET
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