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No quiero verte desde lejos y dejar que pases sin que se me conmueva el alma, sin que se me acelere el pulso, sin que el corazón agitado parezca galopar en el pecho deseoso de expresar el amor que tiene dentro.
No quiero verte desde lejos y dejar que pases sin que se me conmueva el alma, sin que se me acelere el pulso, sin que el corazón agitado parezca galopar en el pecho deseoso de expresar el amor que tiene dentro.
Ansío dejarme sorprender por el Dios sorprendente.
Abandonarme seducida por tu verdad y seguirte fielmente sin dudar, ni por un solo instante, de que sigo al único, al todopoderoso, al inefable.
Cuando la multitud agitada comienza a deambular sin sentido buscando razones que carecen de razón . Mi mirada se centra aún más en ti, fanal de luz que dirige mis pasos a lugares de delicados pastos, a remansos de aguas donde reposar del cansado viaje.
No quiero Dios acostumbrarme a ti, contrariamente anhelo que tus obras calen con su lluvia de bendición y que yo de forma agradecida extienda mi sequedad y pueda ser rociada por ella. Cediendo mi manto para que cada escena que tú dibujas en mi lienzo tenga el resultado que deseas, la aceptación por tu parte de mi persona que, si pretensión alguna salvo la de ser una sierva fiel, quiere dejarse moldear para que forjes en ella una mujer virtuosa.
No quiero acostumbrarme a ti, porque cuando me acostumbro a tus bondades, a tu misericordia, a tus favores, estoy cerrando una hermosa puerta a través de la cual tú quieres mostrarme un camino hacia la excelencia.
Cuando argucias, dobleces, pesimismo se exponen ante mí con la intención de limitar lo que mis ojos han de ver con una claridad irrevocable, me aferro a ti Dios, me agarro impidiendo que la muchedumbre me arrastre. Te abrazo y siento que contigo estoy segura, alejada de los gestos comunes, de las palabras manidas, de los faltos de fe que dicen de mí ser una absurda que sólo acuna utopías.
Me resisto a caer en el monopolio de lo cotidiano, de observarte como parte de mi vida y no darte mi vida por completo. Me resisto a ceder ante quienes creen en la casualidad, las energías que nos condicionan, ese aura que a cada cual cubre y protege sin darte credibilidad a ti.
No quiero acostumbrarme a ti Dios mío, quiero ser sorprendida cada día por ti, un Dios sorprendente.
Yolanda Tamayo - Contenidos EMET
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